LUCES IMPRESIONISTAS Y ROMÁNTICAS BIEN DISPUESTAS
Obras de García Ascot, Ravel y Schumann. Anna Fedorova, piano. Orquesta de Castilla y León. Pablo González, director. Música por la Paz. Homenaje al profesor Tomás y Valiente. Ciclo de Grandes Autores e intérpretes de la Música de la UAM. Auditorio Nacional, 28 de febrero de 2025.

Anna Fedorova
Hace pocas semanas escuchábamos a la Orquesta castellano-leonesa en la temporada de la Orquesta Nacional al mando de su titular, Tierry Fischer. Hoy lo hemos hecho, ante su nueva visita, en el Ciclo de la Universidad Autónoma y en el concierto anual en memoria de Tomás y Valiente, aunque esta vez con Pablo González en el podio. El conjunto ha vuelto a mostrar sus buenas virtudes: general afinación y ensamblaje, destacados solistas, espectro sonoro bien equilibrado, coloración tímbrica interesante y conjunción. A lo que ha ayudado esta vez la buena labor de la batuta del asturiano, siempre activa, móvil, bien dispuesta en todos los planos, clara y animosa.
Las maneras expeditivas del director, que consigue siempre contagiar, con sus encendidos modos y su ligereza, a los instrumentistas, nos llevaron a una buena interpretación de la “Sinfonía nº 4” de Schumann, precedida de una presentación, apoyada en un verbo fácil, sobre las circunstancias y características de la obra, que es enjundiosa, emotiva, de construcción admirable. Una “exaltación del claroscuro romántico”, en palabras del maestro. Se nos ofreció la segunda versión, la de 1851, en la que el compositor practicó adecuadas reformas. Que González supo resaltar. “Tempi” muy vivos, canto elegante en la “Romanza”. Claridad general, aunque con algunos puntos en los que los vientos estuvieron en exceso presentes. Se habría deseado un mejor control de volúmenes en el “crescendo” (“Largo”) que conduce al restallante “Finale: Allegro vivace”. Regalo final: la tan socorrida, junto a la nº 1, “Danza húngara nº 5” de Brahms; llevada deprisita.
Previamente orquesta y director habían colaborado con la pianista ucraniana Anna Fedorova en el maravilloso “Concierto en Sol” de Ravel, en el que se acentuó la nada disimulada dimensión jazzística. La solista mostró innegables virtudes en la ejecución de los trinos y claridad general en la digitación sobre la base de un sonido de radiante colorido. Fraseó estupendamente el enjundioso comienzo del “Adagio assai”, dibujando un amplio arco hasta la entrada del “tutti”. Buena intervención solista del corno inglés a falta de una presencia tímbrica más consistente. El “Presto” fue visto y no visto, fustigante y preciso; como debe ser. Fedorova nos obsequió luego con una caprichosa interpretación de otra danza: la “del Fuego” de “El amor brujo” de Falla.
Como aperitivo escuchamos una brevísima composición de Rosita García Ascot, la única mujer discípula de Falla y la única fémina del famoso Grupo de los Ocho, “Cielo bajo”, que se abre con una suerte de melódica pavana y nos ofrece un balanceo propio de una habanera. Ecos impresionistas. Hermoso solo de oboe. La versión nos pareció muy en su punto. Aplausos para la exhumación de una partitura integrada en un amplio catálogo, sobre todo pianístico, en buena parte sin descubrir. Como es ahora costumbre, una hojita en vez de un programa de mano con las notas. No es lo mismo leerlo en un móvil (si se tiene uno ad hoc). Arturo Reverter
Universidad Autónoma de Madrid
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