DAMA DE PICAS (P. I. CHAIKOVSKI)
Dama de picas, fiasco casi total
Ópera en tres actos con música de Piotr Ilich Chaikovski y libreto de Modest Chaikovski, basado en el cuento homónimo de Alexánder Pushkin. Reparto: Najmiddin Mavlyanov (Hermann), Asmik Grigorian (Lisa), Julia Gertseva (Condesa), Roman Burdenko (Conde Tomski), Alexei Markov (Príncipe Yeletski), Elena Maximova (Paulina), etcétera. Orquesta y Coro titulares del Teatro alla Scala. Producción: Nueva producción del Teatro alla Scala. Dirección de escena: Matthias Hartmann. Escenografía: Volker Hintermeier. Vestuario: Malte Lubben. Iluminación: Matthias Märker. Director de coro: Alberto Malazzi. Dirección musical: Valeri Guérguiev. Lugar: Milán, Teatro alla Scala. Entrada: 2.030 localidades (lleno). Fecha: miércoles, 23 febrero 2022
Comenzó mal y acabó peor. La noche del estreno de la nueva producción de la ópera Dama de picas de Chaikovski en la Scala de Milán ha sido un fiasco casi total. Desde la intolerable pitada que escuchó Valeri Guérguiev al irrumpir el miércoles en el foso, antes incluso de llegar al podio, al obsceno trabajo escénico de Matthias Hartmann, feo y antiguo con avaricia en su solo pretendida modernidad, modelo Alemania años sesenta. Negro, blanco, mucho humo y gélidos neones, y un final casi calcadito al del Anillo de Chéreau de Bayreuth (¡1976!). En medio, en el segundo acto, en el baile de máscaras, una orgía de arañas que penden del cielo pretende dar un aire decimonónico, pero no es más que un recurso rancio, más visto que el tebeo, y, a estas alturas, vulgar de solemnidad.
Por fortuna, música y músicos salieron indemnes de la gris propuesta escénica. Guérguiev, inmune al grotesco recibimiento -pocas horas después, Estados Unidos ha vetado los conciertos que este fin de semana tenía programados dirigir en Nueva York a la Filarmónica de Viena-, abordó los dramáticos y rusísimos compases iniciales de Dama de picas con la quietud y concentración de un Maestro, que, más allá de tantas cosas, guste o no, es un músico de primera. Pronto, con arte, oficio, conocimiento y sensibilidad, impuso la música como protagonista única de la noche, incluso sobre una escena que parecía ir contra ella misma.
Lo whatsappeó al crítico un conocido director de orquesta italiano al final de la larga función, pasadas ya las doce de la noche, cuando aún quedaba gente aplaudiendo en la platea: “¿Qué te ha parecido? Para mí, la orquesta un pequeño desastre. Buenos cantantes. Guérguiev, algunos momentos fantásticos y otros menos. Espectáculo estúpido y repugnante”. Difícil no suscribir al pie de la letra estas líneas amigas. Guérguiev -que volvía a la Scala tras su triunfal Jovanchina de 2019- alcanzó momentos de regodeado lirismo, reteniendo tempi y escuchando a los cantantes, lo que no evitó que ocasionalmente el balance se descompensara a favor de una orquesta ajena a un repertorio alejado a su día a día.
Pero parece que en Milán poco importa cómo dirija o deje de dirigir Guérguiev. Al menos a tenor de lo que pasó apenas unas horas después de la función: la política se interpuso una vez más en la vida musical, y el alcalde de Milán, Giuseppe Sala, junto con el intendente de la Scala, Dominique Meyer, daban un ultimátum a Guérguiev: “O condena la invasión de Ucrania o deja inmediatamente la Scala y la dirección de La dama de picas”. Pasó con Kirsten Flagstad en Nueva York (1949), con Rostropóvich y Svetlánov en Londres (1968), con Furtwängler en Alemania tras el final de la Segunda Guerra Mundial, y con tantos otros. Un disparate no justifica otros. Caza de brujas.
