La pasional «Manon Lescaut» de Berna Perles
Puccini: Manon Lescaut. Berna Perles, Carlo Ventre, Rodrigo Esteves, Manuel de Diego, Giacomo Prestia, Marcelo Solís, Nicolás Calderón, Mari Luz Román, Alejandro Moreno. Coro de Ópera de Málaga. Orquesta Filarmónica de Málaga. Director de escena: Pier Francesco Maestrini. Director musical: Daniel Montané. Málaga, Teatro Cervantes, 24 de mayo.
Pocos teatros se están resistiendo este año a programar algún título de Puccini a cuenta del centenario de su muerte. El Cervantes malagueño lo ha hecho con el primer éxito de la carrera del compositor, para lo cual ha contado con una estrella local de la categoría de Berna Perles. Fue la triunfadora absoluta de la noche. Su voz tiene esos típicos perfiles italianos que la hacen ideal para estas protagonistas puccinianas: timbre brillante, voz con cuerpo, proyección perfecta, atención al fraseo y a los acentos, capacidad de regular la voz y de ajustar el color a la situación dramática. Estuvo igualmente convincente como la jovencita ingenua del primer acto, como la coqueta e inconsciente cortesana y como la desesperada amante del último. Fue especialmente bella la morbidez con la que atacó “In quelle trine morbide”. Y en “Sola, perduta, abbandonata” fue conmovedora. Y eso que la reggia no se lo puso fácil a todo lo largo de la noche, haciéndola cantar su última aria en el suelo tumbada boca arriba o situando la jaula con las demás presas del acto tercero al fondo del escenario, desde donde apenas se la podía escuchar. Carlo Ventre es el clásico tenor trompetero que sólo sabe brillar cuando canta en fortissimo, no se le pueden pedir matices ni reguladores. Pero, además, durante los dos primeros actos estuvo permanentemente por debajo del tono, con la voz estrangulada y con el sonido oscilante. Ya en tercero, desde “Guardate, pazzo son”, la voz se estabilizó y el tono adquirió su sitio para permitirle interpretar con credibilidad esos arrebatos pasionales tan característicos de su personaje, sobre todo en el cuarto acto. Como Lescaut, Rodrigo Esteves estuvo correcto, con mejor fraseo que timbre, sobre todo en el segundo acto. Vieja gloria de la ópera, Giacomo Prestia se enfundó el personaje de Geronte, lo que le va muy bien a su actual voz hueca y tremolante, aunque conserva un espléndido fraseo. Magnífico Manuel de Diego como actor y como cantante, con esa voz capanilleante y siempre en su sitio. Igualmente correcto el resto del reparto. Salvo en el primer acto, donde el coro femenino no encontró el empaste, en el resto de la ópera el coro cumplió con buena nota. Al igual que la Filarmónica de Málaga. Eso sí, tuvo a su frente a un Daniel Montané que parece no saber dirigir por debajo del forte, lo que supuso que las voces se perdieran en muchos momentos. No hubo matices, ni siquiera en el preludio del acto cuarto. La propuesta escénica de Maestrini es elegante, de época, con buen uso de las proyecciones, pero falla estrepitosamente en cuanto a tener en cuenta las necesidades de los cantantes para desarrollar su trabajo en las condiciones más acordes con el canto, haciéndoles adoptar posturas y lugares del escenario que van en contra de la comodidad de la emisión de la voz. Andrés Moreno Mengíbar
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