RIGOLETTO (G. VERDI)
Gran Teatre del Liceu.
Primer reparto
Christopher Maltman, Benjamin Bernheim, Olga Peretyatko, Grigory Shkarupa, Rinat Shaham, Laura Vila, Mattia Denti, Michal Partyka, Moisés Marín, Stefano Palatchi, Sara Bañeras. Daniel Callegari, dirección musical. Monique Wagenmakers, dirección escénica. Orquesta y Coro del Teatre del Liceu. 1 de diciembre 2021.
Estas notas se refieren al primero de los repartos programados, cuyo resultado ha sido mejor que el del día anterior, aunque globalmente la representación ha tenido poco de extraordinario.
Nada tengo que añadir a lo escrito respecto de la producción escénica de Monique Wagemakers ni tampoco sobre la dirección musical de Daniele Callegari.
Rigoletto fue interpretado por el barítono americano Christopher Maltman, cuya actuación ha sido más convincente que la de Markus Brück en el segundo reparto. La voz tiene amplitud suficiente, resulta atractiva y adecuada al personaje, cantando bien e interpretando de manera satisfactoria. No parece encontrarse muy cómodo en las notas más altas, ya que las evitó en todos los casos. Es verdad que son notas de tradición, pero quien las tiene, no duda en ofrecerlas.
Gilda era la soprano rusa Olga Peretyatko, que tuvo una buena interpretación, sin ofrecer nada de extraordinario. La voz es atractiva, aunque la he encontrado más reducida que lo que yo recordaba en ocasiones anteriores. Se mueve bien en escena y me resultó mejor su actuación en la segunda parte de la ópera.
El Duca di Mantova fue interpretado por el tenor francés Benjamin Bernheim. No había tenido ocasión de verle hasta ahora en escena. Su voz no es muy bella, aunque resulta agradable. Su mayor virtud es que es un cantante excelente, destacando su fraseo y los matices que ofrece en su interpretación. No está cómodo en la parte alta de la tesitura, lo que le hace evitar los sobreagudos de tradición y tuvo algún problema en la nota final de La donna è mobile, aunque no llegó a romperla, como parece que ocurrió en la función de estreno. Me dio la impresión de que su fiato no es excesivo.
En la parte del asesino a sueldo Sparafucile estuvo el bajo ruso Grigory Shkarupa, que resultó adecuado, con una voz amplia, blanqueando algo en la parte de arriba.
Finalmente, Maddalena era la mezzosoprano Rinat Shaham. Lo hizo bien tanto escénica como vocalmente.
Repetían todos los interpretes de los personajes secundarios.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 31 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 57 minutos. 5 minutos de aplausos, siendo los más intensos para Christopher Maltman.
El Liceu ofrecía una ocupación algo superior al 80 % de su aforo, estando los mayores huecos en los pisos superiores. El público no mostró demasiado entusiasmo durante la representación, nuevamente con ausencia de bravos.
El precio de la localidad más cara era de 295 euros, habiendo butacas de platea entre 161 y 263 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 73 euros. José M. Irurzun
Un Rigoletto mediocre
Segundo reparto
Saimir pirgu, Markus Brück, Aigul Khismatullina, Liang Li, Nino Surguladze, Laura Vila, Mattia Denti, Michal Partyka, Marta Polo, Moisés Marín, Stefano Palatchi, Sata Bañeras.Daniele Callegari, dirección musical. Monique Wagemakers, dirección escénica. Orquesta y Coro del Teatre del Liceu. 30 de noviembre de 2021.
Vuelve esta popular ópera de Giuseppe Verdi a subir al escenario del Liceu de Barcelona, siendo posiblemente la ópera que más se ha representado en la historia de este teatro, ya que se ha ofrecido a lo largo de su historia más de 375 veces. Fue la última vez en abril de 2017 y ahora se hace reponiendo la misma producción de entonces y con dos repartos vocales, que no ofrecen figuras de relumbrón.
Estas notas corresponden al segundo de los repartos y el resultado no ha pasado de la mediocridad en ninguno de sus aspectos, resultando una representación más bien decepcionante para quien esto escribe.
