La gloria de la música
72 FESTIVAL DE GRANADA. Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Yuja Wang (piano). Gustavo Gimeno (director). Obras de Coll, Rajmáninov, Strauss y Ravel. Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fecha: 6 julio 2023.
Tras la narrativa, genial y virtuosa versión de la Rapsodia sobre un tema de Paganini protagonizada por Yuja Wang (Pekín, 1987) el jueves en el Festival de Granada, magistralmente acompañada por un Gustavo Gimeno (València, 1976) que respiró, transpiró y sintió al unísono con la diosa del piano, esta crítica iba a titularse “La gloria del piano”. ¡No podía ser de otra manera! Pero tras la casi kleiberabbadiana versión que Gimeno y sus crecidos músicos de la Filarmónica de Luxemburgo brindaron de la suite de El caballero de la rosa en la segunda parte del programa, y la exultante y enfatizada La valse de Ravel con que lo cerraron, no cabe más título que “La gloria de la música”. Es el recuerdo más poderoso que deja este concierto feliz y por tantas cosas inolvidable.
Gloria y felicidad de la gran música bien hecha. De la obra de arte servida con talento, fidelidad y verdad. Sin postureos ni tonterías exhibicionistas. Yuja Wang es un fenómeno indescriptible. Uno de los grandes de la historia del teclado. De ayer, hoy y siempre. Su cuerpo menudo y su aspecto de diseño, con zapatos imposibles de tacones kilométricos y saludos casi robóticos, envuelven a una artista tan inmensa como la fuerza -no solo decibélica- y hondura de su expresión. Cantó y contó la Rapsodia sobre un tema de Paganini -una obra que le viene como anillo al dedo- con pasión y apabullante derroche de medios técnicos jamás gratuitos o fútiles. Su colosalismo pianístico hace expresión del virtuosismo y conmoción de la expresión; mientras que el fraseo y el inmenso abanico dinámico son calibrados con parejas dosis de cerebro y sentido expresivo.
Fue, quizá, la versión más maravillosa jamás escuchada en vivo por quien firma estas líneas. Apasionadamente romántica y rajmaninoviana, pero sin un gramo de azúcar de más. Los momentos más líricos fueron pura magia sonora y melódica (el Andante cantabile que es la Variación XVIII fue cosa de otro mundo). Gustavo Gimeno desde el podio, y los músicos luxemburgueses, que también debutaban en el Festival de Granada, contribuyeron al éxtasis y grandeza de esta versión irrepetible y de referencia, felizmente grabada por RNE-Radio Clásica, y que reclama ya su pase al disco.
El público, claro, enardeció con esta interpretación de referencia. A Yuja Wang se la veía al final radiante, bien consciente del prodigio obrado en la noche alhambrista y quizá alentado por ella. Irrepetibles salidas a saludar ante un público que no se movía de sus asientos. Fue uno de los grandes éxitos vividos en la historia del Festival. Y llegaron los bises. Leña al fuego. Uno, dos y hasta tres. Primero la sutileza liederística, schubertiana tamizada por Liszt, de Margarita en la rueca, luego la Fantasía sobre temas de Carmen, de Bizet/Horowitz dicha con pasión operística y virtuosismo del más alto rango, valiente hasta el límite último del precipicio en un final arrebatador y perfecto que puso a todos en pie. La Wang cerró y calmó su triunfal debut en el Festival con la quietud de una melodía –Danza de los espíritus benditos– del segundo acto de Orfeo y Eurídice de Gluck llevada al piano por Giovanni Sgambati.
El ambiente era ideal para comenzar la segunda parte con los colores y acentos de la suite de El caballero de la rosa, que Gimeno enfatizó con rigor rítmico y ese fraseo, tan straussiano y vienés, elegante y caricaturesco, que alienta y distingue los compases de la ópera maestra. A mitad de camino de Carlos Kleiber y de su maestro Claudio Abbado, y desde la veneración a ellos y a la tradición, Gustavo Gimeno limó e impuso su propia versión, de ritmos subrayados, intensa y sosegadamente modulada. Otorgó tiempo al tiempo, se enfrascó en la ópera y dramatizó el deseo grotesco del mismísimo Barón Ochs y el candor de Sophie. También el ardor juvenil y desenfrenado de Octavian. Recreación magistral, sabia y tan refinada como las maneras veteranas y aristócratas de la Mariscala.
El programa se había iniciado con la música grande de Francisco Coll (València, 1985), nombre sustancial de la música española de nuestro tiempo. Precisamente con la obra que abre su ya dilatado catálogo: Aqua Cinerea opus 1, de 2005, cuando el joven músico contaba apenas 19 años. Gimeno, adalid desde siempre de la música de su paisano Coll y que en 2020 firmó una referencial grabación de la obra precisamente con la misma Filarmónica de Luxemburgo de este concierto, reveló en el Palacio de Carlos V las sutilezas y novedades de un lenguaje tan personal y singular como dueño de sí mismo. La amplia orquestación, con intervenciones solistas (corno inglés, violín, oboe…) que nunca llegan a romper el equilibrio sonoro, establece un fascinante tejido acústico –“agua de ceniza”- sugestionado en los raros días grises y lloviosos que habitaron en la infancia valenciana del compositor. La cuidadísima versión en vivo recupera las calidades instrumentales y sinfónicas de entonces.
La guinda de la noche fue también a ritmo de vals. La Valse, el “poema coreográfico” que Ravel escribe entre 1919 y 1920 con el oído puesto en el ritmo cortado del vals vienes que también inspiró a Strauss. Gustavo Gimeno se volcó en la orgiástica apoteosis del vals que el genial orquestador vierte en estos compases de tanta exigencia instrumental y expresiva. Desde el cuidadísimo comienzo en pianísimo, que el maestro valenciano mimó con mano de orfebre, hasta la explosión de color y registros en que todo desemboca, los filarmónicos luxemburgueses culminaron una versión de notable empaque instrumental. Fue la apoteosis de una noche redonda y generosa en bises: a los tres de Yuja Wang, aún se unieron un vals lírico de Shostakóvich y el detalle de la Danza del fuego de Falla. ¡Imagínense! Justo Romero
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