4 de octubre de 2024

Radio Clásica

Argentina

Madrid festeja el arte de componer ‘en polaco’

Aseguraba el poeta Adam Zagajewski, dentro de un ensayo incluido en su libro En defensa del fervor (Acantilado), que “escribir en polaco quiere decir también asumir la complicada herencia de la historia de Polonia”. Alguien que tiene “otros genes en la sangre y en la tinta” para afrontar un país que desde finales del siglo XVIII hasta la segunda década del XX fue una quimera. Se podría decir algo similar acerca de componer “en polaco”.

Lo demuestra estos días, en Madrid, el Teatro Real, con el estreno en versión de concierto de la ópera Halka, de Stanisław Moniuszko, en colaboración con la Embajada de Polonia y el Instituto Polaco de Cultura. Un evento que coincide con la celebración del 105º aniversario de la independencia de Polonia, que tendrá lugar mañana sábado, 11 de noviembre. Se han sumado a esta celebración otras instituciones, como la Fundación Juan March, con el ciclo Un siglo de música polaca donde repasa los principales compositores autóctonos de la última centuria como Szymanowski, Lutosławski y Penderecki.

El director Łukasz Borowicz levanta la partitura de Moniuszko, al finał del estreno de ‘Halka’, el jueves en el Teatro Real.

La velada del pasado jueves, 9 de octubre, terminó con una gran ovación en el coliseo madrileño. Iba dirigida a los artistas sobre el escenario, pero también a la magnífica partitura de Moniuszko. Hablamos del gran operista polaco del siglo XIX. Un nombre que suele colocarse en ese país junto a Chopin, de quien fue compañero de estudios en el Conservatorio de Varsovia. Halka es su ópera más popular, pero también el título fundacional de la ópera nacional polaca, al igual que Una vida por el Zar, de Glinka, en el caso ruso, o La novia vendida, de Smetana, en el checo.

Las influencias de Glinka y Smetana son evidentes en Moniuszko, pero también los modismos del bel canto italiano y la huella de Carl Maria von Weber. No obstante, el compositor polaco aporta una habilidad personal para integrar ritmos de danza autóctonos, como la polonesa, la mazurca y las danzas montañesas. Y el resultado musical termina por superar la calidad dramática de un libreto irregular, redactado por el poeta Włodzimierz Wolski, e inspirado por un relato costumbrista de Kazimierz Wójcicki sobre la confrontación social entre nobles y aldeanos.

La soprano Corinne Winters, el tenor Piotr Beczała y el bajo-barítono Tomasz Konieczny durante el estreno de ‘Halka’, el jueves en el Teatro Real.

Una historia arquetípica con un doble triángulo amoroso. Por un lado, combina al joven aristócrata Janusz, que repudia a la campesina Halka para casarse con Zofia, la hija del acaudalado Stolnik. Y, por otro, Halka sigue perdidamente enamorada de Janusz y rechaza las proposiciones sentimentales del campesino Jontek. Una trama que termina en tragedia con el suicidio de la joven arrojándose al río.

La primera versión de Halka, de 1847, tenía dos actos y fue rechazada por el Teatr Wielki de Varsovia por considerar su tema políticamente incendiario. Diez años después, el teatro polaco cambió de opinión y Moniuszko optó por ampliarla hasta conformar los cuatro actos que la convirtieron en un símbolo nacional.

Para este estreno de Moniuszko en Madrid se ha contado con un equipo artístico casi exclusivamente polaco junto al Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. El trío protagonista y el director de orquesta provenían de una nueva producción de Mariusz Treliński estrenada, en diciembre de 2019, en el Theater an der Wien. Ahora, en versión de concierto, la música gana frente al drama, aunque sorprendió ver a los cantantes tan dependientes de la partitura.

El gran triunfador de la velada fue el Jontek del tenor polaco Piotr Beczała, uno de los principales lírico-spinto del momento tanto en el repertorio italiano como francés y alemán. Su actuación en el Teatro Real, cantando en su lengua materna, superó con creces el Radamés, de Aida, de la temporada pasada. Deslumbró en el segundo acto, pero convirtió su famosa aria del cuarto, Szumią jodły na gór szczycie (Sobre las cumbres lejanas), en lo mejor de la noche luciendo su bello tono de miel junto a una precisa atención al fraseo y las dinámicas.

Corinne Winters quedó un punto por debajo como Halka. La soprano lírica estadounidense exhibe un timbre algo metálico, aunque cantó con entrega su conmovedora preghiera final. No obstante, su mejor momento fue la bellísima aria en re menor del segundo acto, Gdyby rannem słonkiem (Al sol de la mañana), que es el pasaje más bello de toda la ópera.

El bajo-barítono polaco Tomasz Konieczny tiene una voz demasiado gruesa y wagneriana para Janusz, a pesar de sus esfuerzos para ajustarla a las demandas indicadas en la partitura. Mejor resultó el bajo ruso Maxim Kuzmin-Karavaev, como Stolnik, que regresaba al teatro madrileño tras su buen Vodník de Rusalka hace tres años.

