6 de octubre de 2024

Radio Clásica

Argentina

Crítica: Dido y Aeneas, espectáculo casi redondo

“Dido y Aeneas”, espectáculo casi redondo

“Dido y Eneas” de Purcell. Lea Desandre, Renato Dolcini, Ana Viera Leite, Maud Gnidzaz, Virginie Thomas, Jacob Lawrence. Dirección musical, William Christie. Dirección de escena y coreografía, Blanca Li. Coro y Orquesta de Les Arts Florissants. Compañía Blanca Li. Dramaturgia, Pierre Attrait. Iluminación, Caty Olive. Escenografía y creación de Matière-Lumiére, Evi Keller. Nueva producción del Teatro Real y Teatros del Canal, en coproducción con la Opéra de Versalles, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, el Teatro Imperial de Compiegne y Les Arts Florissants. Teatros del Canal de Madrid. 20 de enero.

No deja de sorprender que el Teatro Real haya querido montar de nuevo “Dido y Aeneas” en coproducción con los Teatros del Canal, la Opéra de Versalles, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, el Teatro Imperial de Compiegne y Les Arts Florissants cuando hace tan sólo cuatro años que ofreció la obra en su propia sala con coreografía de Sasha Waltz, por cierto bastante superior a la de Blanca Li. “Dido y Aeneas”, o más bien lo que nos queda de ella, es la ópera emblemática del barroco inglés antes de la llegada de Haendel al país y Purcell, con Monteverdi y Cavalli, uno de los compositores más programados de aquel periodo.

Precisamente esta circunstancia de incompleta apoya las visiones “imaginativas”. William Christie, que lleva con la partitura más de 60 años y que adora -como todos nosotros- su final, la completa con otras breves piezas musicales al comienzo y Blanca Li recurre, sobre un fondo de telones dorados, a dejar estáticos a los tres cantantes protagonistas elevándolos sobre altas peanas que han de ser transportadas y, en cambio, centrar todo el movimiento en seis bailarines que deambulan por el escenario llenos de gesticulaciones, acrobacias y deslizamientos sobre un pavimento de goma impregnado de agua y aceite a fin de permitir toda una movilidad que resulta bella pero también tan pesada, atosigante y abrumadora como para distraer la atención de lo importante: la belleza de la música. Esta vez es simplemente cuestión de gustos, porque calidad coreográfica existe.

William Christie se trae siete instrumentistas -cinco cuerdas y dos flautas- y ocho coristas, con él miso al teclado, para volvernos a admirar con la permanente calidad de sus recreaciones. Uno no debe perderse nunca cualquier espectáculo de Christie. Sobresalientes instrumentistas y coro, pero además siempre aporta la virtud de elegir cantantes que cumplen admirablemente con las tareas que les encomienda. Como es lógico la soprano Lea Desandre se llevó la mayor ovación tras cerrar la obra con esa maravillosa “When I’m laid in Earth”. No es obviamente aquella Jessye Norman que tuve la suerte de escuchar un ya lejano día en Londres, pero logró transmitir la emotividad de la música. A tono la Belinda de Ana Vieira Leite y el Aeneas del barítono Renato Dolcini, los tres bien acompañados por Maud Gnidzaz, Virginie Thomas, Jacob Lawrence.

Hora y veinte minutos que hicieron las delicias del público que agotó todas las localidades de la Sala Roja. Gonzalo Alonso

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