En el capítulo vocal, ganaron por goleada las féminas: la soprano Asmik Grigorian, cuyo padre, el gran Gegam Grigorian, fue el Hermann de referencia en los años noventa, cuando lo grabó precisamente con Valeri Guérguiev en su referencial registro para PHILIPS, en mayo de 1992, destacó por su convicción dramática, medios vocales y una inteligencia expresiva que ahonda en la entraña de Lisa, el gran personaje creado por Pushkin y 1833, y retocado en el libreto por Modest Chaikovski, el hermano del compositor. Impresionante y deslumbrante la rotunda Condesa de la todavía enorme mezzosoprano Julia Gertseva, cuya poderosa vocalidad envolvió a la vieja abuela con su indescifrable hálito de misterio y secreto.
Hermann fue defendido con solvencia, dignidad y hasta notabilidad por Najmiddin Mavlyanov, tenor de fuste y nobleza, pero que escénica y vocalmente quedó devorado por la prestancia de la hija del fallecido Gegam Grigorian y por una escena (Volker Hintermeier) y dirección de escena (Hartmann) que parecían obstinadas en devaluar la grandeza del atormentado personaje. Roman Burdenko (Conde Tomski), Alexei Markov (Príncipe Yeletski), Elena Maximova (Paulina) fueron piezas claves del multitudinario y bien pergeñado reparto.
Al final, después de cuatro horas de gran ópera, se impuso la música. La pitada de bienvenida se tornó cerrada ovación al final de la función cuando Guérguiev salió a saludar. Aplausos, vivos, cálidos y bien labrados cosechó la gran Asmik Grigorian y, por supuesto, la todavía diosa Julia Geltseva. También el coro titular, que salió bien airoso del brete en ruso. Quien no escuchó aplausos sino una pitada que dejó en agua de borrajas la inicial al amigo de Putin, fue el perpetrador del bodrio: Matthias Hartmann. Al día siguiente, el jueves, el Teatro de la Scala estaba rodeado de una muchedumbre pidiendo el adiós a Guérguiev. Lo mismo que ocurrió hace ochenta años en el viejo Metropolitan, cuando Kirsten Flagstad no pudo ofrecer el recital programado. Ocho décadas, ochocientos años… Pleistoceno. Todo sigue igual. ¡Paz! Justo Romero
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Estimado señor Justo Romero,
Estaba en el teatro el miércoles pasado. He visto y oído todo con mis proprios ojos y oídos – en lugar que basarme en mensajes WhatsApp de un “un conocido director de orquesta italiano”.
No entiendo como pueda Usted escribir líneas como: “la nueva producción de la ópera Dama de picas de Chaikovski en la Scala de Milán ha sido un fiasco casi total”, cuando el público decretó un auténtico triunfo a todos los intérpretes al final de la función, que fue apreciada por todos los comentarios críticos publicados en el web.
Además, me parece que su artículo carezca de coherencia y caiga en contradicción: al comienzo leo: “Para mí, la orquesta un pequeño desastre” y, pocas líneas después: “Guérguiev alcanzó momentos de regodeado lirismo, reteniendo tempi y escuchando a los cantantes”.
Felizmente, donde coincidimos es en la apreciación de la actuación de todos los cantantes – incluso de Julia Gertseva, que – sin merecerlo – tuvo incomprensiblemente algunas críticas negativas.
En cuanto al trabajo escénico, yo pienso que Hartmann lo hizo muy bien. No me gustó la tinta obscura de la primera escena, eso lo admito, pero todo lo demás fue muy acertado e incluso poético. La escena de la pastoral del segundo acto no interrumpía la acción dramática principal – error en el cual caen muchos directores de rutina – y tenía matices que hacían pensar al gran cineasta Stanley Kubrick.
Como ultimo punto, creo que la iniciativa vulgar del alcalde de Milán Beppe Sala de exigirle de manera perentoria al maestro Guérguiev una declaración de oposición a Putin ni merezca comentario.
Atentamente
Luigi de Pierris
Roma