En el resto del reparto, tanto el barítono Tomasz Kumiega como la mezzo Olga Syniakova, Dziemba y Zofia, destacaron en sus breves intervenciones y en los conjuntos, como en el excelente sexteto con coro que cerró el segundo acto. Y no olvidamos destacar la incorporación, al final, del barítono cordobés Javier Povedano como gaitero.

El otro gran triunfador de la noche fue el director de orquesta polaco Łukasz Borowicz. Su dirección intensa, flexible y segura ya distinguió la magnífica obertura de la ópera, donde Moniuszko resume musicalmente toda la trama, con esa característica figuración inicial de flauta y clarinete que representa el dolor de Halka. Borowicz resultó ideal también en el manejo del tempo y en el acompañamiento de las voces. Y brilló además en las danzas, aunque la famosa mazurca que cierra el primer acto terminó mejor que empezó. La Orquesta Titular del Teatro Real volvió a resultar admirable en todas sus secciones, pero también en la calidad de sus solos, como fue el caso del violonchelista Simon Veis. Y el Coro Titular del coliseo madrileño volvió a deslumbrar, especialmente en los dos últimos actos.

El Cuarteto Apollon Musagète

Esta fiesta musical polaca en Madrid arrancó, en realidad, el pasado 8 de noviembre, en la Fundación Juan March. El inicio del ciclo de los miércoles, que este mes se dedica a la música polaca del último siglo, fue un evento musical protagonizado por el Cuarteto Apollon Musagète con una sorpresa inesperada. El conjunto camerístico polaco, que toca con tres de sus integrantes de pie, abrió con una versión deslumbrante del Cuarteto núm. 3 “Hojas de un diario no escrito”, de Krzysztof Penderecki. Una interpretación que fluyó desde el ostinato al folclorismo, y donde destacó el excelente violista Piotr Szumieł. Prosiguieron, antes del descanso, con una fluida versión del textural y arquitectónico Cuarteto de cuerda, de Witold Lutosławski.

Abrieron la segunda parte con el Cuarteto núm. 4, de Penderecki, pero con la sorpresa de incluir un movimiento adicional con respecto a lo estrenado, en diciembre de 2016. En el programa se indicaba como Finale. Allegro risoluto. Y salimos de dudas tras consultar lo indicado por Paul Schäffer en el prefacio de la reciente edición de la obra en la editorial Schott. Por lo visto, Penderecki dejó muy avanzado este movimiento final del cuarteto y su viuda, Elżbieta Penderecka, entregó el manuscrito, en 2022, a Claus-Dieter Ludwig, amigo y editor del compositor polaco, que pudo añadirlo como movimiento final de la obra. Se trata de la última música escrita por Penderecki que el propio Cuarteto Apollon Musagète estrenó en el Festival Beethoven de Varsovia, el pasado 29 de marzo, para conmemorar el cabo de año de la muerte del compositor. Y en la March se ha escuchado por segunda vez.

El nuevo movimiento duplica la extensión final de toda la composición, al superar levemente la duración de los dos anteriores. Asistimos al cambio de protagonismo de la viola por el violonchelo, que dispone de su propia cadencia. Y el final recapitula todo lo anterior, como si una vida pasase por nuestra retina en pocos segundos, y con esa breve cita de la música callejera que el compositor escuchó durante su infancia en Dębica.

Para terminar, los instrumentistas del Apollon Musagète reservaron lo mejor de la noche: una versión fascinante y llena de imaginación sonora del Cuarteto núm. 1, op. 37, de Karol Szymanowski. Una obra escrita durante la Gran Guerra donde parte de su característico impresionismo dionisiaco, prosigue evocando el parque Sofieska de Umán y termina con un guiño fugado, una curiosa parodia beethoveniana donde escribe cada instrumento en una tonalidad diferente.

Aparte de la segunda representación de Halka del sábado, 11 de noviembre, que coincidirá con la fiesta nacional de Polonia, el Centro Nacional de Difusión Musical se unirá a la celebración, el lunes 13. Un concierto homenaje a Penderecki, dentro de su ciclo Series 20/21, donde la Sinfonietta Cracovia tocará un monográfico que se abre con la Sinfonietta núm. 3, la versión para orquesta de cuerda de su referido Cuarteto “Hojas de un diario no escrito”. Y el ciclo de la March proseguirá los tres próximos miércoles con recitales de la pianista Ewa Pobłocka, la Ensemble de la ORCAM dirigida por su titular Marzena Diakun y el Trío Penderecki. Tres conciertos donde se escuchará más Szymanowski, Lutosławski y Penderecki, algo de Górecki, pero también de la principal compositora polaca de esa época: Grażyna Bacewicz.

Tampoco faltará en la March algo de Chopin e incluso de Ignacy Jan Paderewski, un músico hoy mucho más recordado como pianista que como compositor. Podemos apuntar su ópera titulada Manru, de 1901, de perfume patriótico y una trama similar a Halka. Y también su lugar en la historia de Polonia como el tercer primer ministro de su historia, en 1919. No hay muchos países que hayan tenido un mandatario que fuera, además, un gran músico.

Seguir leyendo