El Festival de Chorégies d’Orange, nacido en 1869, ha sabido conservar toda su originalidad por el nombre que lleva, del griego «choreos», que le vincula así a la tradición grecolatina; por el lugar en el que tienen lugar cada verano, un teatro antiguo perfectamente conservado, con capacidad para 8.300 personas y que tiene el privilegio de haber conservado su «Muro», garantizando una acústica excepcional; por la vocación lírica y musical que se han dado y que les permite estar al frente de los grandes festivales franceses y tener una reputación internacional innegable. Cada año, las Chorégies d’Orange atraen a más de 50.000 personas. Entre sus grandes éxitos sobresale una impresionante “Norma” con Montserrat Caballé y una destacable “Forza del destino”, también con ella.
“La cultura es vida”, opina Jean-Louis Grinda, su actual director, para combinar sus citas tradicionales – Pop the Opera; el programa Musiques en fête; y el proyecto Scène émergente, dedicada a jóvenes talentos nacionales, con la vocación de crear una oferta artística diversa con la que tanto melómanos y aficionados como el público general se sientan identificados.
Se desarrollará entre el 14 de junio y 22 de julio y el centenario de la muerte de Puccini será el epicentro de su programación. La efeméride se conmemorará con la representación de Tosca, que se ofrecerá en versión de concierto como clausura de la programación, con un elenco compuesto por Aleksandra Kurzak, Roberto Alagna y Bryn Terfel como Floria Tosca, Mario Cavaradossi y el Baron Scarpia, respectivamente.
Esta será la única ópera presente en la programación, precisa Jean-Louis Grinda, director del festival, de acuerdo a la “frágil situación económica del festival”. Para este verano de 2024, la propuesta operística se completaba inicialmente con Lucia di Lammermoor, pero su puesta en escena ha sido pospuesta a la edición de 2025.
Adicionalmente, albergará las actuaciones de Khatia Buniatishvili, cuyo debut fue suspendido el año pasado, acogerá el espectáculo Les Saisons del Malandain Ballet Biarritz; y el recital de Edgar Moreau, que abordará las seis suites para violonchelo de Bach.
Tras la segunda guerra mundial, Francia quiso recuperar su trono en el universo de la cultura. Así en 1946 creó el Festival de Cannes y un año después el de Avignon, que a día de hoy siguen siendo referentes mundiales en lo que al cine y el teatro se refieren. Faltaba un festival que centrará su atención en la lírica, y así, en 1948, nació el Festival de Aix de la mano de Gabriel Dussurget (1904-1996), gran amante de la música que, como suele pasar con casi todas las ideas geniales, tuvo que contar con apoyo económico, que en este caso provino de la condesa Lily Pastré, dama de la alta burguesía de Marsella.
Entre sus directores han figurado Bernard Lefort, quien abrió el bel canto en 1974; Louis Erlo, que lo especializó en el barroco y Stéphane Lissner, llegado del Chatelet y al tiempo que preparaba el Teatro Real. Es recordado por su Don Giovanni con Claudio Abbado y Peter Brook, así como por haber dado su primera gran oportunidad a Daniel Harding. En la actualidad lo comanda Bernard Foccroulle.
La mayoría de los grandes cantantes han intervenido en el festival, pero son muy recordadas las participaciones de Teresa Berganza y Montserrat Caballé. La primera debutó allí en 1957 con Cosi fan tutte, para después abordar Las bodas de Fígaro, El barbero de Sevilla, Alcina, etc. La segunda Roberto Devereaux, Semiramide, etc.
El pasado año fue elegido por los Premios Internacionales de Ópera como el mejor festival.
En el Stadium de Vitrolles, ya recuperado como sede dará comienzo el Festival el próximo 3 de julio y hasta el 23.
Cada edición del Festival tiene su propia identidad. Dos dominantes le dan su tono este año: francés, hace escuchar su refinada prosodia desde Sansón después de Rameau hasta Pelléas y Mélisande de Debussy pasando por Iphigénie de Gluck; Barroco, extiende su arco resplandeciente desde Il ritorno d’Ulisse in patria de Monteverdi hasta La clemenza di Tito de Mozart, entrelazándose así en torno a la trinidad que domina la ópera del siglo XVIII y sienta las bases de la modernidad: Rameau, Gluck y Mozart.
También celebra a Puccini, en el ya citado centenario de su muerte e incluso teatro musical, con un fascinante díptico compuesto por Ocho canciones para un rey loco de Peter Maxwell Davies y Kafka-Fragmente de György Kurtág, pero también El gran sí, el gran no , una creación del genial William Kentridge presentada en LUMA Arles.
La Clemenza di Tito de Mozart, una ópera de concierto ambientada en el espacio, profundiza en los repertorios queridos por el Festival y es la ocasión para intérpretes esperados, como Pene Pati como Titus y Karine Deshayes como Vitellia. Marianne Crebassa regresa al Festival de Aix-en-Provence después de haber iluminado algunas ediciones recientes.
Las grandes voces de hoy también están presentes: el debut de Ermonela Jaho, de Corinne Winters, realizando el tour de force de interpretar sucesivamente las dos Ifigenias, o Sondra Radvanovsky, Elīna Garanča, para un recital en el Grand Théâtre de Provence, Jacquelyn Stucker o Anna Prohaska. Los artistas franceses también estarán presentes, con un retrato dedicado a Lea Desandre y con la presencia de Stanislas de Barbeyrac, Véronique Gens, Laurent Naouri, Florian Sempey y Alexandre Duhamel.
Esta edición también está marcada por la fidelidad a las orquestas y a sus directores musicales como la Orquesta de París y Klaus Mäkelä en el marco de un gran fin de semana sinfónico alrededor del 14 de julio, el divertido programa elaborado por el JACK Quartet hasta los encargos realizados a los compositores Diana Soh, Charlotte Bray y Golfam Khayam.
Las dos caras de la moneda en Francia, problemas en Orange y exuberancia en Aix.
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