Te quiero, Teresa
Me pide La Razón el artículo que sabía me pediría al fallecimiento de Teresa Berganza. Sabía que me sentiría incapaz de escribir algo en ese momento y empecé, semanas atrás, a redactar algo personal. No lo terminé porque no creí que el final pudiese llegar tan pronto y, efectivamente, me siento incapaz de hacerlo hoy. Les dejo aquel borrador, contando los últimos años que viví con Teresa y el añadido de ayer.
Hoy, 18 de marzo de 2022, creo haber hablado con Teresa Berganza por última vez. A las 21,42 sonó mi móvil y en la pantalla apareció su nombre. Paré inmediatamente “El Padrino II”, que estaba viendo para celebrar los 50 años del primero de la serie y, muy nervioso porque no diese mal a la tecla y se cortase, respondí: “Teresa…” Dos días antes había sido su cumpleños y le había hecho dos regalos: un emotivo artículo y un precioso ramo de flores. Le leyeron el artículo y dijo a su hija Teresa que quería hablar conmigo. Ella ya no podía manejar bien el teléfono y le habían marcado mi número.
Hacía más de un mes que no hablaba con ella, cuando durante los dos últimos años lo hemos venido haciendo casi a diario. Las últimas veces me habló con voz ya algo débil y como cansada de vivir pero, al mismo tiempo, queriendo volver a ser la de antes. Teresa lo ha pasado muy mal en estos dos años. Vivía con una ayudante durante el día y sola por las noches. Varias veces se levantó de la cama y se cayó, con consecuencias de esguinces, moratones y dolores, en la cara, en las piernas… A su familia y sus amigos nos costó convencerla que necesitaba una persona por las noches, porque se resistía. Falleció su hermana en un hospital. La visitó días antes y prácticamente ya no la reconocía. Entre su casa y la de su hija Teresa, a donde se trasladó intermitentemente, enfermó de Covid. En este tiempo le empezaron también los mareos y tenía mucho miedo a salir a la calle. Fue de médico en médico para que le diagnosticasen. Al final le dijeron que tenía un tumor, un linfoma que trataron con cortisona. Empezó a estar dormida casi todo el día y a despertarse a horas diversas, llegando a dormir más de 30 horas seguidas. Sólo se levantaba para comer. Siempre le había encantado la cama, incluso trabajaba en ella, pero el apenas moverse la debilitó mucho.
La última vez que pude ver a Teresa en plenitud fue el 22 de febrero de 2020. La recogimos y llevamos al Horizontal, a donde había invitado también a Ruggero Raimondi y su esposa, Isabel Meier. Lo pasamos muy bien. Teresa estaba muy contenta. Ambos habían cantado juntos muchas veces.
Llegó el Covid y, por precaución, dejamos de vernos, pero hablamos a diario. Yo le enviaba WhatsApp con enlaces a lo que cada día retransmitían el Met, Viena, Munich, etc y ella elegía y lo veía ¡en su iPhone! Hubo que comprarle otro con la pantalla más grande. Luego hablábamos y cortábamos el traje, sobre todo a las escenografías. Ella estaba indignada con los registas “originales”. Siempre afirmaba “Sigo pensando que el espectáculo de la ópera o de la música clásica debe basarse, ante todo, en el respeto a la música que se escribió, al compositor y su obra. Todo eso me ha enseñado a ser humilde”. Criticábamos las desastrosas puestas en escena y ella me contaba anécdotas -algunas muy picantes- de los cantantes o directores que veíamos, Callas, Abbado, etc. Muchos de ellos ya no estaban entre nosotros. Así logramos sobrellevar la situación. Meses y meses.
El 15 de julio de 2021 se vino a casa para ver “La Traviata” desde el Teatro Real en mi televisión. No nos interesó y dejamos de verla tras el descanso para charlar de nuestras cosas. Traté de llevarla a comer de nuevo a la Horizontal, al aperto, en septiembre de 2021, pero fue imposible. La visitamos en su casa. Estaba guapa y orgullosa, quería andar por sí misma, pero tenía un andador cerca por si acaso. Quedamos en vernos de nuevo en octubre para recordar y redactar un guión sobre cómo cambió el mundo de la ópera de 1950 al siglo XXI. Volví a intentar el Horizontal y su hija Cecilia se ofreció a ayudarnos con la silla de ruedas en el coche. No pudo ser.
Pasó Nochebuena y Noche Vieja con su familia. Quizá fueron sus últimas grandes noches. Aún hablamos, pero a partir de febrero ya fue imposible. La última charla, el 18 de marzo.
Desde entonces Cecilia me ha ido poniendo al tanto de todo “Se nos va apagando poco a poco”…. Y se apagó.