Como digo, se repone la producción de Monique Wagemakers, que es coproducción del Liceu y el Teatro Real, aunque su estreno absoluto tuvo lugar en Ámsterdam. La producción es moderna, colorista y minimalista y se caracteriza por la práctica ausencia de decorados, quedando toda la escenografía en una gran plataforma, movida hidráulicamente, en la que se desarrolla la acción. Los figurados escenarios a veces resultan un tanto confusos, puesto que es necesario jugar con niveles por encima y debajo de la plataforma. Michael Levine es el autor de la plataforma. El vestuario de Sandy Powell es vistoso, más o menos medieval, pero con un toque holandés indudable, sobre todo en el coro. Buena la iluminación de Reinier Tweebeeke.
Una producción de estas características requiere una gran dirección de actores y esto no se consigue en la función que nos ocupa. Es de destacar el papel asignado al Coro (todos vestidos igual) que cantan y observan, a la manera de una tragedia griega. La producción no acaba de convencer. Si estas producciones no consiguen que el espectador entre totalmente en la psicología de los personajes, son trabajos que quedan a medias. Lo cierto es que en producciones mucho más tradicionales el drama se ha podido vivir con mayor intensidad.
La dirección musical ha estado en manos del milanés Daniele Callegari, cuya lectura ha sido eficaz, como suelen ser las suyas, aunque no se puede esperar de él que transmita emociones al respetable ni muchos matices en su lectura. Como siempre, sus tiempos han sido bastante acelerados, siendo de hecho el Rigoletto más rápido que he podido ver en escena, prácticamente igualando en tiempo al que nos ofreció hace unos años en Múnich. A sus órdenes estuvo la Orquesta Sinfónica del Liceu, a la que he encontrado mejorada respecto de lo que nos venía ofreciendo anteriormente y un Coro del Liceu poco convincente en sus intervenciones, siempre esperadas por los aficionados en esta ópera.
Rigoletto fue interpretado por el barítono alemán Markus Brück, cuya actuación me ha resultado decepcionante. Es un cantante a quien he tenido ocasión de ver muchas veces en su país y siempre me había llamado la atención positivamente. Han pasado 3 años desde que le vi por última vez y fue precisamente como Rigoletto y el cambio es notable y, lamentablemente, a peor. La voz no es la que estamos acostumbrados en este personaje, aunque funciona bien en el centro, pero su mayor problema reside en que sus agudos están muy comprometidos actualmente, eludiendo siempre todas las notas más altas, escritas o de tradición. Tuvo algún problema en la siempre esperada Vendetta.
El Duca di Mantova era el tenor albanés Saimir Pirgu, cuya actuación tampoco me ha resultado convincente. La voz sigue siendo atractiva a lo largo de la tesitura, pero hay abuso de sonidos abiertos y pocos matices en su interpretación, resultando un tanto monótono su canto. También él ha perdido facilidad en las notas más altas y las evita.
Gilda fue interpretada por la soprano rusa Aigul Khismatullina, a quien veía por primera vez en escena. La voz tiene calidad y canta con gusto, transmitiendo emoción en su canto. Como la felicidad no puede ser completa, su volumen no es excesivo y sus notas graves son casi inexistentes. Resolvió de manera satisfactoria la siempre esperada aria Caro nome.
Sparafucile era el bajo chino Liang Li, que tuvo una buena actuación, ofreciendo una voz amplia y de calidad.
Su “hermana” Maddalena fue la mezzo soprano Nino Surguladze, que resultó creíble en escena y cumplió bien cantando.
En los personajes secundarios Monterone era Mattia Denti, por debajo de le exigible en este personaje. Cumplió bien Laura Vila como Giovanna. Sin mayor interés Michal Partyka en Marullo y Moisés Marín en Borsa. El otrora bien conocido Stefano Palatchi fue un discreto Conte Ceprano. Sara Bañeras lo hizo bien como Condesa Ceprano. Finalmente, Marta Polo quedó casi inaudible como Paje.
El Liceu ofrecía una entrada próxima al 80 % de su aforo, estando lo huecos más claros en los pisos superiores. El público no mostró entusiasmo durante la representación, ya que no se escuchó ni un solo bravo durante la misma.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 28 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 55 minutos. Cinco minutos de aplausos, en los que los más intensos fueron para Gilda.
El precio de la localidad más cara era de 284 euros, costando la butaca de platea entre 169 y 252 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 65 euros. José M. Irurzun
Fotos: D. Ruano
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