SINFÓNICA SWR DE STUTTGART (T. CURRENTZIS)
Resplandores y gestos
Obras de Shchetynsky, Widmann y Shostakovich. Antoine Tamestit, viola. Orquesta Sinfónica de la SWR de Stuttgart. Director: Theodor Currentzis. Auditorio Nacional, 30 de marzo de 2022. La Filarmónica.
Una sesión amena, contrastada, bien orientada, estupendamente interpretada con tres obras en los atriles, dos de ellas novedad en estos parajes. La primera, “Glosolalia” del ucraniano Oleksndr Shchetynsky, artista avezado, “un seguidor consecuente de la vanguardia”, como afirmaba el crítico moscovita Alexey Parin, que destacaba la dimensión espiritual de su producción traducida en sonidos estrictos, ascéticamente bellos y herméticos. La composición está bien escrita y revela tacto y oficio, leves toques puntillistas, aunque pasados unos minutos tras el evanescente inicio, pierde interés por la repetición de efectos en un tejido atonal bien trabado.
Está escrita para 12 cuerdas colocadas en semicírculo, guitarra, piano y percusiones. Tras un lento ascenso y proliferación de manchas suaves, el entramado polifónico toma cuerpo, la estridencia avanza y se alcanza una sorprendente dimensión danzable. Después de múltiples escaramuzas llega por fin la calma de la mano de lejanos toques del campanólogo, timbales pianísimo y un silencio lleno de expectativas. Buen contraste con la obra de Jörg Widmann, un espectacular “Concierto para viola” de 2015, poblado de fantasiosos pentagramas inaugurados por una excitante cadencia del solista a base de pizzicati y golpes sobre la madera.
Luego se escuchan los timbres orquestales, que tan bien sabe calibrar, combinar y desarrollar Widmann. El solista se mueve libremente por el hemiciclo, yendo de acá para allá sin dejar de tocar y de producir nuevos colores, matices, cadencias, abriendo diálogos con el “tutti” u otros solistas, combinando lo serio con lo humorístico. Son múltiples las alternativas que se van produciendo y lo curioso del orgánico, con diez cuerdas de pequeño tonelaje frente a ocho contrabajos y numerosos vientos.
Los aires de danza, las alusiones a músicas de regiones geográficas distintas, con llamadas a lo zíngaro, las matizadas explosiones, van poblando un discurso cuajado de sorpresas y en el que no faltan las consonancias. El solista se exhibe en los difíciles armónicos. Tamestit, dedicatario de la composición, fue un intérprete excepcional y tuvo una también excepcional colaboración de Orquesta y director, que se ataron los machos para afrontar la última obra del programa: la “Sinfonía nº 5” de Shostakovich.
La sabia construcción sinfónica, la extraordinaria orquestación y la capacidad apabullante para trazar paisajes sinfónicos de falso y bombástico triunfalismo fue bien captado y asumido por el movedizo Currentzis. Es una música que va como anillo al dedo a sus modos, a su técnica gestual, tan variada, tan demostrativa; a sus a veces caprichosas elongaciones, a su habilidad para establecer planos dinámicos adecuadamente contrastados.
Pudimos admirar en esa lectura el exquisito comienzo, en un hilo, de la obra, su crecimiento posterior hasta el paroxismo; la agreste coloración, la fogosidad rítmica de un casi descoyuntado “Allegretto”; el clima de inmensa desolación, cruzado episódicamente de los chisporroteantes choques de unas cuerdas contra otras, el imponente trémolo de los arcos del “Largo”, y la exterior explosión a los custro vientos del “Allegro non troppo” final. Todo sonó muy bien y en su sitio impulsado por la floreada mímica, sin batuta, de Currentzis. De propina, la conocida coral de la “Cantata 147” de Bach en una versión más bien atrabiliaria, con los componentes de parte de la familia de los vientos cantando a todo pulmón. Arturo Reverter
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