Trabajar junto al mejor en lo suyo puede ser una situación de alto riesgo, a menos que su excelencia trascienda su ciencia y se transforme en docencia. En ese caso, se convierte en un privilegio. Y lo fue.
Dueño de un oído exquisito y una inigualable sutileza, desde sus textos, que publicó en este diario durante más de tres décadas, abordaba la música desde una perspectiva que trascendía las notas.
El periodista, escritor, maestro y ensayista murió el sábado, a los 63 años. Este domingo fue velado en el marco de los protocolos sanitarios. La despedida en las redes es conmovedora. Será inhumado en Mar del Plata, su ciudad natal.
En La Nación, Pablo Gianera se juega con una verdad inmensa:
Monjeau fue, sin duda, un crítico de música fuera de serie, el mejor que haya dado la Argentina y, sin exageraciones nacionalistas (que él tanto aborrecía), de cualquier otro lugar que se quiera. Esto salta a la vista a todo lector más o menos informado. Fue eso y, por serlo, fue más que eso. El arte del ensayo y la historia de este arte tienen en él un modelo al que se tiende, aunque se sabe irrepetible.
La web oficial de la Biblioteca Nacional expresó: Con el fallecimiento de Federico Monjeau, desaparece prematuramente uno de los más brillantes críticos, ensayistas y pedagogos que, desde la música, propusieran una mirada innovadora sobre la estética del arte.
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