Hoy, ya 23 de mayo, quiero recordarla en plenitud, con todo su carácter, encantador, de enorme picardía, pero también dominante. Recuerdo cuando, en mi juventud, te escuché por vez primera. Fue en los Reales Alcázares en 1972 y me quedé embobado. Aquellos Rossini y, sobre todo los Haendel, nunca podré olvidarlos. La frescura de tu voz en plena juventud, las coloraturas impactantes, el fraseo inmaculado, tu gracejo y, sobre todo, ese encanto especial en el decir que siempre te ha acompañado se echan hoy mucho de menos en el mundo lírico.
Luego ya fueron muchas veces. Tantas y tantas de las que conservo miles de anécdotas. Recuerdo, y nos hemos reído después muchas veces, cuando en el Mozarteum de Salzburgo, en su camerino tras terminar tu concierto, me echó la bronca porque me había visto mirar demasiado a Bartoli, mientras ella la miraba y escuchaba embelesada desde un palco. Yo estaba en la fila doce del patio de butacas y Teresa era capaz de controlarme. ¡Increíble!
Formada en piano, composición, música de cámara, órgano y violonchelo, Teresa Berganza ha dedicado su vida al canto, un arte que definía como un “árbol frondoso plantado en las orillas del río de la vida”. Representante de la Generación del 51, consiguió marcar la interpretación operística del siglo XX, “recuperando músicas e inventando nuevas maneras de verlas”.
Incluyó el repertorio de lied alemán y canción francesa, con el que se presentó en febrero de 1957 en el Ateneo de Madrid. Realizó su debut escénico en el Auditorio de la RAI y en el Festival de Aix en Provence en 1957, iniciando en los años siguientes una sucesión de éxitos y debuts en los centros operísticos más importantes del mundo – Viena en 1959 con Karajan, el Metropolitan con Abbado en 1962 y el Festival de Salzburgo de nuevo con Karajan en 1972. Rossini y Mozart se encuentraban entre sus compositores más apreciados, donde también destacan Händel, Bizet -inolvidables los ensayos de «Carmen» en Edimburgo con Abbado, Faggioni y Plácido-, Toldrá, Granados, Falla y García Abril. Defendía el estudio y el trabajo como único motor en el ascenso de su carrera profesional. Pero otros se encargarán aquí de su biografía.
Estos eran sus fundamentos junto a su exquisita musicalidad y su concepción de la interpretación, entendida desde la exigencia radical. Se la critico a veces por sus cancelaciones y yo mismo la sufrí la segunda vez que viajé para escucharla en la Ópera de Roma, pero ella se justificaba: “Mentir, no anular, significa tanto una falta de respeto a sí mismo, al público, como a la inefable realidad del arte. No anular implica también una supervaloración de sí mismo, carencia de humildad, menosprecio temerario del don divino en la entrega a los ídolos de una sutil técnica vocal, o a una siempre insuficiente ciencia médica”.
No podemos olvidar su dedicación a la enseñanza. Hay grabaciones de sus cursos en la Escuela Reina Sofía y en el Teatro de la Zarzuela. Tuvo entre otros alumnos a Ismael Jordi, Gabriel Bermúdez y María Bayo. «Cuando se presentó a mí era como una chica de pueblo. La tuve que enseñar no sólo a cantar, sino también a vestirse y muchas otras cosas».
En una de sus últimas entrevistas declaró: “Lo que he hecho ha llenado mi vida y ayudó a llenar la vida de otros, creo… y eso es suficiente para mí. Lo que más quiero ahora es vivir en paz y con buena salud”….
Vivía en San Lorenzo de El Escorial, justo enfrente de la entrada al Patio de los Reyes. Estaba muy ligada al pueblo e inauguró el Teatro Carlos III. Sin embargo se negó con muy buen criterio a que el Auditorio llevara su nombre «¿Para ver cómo se desaprovecha? ¡Hasta se irían cayendo las letras de mi nombre!»
Antes de fallecer dijo a su familia: “Quiero irme sin hacer ruido… No quiero anuncios públicos, ni velatorios, ni nada. Vine al mundo y no se enteró nadie, así que deseo lo mismo cuando me vaya”. Toda la familia respeta su voluntad y, para ella, su homenaje será recordarla en toda su plenitud y seguir disfrutando de ella a través de sus interpretaciones para recordarla siempre. Yo sé que, cuando lo dijiste, no eras sincera. Lo dijiste con la boca pequeña, como solías hacer muchas veces. Así que de nuestro homenaje no te libras. Teresa, te quiero. Gonzalo Alonso
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