Janáček y el profeta Gimeno
JENŮFA, de Leoš Janáček. Ópera en tres actos. Libreto del compositor, inspirado en la pieza teatral Její pastorkyňa, de Gabriela Preissová. Reparto: Corinne Winters (Jenůfa), Petra Lang (Kostelnička), Elena Zaremba (Abuela), Brandon Jovanovich (Laca), Norman Reinhardt (Števa), Sam Carl (Stárek), Scott Wilde (Rychtár), Amparo Navarro (Rychtárka), etcétera. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Cor de la Generalitat Valenciana. Producción: Dutch National Opera de Ámsterdam. Director de escena: Katie Mitchell (repuesta por Robin Tebbutt). Escenografía y vestuario: Lizzie Clachan. Iluminación: James Farncombe. Dirección musical: Gustavo Gimeno. Lugar: Palau de les Arts. Entrada: 1412 localidades (prácticamente lleno). Fecha: Viernes, 19 enero 2023 (se repite los días 22, 24, 27 y 29 de enero).
El Palau de les Arts saldó el jueves una de sus deudas pendientes más acuciantes: la ópera de Leoš Janáček. Y lo ha hecho con el primer gran título del compositor moravo: Jenůfa. Y a lo grande, con un reparto vocal de primer orden y una producción original de la Ópera Nacional Holandesa, discutible, sí, pero que destila imaginación, saber teatral y dominio escénico. En el foso, una Orquestra de la Comunitat Valenciana sin parangón en el sinfonismo español, y un director, el valenciano Gustavo Gimeno, que se metió en la piel de cada personaje, en la esencia novedosa y atrevida de la orquestación de la ópera maestra y en sus aires populares y añoranzas para cuajar una dramatizada lectura que revive, descarnadamente y sin paños calientes, las angustias, nostalgias y sentido teatral que Janáček -como Wagner, Verdi y pocos más- fusiona con la música.
Con talento e inteligencia musical, Gimeno hizo teatro con la música y viceversa. Hubo tanto drama en el foso como sentido concertante en el escenario. No hubo detalle, acento ni gradación que no quedara en evidencia en esta transparente y meticulosa versión, que marca una referencia, no solo en los anales curtidos del Palau de Les Arts, también en los universos líricos español y contemporáneo. Pero más allá del éxito implacable, de la fascinación que suscita tan abrumadora versión, del empeño innegociable de GG por servir fidedignamente la letra y el espíritu del pentagrama y cuánto en él subyace, y del protagonismo de un elenco vocal de primer rango en sus voces femeninas, en esta gran noche de ópera hubo tres triunfadores totales: Leoš Janáček, creador de Jenůfa; Gustavo Gimeno, que se confirmó como su más devoto e inspirado intérprete, también como una de las batutas cimeras del panorama internacional; y el propio Palau de Les Arts, de la mano del muñidor de este espectáculo de altos vuelos, Jesús Iglesias, su director artístico.
La propuesta escénica, firmada por Katie Mitchell pero repuesta en València por Robin Tebbutt, desplaza la acción a un tiempo quizá contemporáneo, con un primer acto manido que igual sirve para un roto que un descosido: una estúpida y neutra oficina con un cuarto de baño abierto al público, que se establece como un lúcido espacio de intimidad compartida exclusivamente con el espectador, en el que igual ves meando o vomitando -a lo Calixto Bieito en su liceístico Ballo in maschera– a la pobre Jenůfa que a Kostelnička acicalando sus canas ante el espejo.
Por otra parte, la idea de convertir a la “Abuela” en oficinista (como a la propia Jenůfa) desdibuja y devalúa un personaje en absoluto exento de sentidos y significaciones. El segundo acto transcurre en una caravana campinguera, mientras que el tercero fija la acción en la casa de Kostelnička. El atinado y cuidado movimiento de la acción contrasta con la neutralidad del rectangular y asimétrico espacio escénico, cuyo colorido e iluminación casan con la coloreada y acrisolada escritura musical, siempre tan fiel, como recuerda Milan Kundera, a su propia regla de oro: “No hace falta escribir más que las notas absolutamente indispensables”. El festivo coro, que recuerda en su jolgorio etílico al del tercer acto de El holandés errante, y es uno de los momentos en el que lo popular y lo moravo irrumpen con mayor fuerza, fue uno de los momentos más vistosos en una producción que elude negritudes y lutos para centrar el drama en un colorido escénico que casa de maravilla con la fugaz y policroma paleta orquestal janáčekiana.
