La semana pasada ha realizado una gira por España Teodor Currentzis con Musica Aeterna, una gira que ha levantado mucha polémica en las redes sociales y chats musicales. Han sido muchos, posiblemente mayoritariamente ucranianos, los que han denostado que se les contratase. Lo mismo se ha vivido en otros países y lo hemos vivido aquí con otros artistas como Anna Netrebko, con manifestantes frente al Teatro Real, y el asunto bien merece una reflexión.
Partamos de que una cosa en el valor que pueda tener un artista como artista y otra el que nos pueda hacernos sentir como persona. A lo largo de la historia encontramos genios en sus quehaceres que, sin embargo, no merecen todos nuestros respetos como personas. Citemos sólo el caso de Wagner. Debemos por tanto separa una cosa de otra y más en estos tiempos en los que se exigen vetos o se realizan críticas poco sostenibles si se lleven, como se están llevando, a extremos, como es el caso de Plácido Domingo o al mismo Pablo Picaso. A veces uno piensa que nuestra sociedad está enferma y ha perdido el rumbo.
Dicho esto también hay que considerar las situaciones. No todos los artistas rusos han mantenido una connivencia con la Rusia de Putin. No es lo mismo Sokolov, que Netrebko o Currentzis. El primero jamás ha manifestado un apoyo a Putin, la segunda fue próxima hasta que timoratamente decidió apartarse y el tercero, por cierto griego pero nacionalizado ruso, sí sigue encontrando cobijo bajo el invasor. En 2004, durante su etapa como director principal del Teatro de Ópera y Ballet de Novosibirsk (2004-2011), fundó la Orquesta y Coro Musica Aeterna. En 2011-2019, fue director artístico en el Teatro de Ópera y Ballet de Perm. En 2019, Currentzis y Música Aeterna se trasladaron a San Petersburgo, convirtiendo Dom Radio en su residencia creativa. Desde 2012, es el director artístico del Festival Diaghilev, que se celebra en Perm, la ciudad natal del famoso empresario Sergei Diaghilev. Adicionalmente son estrechas sus relaciones con el Bolshoi. Es claro que renunciar a todo esto, tomando una posición contraria al régimen, resulta difícil. Casos parecidos vivieron Furtwängler o Karajan durante y tras la segunda guerra mundial. Currentzis intentó un cierto distanciamiento cuando creó la orquesta Utopia, que en principio sólo iba a contar con apoyos europeos. Sin embargo, entre sus círculos siguen figurando magnates rusos pro Putin.
Y viene ahora la decisión problemática: ¿debemos o no contratar a los artistas que no manifiesten una posición clara frente a la invasión de Ucrania? No es fácil la respuesta y cada uno de nosotros tendrá su opinión, pero sí conviene añadir otro factor. ¿Acaso una presión sobre ellos, como se hace con las sanciones económicas, no ayudaría a que tuviesen que tomar una posición más clara en defensa de Ucrania? A ustedes les dejo la respuesta. Gonzalo Alonso
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