LA ELEGANCIA DE SCHIFF
Obras de Mozart y Haydn. Cappella Andrea Barca. Piano y dirección: András Schiff. Madrid, Auditorio Nacional, 21 de enero de 2025. La Filarmónica.

Sir András Schiff – © Nicolas Brodard
Regresaba a los atriles madrileños un artista tan conocido y admirado como el húngaro Andras Schiff (1953), a quien hemos podido seguir en distintos repertorios, con Bach, Mozart, Beethoven a la cabeza. En esta ocasión, al frente de un conjunto (unos 40 instrumentistas) de su creación como la Cappella Andrea Barca, una formación bien acoplada, homogénea y por lo general afinada, de bella coloración tímbrica y espectro penumbroso integrada por músicos que en su mayor parte no cumplen los 60.
Lo que no fue obstáculo para que su labor fuera en algunos aspectos excelente llevada por la mano diestra de Schiff que, como es lógico, en los dos Conciertos mozartianos estuviera casi todo el tiempo sentado, con breves pausas en las que, siempre serio, circunspecto, sobrio y medido, en actitud un poco budista, se levantaba para orientar la interpretación llevada siempre de forma serena, tranquila, con tempi muy prudentes y una estupenda configuración fraseológica. La música manó de manera fluida, elegante, bien contorneada dentro de un espíritu casi prerromántico. Todo en su sitio; estupendos diálogos teclado-tutti, excelentes frases de las maderas. Algo chocante que en una orquesta moderna se situaran dos trompetas naturales.
En la cadencia del primer movimiento del Concierto nº 25 en Do mayor K 503, Schiff introdujo unos compases del aria de Las bodas de Fígaro “Non più andrai”. El “Allegretto” fue cantado con una envidiable suavidad, aunque en ocasiones, ya antes lo habíamos detectado, las trompas se hicieran excesivamente presentes perjudicando la sonoridad global. Por los mismos caminos circuló la interpretación del maravilloso Concierto nº 20 en Do menor K 491, la otra cara de la moneda. Solemne y misteriosa introducción, con especial subrayado de los dramáticos acordes y una delicadísima primera exposición del tema base por parte del teclado. Los claroscuros bien administrados, con algunas desigualdades de planificación, ayudaron a conformar una muy buena interpretación.
Los criterios estilísticos se aplicaron igualmente en la interpretación de la Sinfonía nº 103 Redoble de timbal de Haydn, abierta por ese instrumento de percusión. Schiff, siempre comedido y elegante en el gesto, mantuvo durante más tiempo del habitual ese redoble, realizado con baqueta fina y penetrante. Lentitud muy razonable en el inicio, “Adagio”, hasta que surge el “Allegro son spirito”. A la interpretación, bien fraseada, más bien lenta, quizá le faltara algo de gracia, de humor, de espíritu juvenil en el “Minuetto” y sobre todo en el “Allegro con spirito” de cierre. Más allá de los episódicos problemas de balance.
Muchos aplausos y un inesperado regalo: el tercer movimiento del Concierto de Brandemburgo nº 5 de Bach con el protagonismo del violín, la flauta y el teclado. Era muy tarde, habíamos abandonado ya la sala y escuchamos una nueva música a lo lejos. Ignoramos cuál.
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