En la médula del Mahler más rocoso
ORQUESTRA DE LA COMUNITAT VALENCIANA. Mark Elder (director). Programa: Sexta sinfonía, de Gustav Mahler, Lugar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.400 personas. Fecha: Viernes, 11 octubre 2024.
Después del excepcional sabor de boca dejado en sus dos anteriores visitas al podio de la Orquestra de la Comunitat Valenciana (2022, con obras de Stravinski y Strauss; 2023, con Mahler y Shostakóvich), el maestro inglés Mark Elder (1947) ha regresado para adentrarse en la médula de una obra tan rocosa y arriesgada como la Sexta sinfonía de Mahler, una de las páginas más exigentes del repertorio orquestal. La más “personal y profética”, al decir de Alma Mahler. Los resultados, como era previsible de un director de tanta solvencia y de una orquesta que, una vez más, revalidó las razones por las que no tiene parangón en la geografía musical española, fueron sobresalientes, aunque sin alcanzar la excepcionalidad de las anteriores visitas. La respuesta del público, que prácticamente colmó las 1.490 butacas del Auditori del Palau de Les Arts, fue entusiasta, incluso clamorosa. No podía ser menos, después de escuchar un obrón así de la manera que fue tocado e reinterpretado.
Elder, al que los años comienzan a notársele, planteó una visión liviana, como decidida a esquivar las aristas más severas y devastadas de una sinfonía no en vano conocida como “Trágica”. Versión trabajada al detalle y argumentada con decidido criterio. Alejada del nervio de interpretaciones clásicas y actuales (Kubelík, Chailly; Barbirolli y Rattle o Gimeno), el rumiado Mahler de Elder se empeña en templar tensiones y angustias, y esquivar la desesperación, incertidumbre y desazón que alientan esta sinfonía que Alma Mahler consideró como “la más personal y profética” de las nueve concluidas por su marido. Los cencerros lejanos, como evocación de lo que fue, frente a los tremendos “martillazos” del último movimiento, presagio de un destino inexorable que Mahler, el supersticioso, se empeña en esquivar.
Quizá haya sido la versión menos angustiosa y y trágica de una sinfonía severa, pesimista y hasta nihilista. Los tempi, pausados -el Andante, que Elder ubicó como segundo movimiento, fue más bien un adagio-, mientras al Scherzo -emplazado como tercer movimiento-, le restó brio, impulso, inquietud y ese “espíritu de obstinada y desafiante determinación” que tanto estigmatiza sus muchísimos y difíciles cambios de tempo y humor.
La misma tónica marcó el terrible y extenso último movimiento, reto mayúsculo para cualquier maestro y orquesta. Ambos, de la mano, salieron bien airosos en una versión pulida y acabada al detalle. Curiosamente, Elder optó por recuperar el tercer martillazo que Mahler suprimió después de concluir la partitura. Realmente, sobra y queda fuera de lugar, más si se ubican la enorme caja de de madera que hace las veces de yunque y el martillo gigante (Hammerschlag) fuera del escenario, en la parte elevada del coro, lo que obliga al percusionista –Francisco Inglés, mayúsculo toda la sinfonía- a andar subiendo y bajando las escaleras del coro, con la consiguiente distracción del curso musical. Gran concierto, en las antípodas del ofrecido un día antes en el “otro” Palau por el vehemente Teodor Currrentzis con su también estupenda MusicaAeterna. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 13 de octubre de 2024.
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