BUENA FORMA LA DE LOS ALEVINES
Obras de Milhaud, Ravel y Bartók. Joven Orquesta Nacional de España (JONDE). Director: Vasily Petrenko. Madrid, Auditorio Nacional, 20 de enero de 2025.

Vasily Petrenko
Muchas calendas han transcurrido desde que en 1983 el INAEM decidió constituir un joven conjunto que fuera base de aprendizaje de las nuevas mesnadas de instrumentistas, la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE). Muchos son también los jóvenes que figuran en las formaciones más prestigiosas e importantes del mundo, España incluida, por supuesto. Un magnífico crisol formativo, una escuela permanente de nuevas vocaciones, que ahora dirige artísticamente la violinista y pedagoga Ana Comesaña.
Siempre hay que celebrar un nuevo encuentro con estos alevines, que van caldeándose y perfeccionándose en algunas señaladas convocatorias, en las que exhiben sus avances y formación gracias a las enseñanzas de un muy solvente equipo artístico en el que figuran acreditados profesionales, instrumentistas y profesores. En esta ocasión los conciertos de una pequeña gira, con Madrid como centro de operaciones, han estado gobernados por una batuta tan segura y firme como la del ruso Valsily Petrenko (1976), un maestro ya muy formado y solvente, ágil, claro de gesto, firme de concepciones, muy demostrativo y movedizo en el podio. Sabe explicar con la mímica y resolver con prontitud. Aunque no siempre se coincida con sus planteamientos.
Desde luego sí hay que señalar su enfoque de ese curioso rondó que es Le boeuf sur le toit de Milhaud en el que el estribillo aparece hasta 14 veces en doce tonalidades diferentes. Petrenko lo bailó bien, dándole aire, acentuando donde correspondía, meciéndose en las partes más líricas y resaltando los abundantes contrastes instrumentales. Estupenda respuesta de la formación, con magníficas intervenciones del oboe solista y de las trompas; entre otros.
Con el mismo entusiasmo se enfocaron las dos suites del ballet de Ravel Daphnis et Chloé donde, de manera general, faltó sensualidad, transparencia y perfume, bien que todas las voces estuvieran en su sitio y que el factor rítmico fuera la firme base de una exposición bien construida. El gran “crescendo” que inaugura la segunda parte del “Amanecer” (segunda suite) tuvo más potencia y musculatura que exquisitez y adecuada coloración. La “Pantomima” fue bien subrayada en lo agógico y la “Danza general” mostró las virtudes y radiante sonoridad del conjunto. Remate tirando a confuso.
Las virtudes del director quedaron bien plasmadas en la interpretación del Concierto para orquesta de Bartók, bien dibujado en general y notablemente contrastado en sus distintos aconteceres. Estupendo el sigiloso y neblinoso comienzo, cargado de un misterio desvelado progresivamente. Poco a poco fuimos apreciando la calidad y afinación de las distintas familias en las entradas sucesivas. Impecable el marcaje de Petrenko, al que siguieron los músicos sin pestañear. Los protagonistas del “Juego de las parejas” anduvieron listos y el clima sonoro otorgado a la “Elegía” nos pareció muy apropiado, bien que las puntuales expansiones resultaran algo alicortas.
La batuta supo extraer el humor corrosivo que alimenta el “Intermezzo” y otorgar toda la fuerza telúrica al “Presto” de cierre tras el “Pesante” inaugural. Adecuados relieves en las distintas intervenciones instrumentales y perfectas las sucesivas imitaciones hasta desembocar con todo controlado en el maremágnum conclusivo. Buena labor de ensayos tuvo que haber para lograr el engarce en obra tan difícil y compleja. Empaste general más que aceptable. El colofón tras el éxito vino dado por un conocido pasodoble coreado por el respetable. Antes, otros dos bises: la inevitable Danza húngara nº 1 de Brahms y la “Farandole” de la Arlesiana de Bizet. Aquí, podríamos decir, algo más de ruido que nueces.
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