Los otros Abigaille y Nabucco
Verdi: “Nabucco”. Saioa Hernández, George Gagnidze, Alexander Vinogradov, Michael Fabiano, Elena Maximova, Simon Lim, Fabiçan Lara y Maribel Ortega. Director musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Reposición: Jodok Schweizer. Coro y Orquesta del Teatro Real. Madrid, 15 de julio de 2022.
Hace pocos días se publicaba en este medio la crítica de Gonzalo Alonso de la primera representación de este “Nabucco”, ópera que cierra la presente temporada. Poco hemos de añadir a lo que en ella se decía respecto a la puesta en escena de Homoki y la dirección musical de Luisotti. Aquella, nada original al trasladar la acción a la Italia del Risorgimento y al establecer un facilón paralelismo entre hebreos e italianos por un lado y babilonios y austriacos por otro, no acaba de funcionar por lo confuso del movimiento, de tal modo que la historia se pierde entre tantas idas y venidas, de aquí para allá de unos y de otros en torno a un gran paralelepípedo de aparente mármol o malaquita. Muy criticable el aire de comedia musical que quiere darse a la historia en momentos no precisamente jocosos; como la “cabaletta” de Abigaille.
Desde el foso, hay que abundar en ello, el Director principal invitado lleva las riendas con una firmeza y una elasticidad indudables, configurando, conformando, ejecutando, matizando y manteniendo en todo momento el tempo-ritmo verdiano. Contó con una orquesta tan maleable como poderosa y segura y con un coro de gran potencia e intensidad, ajustado, preciso y seguidor de dinámicas exigentes. Lo mejor.
Tócanos hablar hoy aquí, sobre todo y en particular, de la labor de los dos principales protagonistas, distintos a los del estreno. En primer lugar, Saoia Hernández, que se apunta un tanto más en su triunfal carrera. Es cierto que su voz no es la de una dramática de agilidad, ejemplar muy raro hoy en día. Pero es una lírico-“spinto” o una “spinto” si se quiere en plenitud: centro anchuroso y sólido, agudos bien emitidos y centrados, con una direccionalidad y una igualdad sorprendentes; fraseo variado y claro, regulado y sombreado. El timbre refulge y las agilidades están por lo general bien resueltas. La zona grave es donde tiene más problemas para una parte endiablada como esta, que exige saltos de octava y virulentas exclamaciones. Por ello el sonido pierde entidad abajo y el carácter de la invectiva fuerza y vigor. Pero es buena actriz y se comporta en el escenario con aplomo.
George Gagnidze es un barítono con peso. La voz en sí no es fascinante, pero tiene brillo y es manejada con habilidad buscando sonoridades variadas, encontrando claroscuros expresivos gracias a una técnica facial cambiante que lo ayuda a impulsar el sonido en distintos grados y coloraciones, lo que contribuye a resaltar los rasgos más señalados del personaje, envuelto en muy diferentes luces. Barítono con genio, al que hay que aplaudir a pesar de ciertas sonoridades excesivamente nasales. Y aplauso discreto para la Fenena de Elena Maximova, una mezzo lírica de agreste sonoridad, de metal no muy atractivo, pero musicalmente suficiente. Una vez más hay que lamentar que voces tan interesantes como la del tenor Fabián Lara y la soprano Maribel Ortega hayan sido contratadas para partiquinos insignificantes como Abdallo y, en particular, Anna. Arturo Reverter
Tercer Reparto
El Teatro Real había programado tres repartos distintos para estas representaciones de Nabucco, que finalmente se ampliaron hasta 4 en algunos personajes, al producirse la cancelación de Amartuvshin Enkhbat, que estaba previsto como Nabucco en el primer reparto.
El caso es que las cancelaciones y sustituciones han continuado, al menos en lo que se refiere a la representación que nos ocupa. Los cambios han tenido lugar en los personajes de Abigail y Zaccaria. Sorprendentemente, nada se decía en el programa de mano (mi agradecimiento al Teatro Real por mantenerlo a diferencia de otros teatros que han aprovechado la pandemia para suprimirlo) ni tampoco había ningún cartel que lo anunciara. Únicamente se podía leer en las pantallas laterales del escenario, y no se mencionaba que fueran sustituciones.
