Javier Franco: “Me gusta mirar al público a los ojos mientras canto”
El barítono interpreta “La bohème”, de Puccini, en el Teatro Campoamor de Oviedo con el montaje de Emilio Sagi estrenado en 2000 y de la que se representarán seis funciones
Se levanta el telón y se escucha el ruido de una máquina de escribir. Es Rodolfo quien teclea. Tac-tac-tactac. Marcello, que es Javier Franco, mientras tanto, pinta. Hace frío fuera. Y dentro, también. El contador de la luz funciona con monedas. Las vidas precarias de estos amigos casi hermanos van y vienen. Puccini creó para “La bohème” una música única para una existencia bohemia que ve pasar los días entre el frío gélido del invierno y el calor de una copa de vino.
El cantante, nacido en La Coruña, tiene un especial cariño al montaje que se estrena en el Teatro Campoamor de Oviedo, pues con él “debutó” en España, después de hacer, no las Américas, sino las Europas, concretamente las Italia tiempo ha: “Tenía que ganarme la vida y allí me fui”. Llegó de regreso con algunos roles “de más peso” en la maleta, un buen equipaje que le sirvió como carta de presentación. Algunos premios le avalaban y Sagi le puso el ojo encima y a Marcello en el camino: “Este papel se puede cantar mal, pero hacerlo bien es muy difícil. No te exige estar al límite como otros (y recuerda el indiano de Los gavilanes que acaba de cantar en la Zarzuela). Está perfectamente construido y es de enorme belleza”, cuenta. Puccini es para Franco EL compositor y esta obra, uno de esos ocho mil que en el mundo de la lírica hay: “Marcó un máximo con esta obra y desde ahí ya no se pudo llegar más alto”, subraya. Y eso que en su estreno, 1896, tuvo que medirse con Wagner y “El ocaso de los dioses”. Salió perdiendo. Pero la pieza se ha ido engrandeciendo con el paso del tiempo.
Un cuento de Navidad
Cuenta que la producción nació en el Campoamor, “está hecha a la medida de este teatro. Y está ambientada en los años sesenta del siglo pasado, pero es respetuosa, totalmente, con el contenido, es decir, que no cambia ni trastoca la historia y visualmente resulta realmente bonita”. El espacio en el que han de moverse los cantantes no es demasiado grande, pero poco importa: Los actos primero y cuarto se desarrollan en la buhardilla, hay que bajar escaleras, pero dice que es como estar en la casa de uno, en la propia. Se han hecho al espacio. ¿Es un título que suele programarse en Navidad? “Quizá sí, por el argumento, pero te diré que es la primera vez que lo voy a cantar con frío”, señala el barítono y se ríe al recordar los ensayos, unos cuantos años atrás, en pleno mes de agosto con bufanda al cuello y de puertas afuera el mercurio marcando más de 30 grados centígrados. El Teatro Real cerrará el año en diciembre también con la obra de Puccini.
La normalidad parece que llega. Poco a poco. Cantar con público es cantar. No cree el artista que el “streaming” ni las retransmisiones digitales vayan a arrinconar a la ópera en vivo: “Durante la pandemia han sido fundamentales para mantenernos ahí, para alimentar a través de la cultura, pero no creo ni que sean competencia ni que vaya a cambiar el gusto del público. Cantar en directo no tiene nada que ver , lo mismo que mirar al público a los ojos, buscarlo con la mirada y adivinar qué está sintiendo. Yo lo necesito. No hay más que echar un vistazo a los teatros o ver cómo los musicales han regresado con una fuerza enorme. Pienso, también, que quizá se deba a lo que tiene de ceremonia en grupo”. Espera que en el Campoamor se disfrute casi como antes y que los huecos que aún queden por llenar vayan desapareciendo poco a poco. Ojalá sea cuestión de tiempo.
Compañía estable de zarzuela
Dice que Puccini es de una precisión única: “Es imposible que pueda ser mejor, su profundidad musical, su precisión constante… Y sabe tocar la tecla de la emoción, tiene la fórmula para saber emocionar. Yo reconozco que siempre lo hago”. Ama tanto al maestro de Lucca como a la zarzuela, un género grande que debería, asegura, potenciarse aún más: “Hay tanta y tan buena… Y se está haciendo tan bien en el Teatro de la Zarzuela. Bianco da a los cantantes la oportunidad de estar en un título al año, y con ello se establece una continuidad”. Y va un paso más lejos: “Yo me apuntaría a una compañía lírica estable, claro que sí. Son una escuela, un conservatorio con la posibilidad de hacer funciones reales”, cuenta. Y daría un empujón a que los compositores actuales escribieran ópera contemporánea: “¿Por qué no vamos a poner en valor lo nuevo? Se puede hacer una obra comercial y que tenga calidad. Esa es la fórmula para que llegue al público”.
Se confiesa “facilón” a la hora de trabajar con sus compañeros. “Tengo mucha y buena conexión”. Y pone como ejemplo la acogida que el grupo ha dado al tenor que sustituye al titular, el italiano Alessandro Scotto di Luzio, al que han acogido como uno más “y aunque se ha incorporado con los ensayos empezados ya es uno más. Es buenísimo y muy tranquilo”. Junto a ellos, Juan Noval Moro, David Menéndez, que regresa después de su notable debut con “Bodas de Fígaro” en el Bolshoi, Vicente Esteve Corbacho, Simona Mihai, Miren Urbieta-Vega, Robert Mellón, David Lagares, Manuel Fuentes, Elena Sancho Pereg y Laura del Río, además del Coro Intermezzo, titular de la Ópera de Oviedo. Corrado Rovaris dirigirá a la Orquesta del Principado de Asturias. Gema Pajares
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