Bayreuth acoge dividida la nueva producción de la única comedia de Wagner
La apertura de la nueva edición del célebre Festival de Bayreuth se inauguró, ayer, con división de opiniones. Como en ocasiones anteriores, durante la inauguración, la nueva producción de Los maestros cantores de Richard Wagner no pareció convencer a todos los asistentes (entre los que se encontraba la antigua canciller, Angela Merkel), por igual. Los protagonistas principales, en cambio, recibieron cálidas y prolongadas ovaciones, con un gran triunfo personal para el tenor Michael Spyres, que debutaba el rol de Walther von Stolzing.

Bayreuth estrenó, ayer, una nueva versión de “Los Maestros Cantores”
Bayreuth ya no es lo que era. Ahora no solo se pueden conseguir entradas para casi todos sus espectáculos. Los que conformarán el esperado 150 aniversario del año próximo ya vienen con descuento: 20% para algunos paquetes con las obras esenciales. Habrá un nuevo Anillo confiado a la Inteligencia Artificial, con la batuta de Christian Thielemann; un Holandés errante que marcará el debut de la soprano Asmik Grigorian en la cita y la novedad de Rienzi, que dirigirá Natalie Stutzman.
Con severos recortes presupuestarios, y un nuevo gerente para poner orden en las exiguas cuentas del negocio de la familia Wagner, Matthias Rädel, fichado en la ópera alemana berlinesa, la nueva producción de Matthias Davids del título favorito de Adolf Hitler basó todo su atractivo en una mezcla de minimalismo en un decorado de cómic, vestuario atemporal y caprichosa estética televisiva para el contundente final.
No se apreciaron grandes profanaciones frente a la obra original, pero aún así la puesta en escena no logró el consenso: los puristas siempre podrán alegar que el director cambia la época (en realidad, tampoco parece claro cuándo se desarrolla esta nueva producción), y se toma a chiste a sus personajes esenciales, mientras que los renovadores creerán que los guiños modernos no arriesgaron lo suficiente.
Sin demasiadas ideas por parte del director de escena, la anodina producción confió todo su éxito al buen hacer del equipo vocal y de las propias huestes de Bayreuth, sus legendarios orquesta y coro, esta vez bajo la batuta del italiano Daniele Gatti, que seguía la estela de compatriotas suyos como Arturo Toscanini o Alberto Erede.
Gatti, vetado por la orquesta de La Scala como director musical, pudo resarcirse con un triunfo en la meca wagneriana: su presencia en el escenario, al final de la maratoniana sesión de seis horas y media, fue acogida con muchos aplausos.
Aunque quizá no tantos como los que cosecharon los intérpretes principales. El mayor receptor de elogios fue George Zeppenfeld, un favorito de la casa, que ofreció un pletórico Hans Sachs. A su lado brillaron, también, Michael Spyres (Walther), Michael Nagy (Beckmessser) y Christina Nilsson (Eva).
Como suele ocurrir estos días, el único acuerdo entre los asistentes fue reconocer el trabajo del largo reparto convocado, la orquesta y el coro, de sonido siempre glorioso, y el propio Gatti, muy complacido por la respuesta de los asistentes.
Con un inicio templado, el resto del certamen tampoco parece ofrecer, al menos no este año, suculentas propuestas como las de otros tiempos más felices, cuando conseguir una entrada para algunos de los espectáculos programados podía resultar como una carta a los Reyes Magos en casa pobre.
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