La representación que nos ocupa ha tenido un buen nivel, elevado a éxito por un público triunfalista como pocas veces he podido ver en este teatro.
La producción ofrecida lleva la firma de Andreas Homoki y es una coproducción con la Ópera de Zúrich, donde se estrenó en el año 2019. La producción resulta adecuada, aunque no tenga grandes dosis de originalidad. Homoki ofrece en escena lo que seguramente vivieron los italianos en el estreno de esta ópera, que fue el primer gran triunfo de Verdi, en la que el enfrentamiento en escena entre judíos y asirios pasa a serlo entre italianos y austriacos. El vestuario responde a la época de estreno de la ópera con el pueblo en colores claros y los austriacos vistiendo trajes de gala y uniformes militares. La escenografía no ofrece sino un gran muro de malaquita verde que gira en varias ocasiones, siendo el único elemento escénico de la producción, centrándose Homoki en mover a los personajes y al coro en escena, lo que hace de manera correcta. Creo que se podía haber hecho un juego de luces más importante que el que la producción ha ofrecido. En conjunto es una producción que funciona bien, aunque tenga poco de original y de llamativo.
Casi todas las representaciones de este Nabucco contarán en el foso con la presencia de Nicola Luisotti, mientras que en tres de ellas su puesto será ocupado por el castellonense Sergio Alapont, siendo precisamente ésta la segunda que dirige. Su lectura me ha parecido correcta tras una obertura excesivamente ruidosa para mi gusto, habiendo algún exceso de volumen en ocasiones. Buena la prestación de la Orquesta del Teatro Real, convirtiéndose el Coro en el triunfador de la noche, ya que, como en todas las representaciones anteriores, hubo de bisar Va Pensiero.
Nabucco fue interpretado en esta función por el barítono italiano Gabriele Viviani, que también era una sustitución, aunque en este caso no de última hora, ocupando el puesto del inicialmente anunciado George Petean. Su voz responde a lo que podemos llamar un barítono verdiano, ofreciendo un timbre de calidad y con amplitud suficiente. Queda un tanto corto de matices y no consigue transmitir grandes emociones a la sala.
Abigail tenía que haber sido Oksana Dyka, pero canceló, aunque no se hubiera informado de los motivos, siendo sustituida por la soprano polaca Ewa Plonka, que venía de cantar el mismo personaje hace unos días en la Arena de Verona, convirtiéndose para el público en la gran triunfadora de la noche. Es bien conocido que el personaje de Abigail es de los considerados imposibles y la polaca fue más lírica que dramática, entregándose totalmente al personaje. Su voz no ofrece un timbre de gran belleza, resultando brillante en la zona alta, mientras que queda corta en graves, que son también muy solicitados en esta partitura.
La otra sustitución de última hora tuvo lugar en el personaje de Zaccaria, habiendo cancelado el anunciado Alexander Vinogradov, siendo sustituido por Roberto Tagliavini, que volvió a ofrecer una vez más su línea de canto elegante, aunque a su voz le falta un tanto de poderío en ambos extremos de la tesitura.
Los personajes de Ismaele y Fenena tiene menos importancia y fueron cubiertos de manera correcta por el tenor español Eduardo Aladrén y la mezzo soprano japonesa Aya Wakizono. El primero ofreció su conocida voz de calidad, aunque su canto no sea muy elegante. En cuanto a la mezzo soprano japonesa, cumplió bien, aunque su aria del cuarto acto no levantó entusiasmo.
Los personajes secundarios fueron cubiertos por Felipe Bou como Gran Sacerdote, Maribel Ortega como Anna y por el tenor Fabián Lara como Abadallo.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 41 minutos, incluyendo un intermedio y el bis del coro. Duración musical de 2 horas y 4 minutos, excluyendo el mencionado bis. Ocho minutos de aplausos.
El Teatro Real había agotado prácticamente sus localidades. El precio de la localidad más cara era de 283 euros, habiendo butacas de platea al precio de 249 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 60 euros. José M. Irurzun
Fotos: J. del Real
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