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Crítica: “Yerma”, el desentierro de un tesoro lírico en Tenerife

PorBeckmesser

Oct 16, 2025

Yerma, el desentierro de un tesoro lírico

YERMA. Ópera en tres actos, de Heitor Villa-Lobos, basada en la tragedia homónima de Federico García Lorca. Repar­to: Berna Perles (Yerma), Alejandro Roy (Juan), Javier Castañeda (Víctor), Anna Gomà (María), María José Montiel (Dolores), Belén Elvira (Viaje I), Guadalupe Barrientos (Vieja II; Lavandera), Zayra Ruiz (Vieja III), etcétera. Dirección de escena, dramaturgia y escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Ana Garay. Iluminación: Pedro Yagüe. Vídeocreación: Pedro Chamizo. Ópera de Tenerife-Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Tenerife. Direc­ción musical: Luiz Fernando Malheiro. ­Lu­gar: Auditorio de Tenerife. Entrada: 1.616 espectadores (lleno). Fecha: Martes, 14 octubre (se repite los días 16, 17 y 18 octubre).

Yerma, el desentierro de un tesoro líricoYERMA. Ópera en tres actos, de Heitor Villa-Lobos, basada en la tragedia homónima de Federico García Lorca. Repar­to: Berna Perles (Yerma), Alejandro Roy (Juan), Javier Castañeda (Víctor), Anna Gomà (María), María José Montiel (Dolores), Belén Elvira (Viaje I), Guadalupe Barrientos (Vieja II; Lavandera), Zayra Ruiz (Vieja III), etcétera. Dirección de escena, dramaturgia y escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Ana Garay. Iluminación: Pedro Yagüe. Vídeocreación: Pedro Chamizo. Ópera de Tenerife-Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Tenerife. Direc­ción musical: Luiz Fernando Malheiro. ­Lu­gar: Auditorio de Tenerife. Entrada: 1.616 espectadores (lleno). Fecha: Martes, 14 octubre (se repite los días 16, 17 y 18 octubre).

Yerma, de Villa-Lobos, en la Ópera de Tenerife
©Auditorio de Tenerife/Miguel Barreto

La Ópera y el Auditorio de Tenerife se han apuntado al alimón el tanto del estreno en Europa de Yerma, la olvidada ópera en tres actos que Heitor Villa-Lobos concluyó en 1956 con la bien cimentada base del drama homónimo de Lorca. Problemas de derechos de autor del poeta, sumados a las desidias de unos y otros, han sido causa sin razón de que esta ópera preñada de méritos haya permanecido hasta ahora inédita en su versión original.

Tras ver y escuchar sus tres actos, en la puesta en escena valiente, a flor de piel y cargada de sentido y pulso dramático de Paco Azorín (Yecla, 1974), y dirección musical roma, opaca y nada indagadora del brasileño Luiz Fernando Malheiro -quien se limitó a la solfa y se mostró ajeno a lo demás-, se impusieron el genio palpitante, dramático y siempre actual de Lorca, y la escritura de un Villa-Lobos que elude pintoresquismos, pero no sale inmune del peligro verista que conlleva acercarse a una tragedia rural tan intensa y descarnada como Yerma.

Entre los espectadores que abarrotaron la platea del Auditorio de Tenerife, la ya legendaria Mirna Lacambra (Sabadell, 1933), precisamente la soprano que protagonizó el estreno absoluto de la ópera, en Estados Unidos, el 12 de agosto de 1971, doce años después de la muerte de Villa-Lobos.

Cuando en los años cincuenta Villa-Lobos asumió el encargo de su amigo Hugh Ross para componer la ópera, estaba previsto que lo hiciera sobre un libreto en inglés elaborado por el poeta escocés Alastair Reid a partir del drama lorquiano, pero ante el retraso en la entrega del mismo y fascinado por el verso, expresión y pulso dramático originales, Villa-Lobos optó en 1955 por trabajar directamente sobre el texto del poeta, a la manera en que décadas antes había hecho Strauss con la Salome de Oscar Wilde, pero en este caso respetando el idioma original.

El resultado no pudo ser más pertinente, hasta el punto de que la máxima fuerza expresiva e intensidad de la ópera radica precisamente en la genialidad de la letra, el sentir y el ritmo poético del texto, que Villa-Lobos anima con una escritura tonal, y un tratamiento vocal áspero y extremo, plagado de retos y dificultades, que bebe del  Sprechgesang schönberguiano tanto como de la expresión verista y, sobre todo, del pálpito propio de quien fue y es uno de los grandes creadores de la órbita iberoamericana. De hecho, Yerma se ubica entre las máximas creaciones líricas en español.

Yerma, el desentierro de un tesoro líricoYERMA. Ópera en tres actos, de Heitor Villa-Lobos, basada en la tragedia homónima de Federico García Lorca. Repar­to: Berna Perles (Yerma), Alejandro Roy (Juan), Javier Castañeda (Víctor), Anna Gomà (María), María José Montiel (Dolores), Belén Elvira (Viaje I), Guadalupe Barrientos (Vieja II; Lavandera), Zayra Ruiz (Vieja III), etcétera. Dirección de escena, dramaturgia y escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Ana Garay. Iluminación: Pedro Yagüe. Vídeocreación: Pedro Chamizo. Ópera de Tenerife-Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Tenerife. Direc­ción musical: Luiz Fernando Malheiro. ­Lu­gar: Auditorio de Tenerife. Entrada: 1.616 espectadores (lleno). Fecha: Martes, 14 octubre (se repite los días 16, 17 y 18 octubre).