En su incandescente pero también ensoñadora lectura, GG subraya el preminimalismo de un compositor cuya audacia le hacía renegar abiertamente de la gran gesticulación romántica. Con batuta precisa y elegante gesto trasladó esta convicción a un equipo vocal en el que relumbró con fuerza la lírica, cálida y frágil Jenůfa de la soprano estadounidense Corinne Winters, que eludió cualquier caricatura para adentrarse en su hiel y piel. Efusiva hasta el infinito en el Ave Maria, lírica y luminosa en la gran escena final, gran cantante y actriz siempre. Tuvo, además, el plus de no amilanarse ante el gigantismo vocal de una Petra Lang que, tras un primer acto destemplado y hasta decepcionante, se creció en el segundo, cuando su presencia escénica se alió con su conocida y vigorosa vocalidad. Estuvo implacable. Rotunda en los graves y redonda en unos agudos que dejaron de sentirse destemplados-. Nada dejó entrever que era la primera vez que la veterana mezzosoprano francfortesa abordaba el exigente papel coprotagonista de Kostelnička.
El bien avenido terceto de féminas protagonistas se completó con la mezzosoprano rusa Elena Zaremba, nombre propio de la lírica internacional, quien realzó el en este caso eclipsado papel de la Abuela. En tan sobresaliente elenco en absoluto desmerecieron las sopranos valencianas Amparo Navarro (Alcaldesa) y Quiteria Muñoz (Barena), ni la hoyense Laura Orueta. Llama la atención en el elenco la ausencia de voces checas. Algo particularmente llamativo en una ópera escrita en un idioma tan particular y peculiar como el checo. A la manera de lo que hizo Pierre Boulez en sus dos registros (1970 y 1992) del Peleas y Melisande de su paisano Debussy, en los que esquivó expresamente la participación de cantantes francófonos.
A nivel más terrenal se percibieron las dos voces masculinas protagonistas; los tenores estadounidenses Brandon Jovanovich (Laca) y Norman Reinhardt (Števa). El primero defendió con corrección -no más- y tintes de spinto un personaje que requiere más sustancia tenoril, mientras Reinhardt carece de la proyección, el empaque y empuje para convivir en tan opulento y sutil contorno sinfónico. El contraste entre ambas voces, entre ambos primos y rivales, quedó marcado por las diferentes proyección, empaque y calidad de cada uno de ellos, y no por sus naturalezas tímbricas, demasiado próximas, demasiado parejas. El versátil Cor de la Generalitat volvió a celebrar una de sus mejores actuaciones, en esta ocasión ante el reto añadido de abordarla un idioma de fonética distante y complicada.
El éxito, claro, fue monumental. ¿Hace falta decirlo? Ovaciones y vítores arreciaron en la tanda de saludos cuando irrumpió sobre el escenario Gustavo Gimeno, quien es evidente profeta en su tierra. Un espectáculo absolutamente excepcional e ineludible. De los mejores presentados en el Palau de Les Arts en sus 18 años de leyenda. ¡Bienvenido a València, maestro Leoš Janáček! ¡Bienvenido siempre a su casa, al Palau de Les Arts, maestro Gimeno! Tome nota, apreciado lector, para esta cita genial e ineludible: las próximas funciones serán los días 22, 24, 27 y 29 de enero. Quedan entradas. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 20 de enero de 2023.
The post Critica: Jenûfa, Janáček y el profeta Gimeno first appeared on Beckmesser.
Más historias
La magia del pesebre viviente llega a Raco
¿Qué pasa en España con las orquestas?
Homenaje a Norma Viola