UNA MIRADA ACTUAL AL PASADO
Javier Carmena: “El orgullo de quererte.” Germán Olvera, Santiago Ballerini, Enrique Viana, María Rey-Joly, Mar Morán, Andrea Rey, Berna Perles, Gerardo López, Jesús Cantolla, Daniel González. Dirección musical: Alondra de la Parra. Dirección de escena: Albert Boadella, Martina Cabanas. Teatros del Canal, Sala Roja, 11 de septiembre de 2025.

Escena
Hace tres años, concretamente el 7 de julio de 2022, se presentó en los Teatros del Canal, en versión concertante, la zarzuela de nueva creación El orgullo de quererte del tenor, pianista y compositor Javier Carmena, quien, según propia manifestación, había querido hacer “un canto a Madrid y a una de sus fiestas más emblemáticas a nivel mundial. El hilo conductor es el debate sentimental en que están inmersos los protagonistas, personajes de hoy con problemas de hoy”.
Nos encontramos con un producto literario-escénico-musical bien labrado, de líneas estupendamente trazadas, animado, colorista y versátil. Carmena, sobre libreto bien trazado y en ocasiones gracioso, del tenor Felipe Nieto, no ha querido ser original y ha empleado, con conocimiento e inspiración, una falsilla común a tantas obras -zarzuelas grandes y chicas, comedias musicales, revistas, entremeses…- adaptándolas a los nuevos formatos y empleando los medios que proporcionan las modernas tecnologías. Pero lo ha tenido claro: la nueva obra debía seguir planteamientos, procedimientos musicales y vocales de otro tiempo, en ocasiones muy manidos.
Desfilan ante el oyente-espectador viejas fórmulas, pasos de baile, danzas y ritmos de aquellos que empleaban, por ejemplo, Sorozábal o Guerrero (pasodobles, fox-trot, boleros, chotis, fandangos…) y, antes que ellos, los trazos de índole más romántica, con planteamientos de zarzuela grande o chica, Bretón, Chapí, por citar dos nombres. Y lo ha hecho a conciencia con un lenguaje por supuesto tonal, con romanzas y dúos, con conjuntos muy variados, con coros de distinto signo. Sin ningún rebozo. Y con concertantes y finales de acto muy a lo grande, como el tan excelentemente construido, sin buscarle tres pies al gato, del acto II.

Imagen de uno de los ensayos de la producción
No se ha encogido Carmena y ha dejado fluir unas indudables dotes melódicas; con temas recordables, expuestos a veces primero por la orquesta y más tarde aplicados al canto. Las voces aparecen bien tratadas, con conocimiento (no olvidemos que también es cantante y pianista). De ahí que, aunque en ocasiones las exigencias a los solistas -sobre todo a los dos protagonistas masculinos y al personaje de La Petri- son grandes, sus líneas canoras y sus proporciones sean relativamente cómodas. Lo que dio ocasión al lucimiento de dos buenos cantantes: el barítono mexicano Germán Olvera y el tenor argentino Santiago Ballerini.
El primero luce una voz ampliamente lírica, extensa e igual, bien timbrada, sin problemas arriba. Respira bien y apoya; y regula con ascensos al agudo bastante cómodos. No muy voluminosa, pero bien sonante. Su romanza del acto tercero fue ejemplar. Lo fueron también las prestaciones de Ballerini. Es un lírico próximo a lo ligero con un centro no muy carnoso y una zona superior bien poblada, en la que la voz crece sin problemas circulando por el Fa, Sol o La de manera bien aireada y luminosa. El apoyo casi siempre adecuado. Junto a ellos se lució en el tercer acto, con una muy bella romanza, la soprano Berna Perles, de tinte oscuro y rotunda sustancia vocal.
Desigual, pero colaborador el jacarandoso trío de muchachas: Mari Cruz, soprano, Mari Trini, soprano, y Mari Paz, mezzo, servidas respectivamente por María Rey-Joly (algo apagada y vibrátil), Mar Morán (penetrante y segura) y Andrea Rey (de agradable timbre y poco volumen). Todos, junto a la Orquesta y Coro de la Comunidad, este algo agreste en ocasiones, obedecieron las ágiles y variadas órdenes de Alondra de la Parra, que, entusiasta y comunicativa, realizó una buena labor en el foso gobernando a una orquesta de unos 50 miembros. Hubo ciertas faltas de encaje y de empaste en los primeros números.
La puesta en escena, de Boadella y Cabanas, fue animada, bien movida e intencionada, aunque parecieran discutibles algunos efectos. Puede que sea algo pueril, por ejemplo, el situar a P.J., el tenor y caricato Enrique Viana -que es quien nos narra, con su gracejo habitual, desde el futuro los hechos ocurridos en Chueca en 2025- en una suerte de rueda del tiempo que va de aquí para allá (en posición nada cómoda para el intérprete) mientras rememora el pasado y su relación con Alonso. Un artilugio evitable. Hay continuo trasiego, desfile infantil de maquetas del Orgullo Gay y momentos de lógico confusionismo entre tantas idas y venidas. El final, por mor de la visión de los registas, no es nada esperanzador y quizá no casa del todo con la idea inicial de los autores y de la música. Arturo Reverter
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