EN BUSCA DE CLARIDADES
Jaime Martín vuelve a la OCNE
Obras de Granados, Nielsen y Brahms. Johan Dalene, violín. Orquesta Nacional, director: Jaime Martín. Madrid, Auditorio Nacional, 27 de octubre de 2023.
Una sesión no exenta de interés, pues a lado de una obra de repertorio como es la “Sinfonía nº 2” de Brahms se situaban en atriles dos composiciones muy poco frecuentadas entre nosotros, aunque ya tocadas en su día por la Nacional. La primera era el “Preludio” de “Follet”, ópera prácticamente desconocida de Granados, a quien se le tiene en cuenta casi exclusivamente por su labor pianística. Nos obstante en esta página sinfónica se adivinan el talento orquestador del músico y su vena melódica. Ropaje orquestal abundante y rasgos vagamente impresionistas.
Martín expuso la obra buscando más el efecto sonoro que la fina pintura. De salida nos pareció excesivamente pedestre el planteamiento de las primeras frases, necesitadas de un tacto mayor y de una delineación más clara. Mejor la sección central, bien cantada en general, con frases líricas adecuadamente diseñadas. Luego se nos expusieron los numerosos meandros, las repeticiones, las alusiones pajariles y las discretas llamadas a lo popular del extenso “Concierto para violín” de Nielsen, escrito en 1911, muy lejos de las mejores obras sinfónicas del autor danés. La escritura, de raíz tonal, es fina y contrastada. Continuos diálogos instrumentales y rasgos melódicos muy atractivos.
Fue bien entendido en su juego de contrastes por el joven violinista sueco-noruego Johan Dalene, saludable y espontáneo en su camisa blanca. Matizó lo indecible, acentuó con discreción, cantó de manera espontánea. Se entrego, a veces con contorsiones excesivas, a la causa, aunque su discurso no fue siempre muy audible. Su sonido es poco sustancioso y se pierde con frecuencia en el espacio, pero su juego es de rara exquisitez. Excelente mecánica e intachable afinación. Regaló una pieza puede ser que de Kreisler; muy lucida e irreprochablemente tocada.
El plato fuerte era la “Segunda Sinfonía” de Brahms. No hay duda de que Martín se la sabe bien -en este caso no utilizó partitura- y que la entiende y dirige de forma apasionada. Aunque a veces pierda el sentido del equilibrio entre voces y no pueda evitar, en medio de la fogosidad del canto, notables borrosidades, ya apuntadas al comienzo del preludio de “Follet”. No faltaron, tras el comienzo, en la exposición de los temas del primer movimiento, cuyo lirismo intenso fue bien captado en la sección de desarrollo. Buena intervención de José Bonet, que inauguró estupendamente la lírica coda. Aunque no siempre, antes y después, los metales y maderas tuvieran su mejor día.
Martín estableció unos “tempi” más bien mesurados y no acabó de redondear el sonido, con frecuencia bastante espeso. Así, detectamos muy poca claridad en las grandes frases en fortísimo y en el comienzo del “Adagio non troppo”. El “Allegretto grazioso” marcó uno de los mejores momentos de la interpretación, aunque también aquí se produjeran problemas en la cuerda. Demasiado oscuro y embarullado el comienzo del “Allegro con spirito”. Hubo espíritu, sí, pero en frases no siempre inteligibles. Los amplios brazos y el estentóreo gesto de Martín, atento a todos los atriles, su apasionada forma de dirigir y de expresar, nos llevaron a un cierre bien construido. Arturo Reverter
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