

El Teatro Colón celebró los cien años de su orquesta, coro y ballet estables con una ceremonia en el Salón Dorado que incluyó la presentación de un libro conmemorativo editado por el propio coliseo. Lejos de los discursos oficiales cargados de entusiasmo institucional, el hecho concreto es que se cumple un siglo desde que el principal escenario argentino decidió conformar sus propios cuerpos artísticos, lo que pgeneró que se dejara de exclusivamente de talentos internacionales.
El plan era consolidar una identidad artística local.
Y se logró
Desde su creación, los Elencos Estables fueron responsables de sostener la calidad de las temporadas del Colón. Hoy parece todo automático pero eso de ofrecer óperas, conciertos y espectáculos de danza con continuidad y solvencia técnica jamás lo fue.
Esa decisión fue tomada entre 1924 y 1925. El teatro asumió que la mayoría de las producciones serían propias. Formar generaciones de músicos, coreutas y bailarines vino de la mano. Era el camino correcto.
Prácticamente, todas las generaciones de liderazgo del teatro dejaron huella en la vida cultural porteña. Y la incorporación reciente de Julio Bocca como director del Ballet Estable marca -indefectiblemente- un capítulo de trazo fuerte para el cuerpo artístico más emblemático del país.
El Colón sigue demostrando que una política cultural sostenida en el tiempo no necesita de grandes anuncios, sino de compromiso y trabajo permanente. Hay un buen comando y siempre debe haberlo. En tiempos de recortes y debates sobre el rol del Estado en la cultura, que una institución cumpla cien años en funciones activas y con un cuerpo artístico propio es, sin dudas, un hito para destacar.