Un insulso Idomeneo en el Real
Idomeneo de Mozart. Ian Koziara, Kateryna Kasper, Olivia Vermeulen, Polina Pastirchak, Mark Milhofer, Kresimir Spicer. Freiburger Barockorchester. Zürcher Sing-Akademie. Dirección musical: René Jacobs. Teatro Real. Madrid, 23 de enero de 2025.

René Jacobs
Dentro de una gira europea, René Jacobs con la Freiburger Barockorchester y el coro Zürcher Sing-Akademie visitan el Real y el Liceo, teatros donde se ha programado por última vez en 2019 y 2006 respectivamente. Jacobs volverá al Real para dirigir Tamerlano de Haendel en versión de concierto una vez más, algo en lo que el teatro parece estar excediéndose.
Esta primeriza ópera del Mozart maduro, estrenada en Múnich en enero de 1781, aún debe mucho a Gluck, lo que es patente en momentos como el tema del sacrificio exigido por los dioses, bastante parecido al de Alceste o Ifigenia en Aulide. Siguiendo el ejemplo de Gluck, Mozart desdibujó el límite entre el recitativo y las arias.
De la correspondencia de Mozart con su padre se desprende que se propuso componer una ópera que asimilara elementos antiguos y nuevos y fuera revolucionaria. Contiene algunas de sus mejores arias, conjuntos y coros, equiparables a las de sus obras maestras posteriores. Por ejemplo, el “Fuor del mar” de Idomeneo, casi todas las arias de Ilia y, entre los muchos coros altamente melódicos, “Sidonie sponde” del Acto II, con la intervención de Elettra, es especialmente bello.
Mientras que la orquesta para la que Mozart compuso Idomeneo, por encargo del Elector de Baviera, era, según muchos relatos de la época, la mejor de Europa, quedó amargamente decepcionado por las pobres habilidades interpretativas de los cantantes, así como por sus pálidos esfuerzos por animar los recitativos. Por ello, Mozart, sintiendo que esto socavaba muchos de los efectos dramáticos previstos, realizó muchos cambios en la partitura durante los ensayos previos a la primera interpretación.
Del concierto en el Real lo primero que hay que apuntar es que se anunció en algún sitio como “propuesta semiescénica”, pero se trató más bien de un concierto “actuado”, en el que los cantantes y el coro se movían por el escenario, pero poco más. Lo segundo es que a René Jacobs le ha sucedido lo que a algunos de los grandes maestros del pasado, que se duermen sobre las partituras. Éste no es el Jacobs de hace años que tanto hemos admirado.
La Freiburger Barockorchester es una buena orquesta, aunque con un punto débil en los vientos, pero a la lectura de Jacobs le faltó fuerza, esa fuerza que han aportado en las últimas décadas en este repertorio maestros como Minkowski o Gardiner.
Se pudo apreciar muy claramente en los pasajes meramente orquestales o en el mismo coral “Qual nuevo terrore!” seguido del “Corriamo, fuggiamo” y, si vamos más al detalle, en lo que debe ser un grito angustiado del violonchelo en el encuentro del primer acto entre Idomeneo e Idamante. Esto, en una obra de más de tres horas, se traduce en una monotonía que se agrava cuando el coro Zürcher Sing-Akademie no pasa de la discreción al igual que los cantantes.
La Illia de Polina Pastirchak resultó anodina en sus bellas arias; Mark Milhofer hizo lo que pudo como Arbace en “Sventurata Sidon!”; cumplió Olivia Vermeulen como Idamante (más soprano que mezzo) y elevaron el nivel la Elektra de la soprano ucraniana Kateryna Kasper, que resultó solvente tanto en su primer aria como en las coloraturas de la del tercer acto “Oh smania! oh furie!” y el tenor americano Ian Koziara, que supuso una revelación por su voz de buena proyección, el cálido timbre de lírico-dramático y su versatilidad para afrontar las diversas exigencias del papel central, aunque haya que poner reparos a su estilo mozartiano.
Teatro lleno en el único concierto, con muchos aplausos al final, porque Mozart es siempre Mozart, pero a muchos nos pareció una versión falta de garra. Miedo da pensar en Tamerlano.
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