Imagen de la producción de Paco Azorín
©Auditorio de Tenerife/Miguel Barreto

Los cantantes tuvieron que luchar con la exigente escritura vocal de la partitura, pero también con un maestro que descuidó el imprescindible equilibrio entre foso y escena. Igual que no basta ser español para escribir como Lorca, tampoco la condición brasileña valida para dirigir Villa-Lobos. Sobró rutina y faltaron colores, registros, detalles y gradaciones dinámicas.

Precisamente todo lo que tanto y tan emocionalmente se impuso en el acabado e imaginativo trabajo escénico de Azorín, quien, más que como un “personaje”, entiende a Yerma como una “una condición, una, advertencia, una metáfora de lo que ocurre cuando la fertilidad -física, espiritual o ecológica- se extingue”.

Consecuente con ello, crea una escenografía abstracta, en la que el agua, omnipresente, se muestra como símbolo y anatema de todo lo que falta en un drama seco y “yermo”, en el que religión, el “que dirán” y tradición marcan pauta, sentir y tragedia. Agua cauce de vida, que riega las tierras de Juan; en la que se afanan las lavanderas a orillas del arroyo, que da vida a la tierra yerma, brota de las fuentes y cursa las acequias…

A diferencia de Falla en La vida breve -otra ópera rural y vestigios veristas, pero en este caso con un libreto infinitamente superior-, Villa-Lobos renuncia a cualquier acento “andalucista” o costumbrista. Algo que Azorín, con criterio, lucidez y savoir faire, sigue al pie de la letra, para subrayar así la universalidad de un lenguaje dramático y musical que encuentra en su esencialidad fortaleza y profundidad.

Si en el estreno de la ópera hace ahora 54 años la protagonista fue Mirna Lacambra, ahora ha sido la soprano malagueña Berna Perles la que ha tenido que lidiar con un rol que, como Elektra, Salome y tantos otros emblemáticos de la escena lírica, exige el 200%. No solo escénica y musicalmente, también anímicamente.

La Perles se dejó la piel y la voz en su interpretación candente y a pecho descubierto -también literalmente- en una Yerma de hondos quilates, empeñada en sacar adelante su ancha y tensa tesitura, tan a tono con las punzantes tensiones y anhelos que atormentan al personaje, atrapado, como explica Azorín, en un destino “impuesto por fuerzas que la sobrepasan: el deber, el matrimonio sin amor, la mirada inquisitiva del pueblo, y, sobre todo, ese ‘qué dirán’ que pesa como una losa sobre la voluntad femenina”.

Puestos a poner “peros”, quizá el único que se le pueda poner a esta Yerma del siglo XXI sea el de una dicción casi siempre ininteligible, que no se sabía si cantaba en ruso, chino o quizá castellano… ¡Benditos sobretítulos!, pero tiene guasa que haya que recurrir a ellos en una ópera en español… Cosechó un éxito tan merecidísimo como enorme. Cuando, en los saludos al final de la representación, Berna Perles irrumpió en solitario en la escena del Auditorio de Tenerife, la platea se vino abajo en una de las ovaciones más vitoreadas que recuerda el crítico.

Al lado de la Perles brilló el tenor gijonés Alejandro Roy, en un papel tan ingrato como el de Juan, el marido de Yerma, tan empeñado en sus ovejas, fanegas y perras, y cercano en tantos sentidos al Paco de La vida breve. También destacó el tercero en discordia, Víctor, el “barítono de la ópera”, el hombre que en la infancia “me cogió en brazos para cruzar la acequia”, realzado por el canto valiente y claro del palentino Javier Castañeda.

En el extenso, variado y calibrado reparto, destacaron todas las “féminas”, desde la mezzo Anna Gomà en su destacado cometido como María, a la canaria Belén Elvira, la bonaerense Guadalupe Barrientos, la mexicana Zayra Ruiz, o la mezzo neoyorquina de origen cubano Alexandra Urquiola. Mención especial merece la mezzo madrileña María José Montiel, cuyas tablas y veteranía salvaron un papel tan enrevesado y comprometido como el de la vieja exorcista Dolores.

Cumplieron con holgura, notabilidad y evidente entrega el Coro Ópera de Tenerife-Intermezzo y una Sinfónica de Tenerife capaz de bastante más de lo que se escuchó en el en esta ocasión discretamente regido foso.

Aplauso sin reservas al vestuario en negro y blanco de Ana Garay, la cuidada y precisa iluminación de Pedro Yagüe, las videocreaciones del emeritense Pedro Chamizo y el movimiento escénico, meticuloso, efectivo y nunca exagerado de Azorín. Bravo rotundo y cum laude a la Ópera de Tenerife y al Auditorio por la hazaña de desenterrar este tesoro del patrimonio lírico iberoamericano y universal. También al público tinerfeño, que vivió la representación con el fervor y el silencio que imponen la música de Villa-Lobos y el genio en carne viva de García Lorca. Inolvidable.

Justo Romero

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