13 de diciembre de 2024

Radio Clásica

Argentina

La ópera de ‘La Regenta’: una producción lírica de muy alto voltaje

Es bien conocido que La Regenta, el clásico de Leopoldo Alas, ha sufrido considerables frenazos por razones de toda índole. Frenazos que el franquismo prolongó hasta que una película y una serie de televisión reclamaron la merecida popularidad de esta obra, que algunos han juzgado como capaz de estar a la altura de El Quijote.

Quizá esta maldición haya salpicado algo al proyecto de ópera que imaginaron hace ya un par de décadas Amelia Valcárcel como libretista y la compositora Marisa Manchado Torres. Pero, como veinte años no es nada, que decía el tango, la ópera ha terminado por llegar a las tablas de Matadero Madrid gracias a la colaboración del Teatro Real y el Teatro Español. Eso sí, no le ha faltado su punto de mezquindad, ya que la versión que Manchado tenía ya terminada se ha visto obligada a jibarizarse en formato, duración y orquestación. Queda, pues, para un futuro por determinar la posibilidad de que la ópera completa se vea y escuche en algún lugar de nuestra sufrida patria.

En el escenario, de izquierda a derecha: María Miró (la Regenta, Ana Ozores), Gabriel Díaz (Sapo) y figuración (dos criadas). Arriba, solistas y Coro de la Comunidad de Madrid.

De todos modos, la versión apretada de La Regenta que se estrenó este martes en Madrid brinda un espectáculo portentoso por muy diversos motivos. Hay una filiación feminista muy clara desde el origen del proyecto y la visión musical de Manchado entra de lleno en ello. Decía la compositora en una reciente entrevista que sus referencias más importantes eran las dos óperas de Alban Berg, Wozzeck y Lulú, y Die Soldaten, de Zimmermann en una ciudad cuartel del siglo XVIII. Son tres momentos culminantes de la destrucción de una mujer, salvo en Wozzeck, en donde la aniquilación de Marie es un drama colateral a la destrucción del pobre soldado Wozzeck. Pero es, sin duda, de Die Soldaten donde la referencia es más clara, el modo en que el entorno de hombres, desde el padre hasta los nobles que pululan por la ciudad cuartel que retrata Jacob Lenz destruyen a Marie (otra Marie).

Es muy interesante que los personajes principales de esta Regenta operística vayan vestidos a lo siglo XVIII, mientras que el resto, reflejado por el coro, lo hagan en su época, finales del XIX e incluso la amiga de la infortunada Ana Ozores, Obdulia, aparezca como una buscona de nuestra época reciente. La idea está muy clara y funciona admirablemente, Ana Ozores, la Regenta, es en cierto modo todas las mujeres, al menos las más desafortunadas de la tradición operística moderna. Es un grito de protesta necesario ante la cansina repetición de heroínas líricas siempre sacrificadas, siempre destruidas que lastran pesadamente la historia del arte lírico. También es interesante el dato de que Ozores es permanentemente vestida y vuelta a desvestir por dos criadas a la vista del público, como si fuera un monigote o un personaje prescindible en una historia en la que siempre ganan los seres despreciables que, ¡oh casualidad!, son siempre hombres. Este último dato me sirve para mencionar a otra mujer, Bárbara Lluch, directora de escena del montaje, que, no solo desnuda a la protagonista, también lo hace con un escenario desprovisto de rasgos y que traslada al espectador la forma de un infierno mental que es el verdadero teatro del drama de La Regenta.

Una imagen del montaje 'La Regenta'.

En lo que concierne a los elementos artísticos de esta propuesta, destacaría, en primer lugar, los musicales. Marisa Manchado maneja con imaginación más que notable los recursos de un ensemble de diecisiete instrumentos, alternando los tutti con escalofriantes solos instrumentales que se enroscan en el entramado de la voz. En lo que concierne a la vocalidad, Manchado maneja con sobriedad un texto que conduce inexorablemente a un recitativo dramático en que salpican gestos melismáticos con otros hablados, pero lo suficientemente cortos que suenan como pura música. Con estas herramientas construye una narración muy convincente que apenas recurre a concesiones tan habituales hoy día. Es música moderna que no pide permiso para serlo ni proclama manifiesto alguno. Una hazaña, indudablemente, que sitúa a Marisa Manchado en un palmarés muy alto en la ópera contemporánea española actual.

El libreto de Amelia Valcárcel tiene el mérito de proporcionar casi un esqueleto de la novela original de Alas sin que quede nada por decir; lo que queda es una desolada historia de destrucción de una mujer como seguramente ha habido miles. Y ese vacío de espesor en el daño es su mayor aportación a cualquier debate contemporáneo sobre el sufriente estatuto de múltiples mujeres que quizá sean solo una, en este caso Ana Ozores.

El director musical Jordi Francés y la directora de escena Bárbara Lluch.

Respecto al equipo artístico, destaquemos el reparto dominado por la soprano María Miró, que encarna a la desgraciada Ana Ozores con enorme solvencia, tanto vocal y musical como actoral. Sus antagonistas, los hombres que la llevan a la ruina, tienen una plasmación lírica excelente, David Oller, en su papel de Magistral, y Vicenç Esteve como el pérfido y sinuoso Álvaro Mesía; sin olvidar al melifluo y, a la postre, tóxico marido interpretado eficazmente por Cristian Díaz. Con mención especial para la Obdulia de María-Rey Joly. El resto del reparto está a la altura de una ópera equilibrada y eficaz.

Los directores artísticos llevan su gestión con maestría. A la batuta musical, merece sobresaliente el joven y ya bien probado Jordi Francés y la ya citada Bárbara Lluch en lo escénico. También merece mención especial el coro que canta y actúa admirablemente, encarnando el espíritu de Vetusta desde unas gradas inquietantes que acentúan la soledad y el miedo de la protagonista.

En resumen, una producción lírica de muy alto voltaje que pregona las virtudes de unas artistas necesarias.

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