Con un ingenioso juego de planos superpuestos, proyecciones e interdiscursividad, el ballet contemporáneo en dos actos “Caravaggio” fue un derroche (si, despliegue excesivamente positivo) de excelencia en el Teatro Colón durante los últimos días de mayo y los primeros de junio.
Este cronista asistió a la función de estreno martes 28 de mayo, protagonizadas por las estrellas internacionales Roberto Bolle, reconocido étoile del Teatro alla Scala de Milán, y bailarín principal del ABT, y la bailarina rusa Maria Khoreva primera solista del Ballet Mariinsky, y a la del martes 6 de junio, protagonizadas por Federico Fernández (Caravaggio), Ayelén Sánchez (La Luz), Rocío Agüero (Sombra), Camila Bocca (Belleza) y Lola Múgica (Quiromántica).
El virtuosismo de Federico Fernández, la gracia de Ayelén Sánchez y el perfeccionismo de “la quiromántica” Lola Múgica, fueron el apoyo interpretativo de las ideas del coreógrafo italiano, incluidas las ingeniosas referencias intertextuales prestadas al cine.
Federico Fernández convenció a través de su técnica y su capacidad para transmitir emociones. Ayelén Sánchez, Rocío Agüero y Camila Bocca deslumbraron con elegancia y fluidez en cada paso, llevando a cabo una interpretación llena de emociones de los personajes de Caravaggio (1571-1610). Múgica aportó una dimensión adicional al ballet con su perfeccionismo, creando momentos de profunda autenticidad en cada cuadro.
Una de las escenas más destacadas de la segunda parte podría haber sido la inspirada en ” Sherlock Junior” de Buster Keaton, donde un cuadro cobra vida y las figuras en él representadas se desprenden y descienden al escenario.
El trío conformado por Emanuel Abruzo, Lola Múgica y Emiliano Falcone desplegó deliciosas y sugestivas figuras amorosas, agregando un toque especial a la narrativa del ballet.
El color de los óleos coreográficos de Bigonzetti fue realzado, sin lugar a dudas, por el diseño de luces de Carlo Cerri, su camarada de muchos años. Cerri, como “perspectivista” de esta obra verdaderamente pictórica, empleó su ingenioso juego de planos superpuestos, proyecciones e interdiscursividad para crear una experiencia visual envolvente.
Con la fusión entre el arte pictórico, planos simultáneos cual Metaverso o ficción cuántica, y danza en vivo, Bigonzetti creó momentos visualmente impactantes y emocionantes.
En cuanto a los artistas invitados, la luz de María Khoreva cautivó al público en cada aparición con su figura lánguida, hermosas líneas, técnica sublime e imantada personalidad. Bolle como Caravaggio logró recién en el segundo acto mostrar todas sus cualidades y dotes artísticos. Uno de esos momentos fue junto a Nahuel Prozzi, en un dúo de muy difícil ejecución.
Las funciones con primeras figuras del propio elenco estuvieron a la altura del estándar altísimo de las figuras internacionales de las primeras fechas.
La excelente performance del ballet del Teatro Colón en este segundo programa de ballet del año le debe mucho a la guía y dirección de su director, Mario Galizzi. Bajo su liderazgo, el ballet recupera niveles de excelencia artística y alta calidad.
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