Crítica de Cástor y Pólux, de Jean-Philippe Rameau. “Tragedia lírica” en un prólogo y cinco actos, con música de Jean Philippe Rameau y libreto en francés de Pierre-Joseph Bernard. Reparto: Jeanine De Bique (Telaira), Yulia Vakula (Febe), Reinoud van Mechelen (Cástor), Marc Mauillon (Pólux), Claire Antoine (Minerva / Doncella de Hébé) Natalia Smirnova (Venus / Una sombra feliz), Nicholas Newton (Marte / Júpiter / Un atleta), Laurence Kilsby (El Amor / Gran Sacerdote de Júpiter / Un atleta), etcétera. Coro Utopía. Orquesta Utopía. Escenario semiescénico: Peter Sellars. Vídeo: Alex MacInnis. Iluminación: Henry Rehberg. Dirección musical: Teodor Currentzis. Lugar: Salzburgo, Felsenreitschule. Entrada: 1.412 espectadores (lleno). Fecha: viernes, 29 agosto 2025.
Currentzis volvió. triunfar a lo grande en Salzburgo, en su cita anual
Griego nacionalizado ruso, Teodor Currentzis (Atenas, 1972) es una de las más radicales, polémicas e innovadoras figuras de la dirección de orquesta surgidas en las últimas décadas. Su figura es espigada y un puntito gótica, y su pose y maneras cercanas son también singulares. Un personaje y un maestro, en definitiva, bien particular y controvertido.
Pero lo que está fuera de duda, más allá de dimes y diretes, de gustos y malgustos, es que se trata de un musicazo de primera, que lleva la música en el alma, con un talento descomunal y una formación (rusa) de primera. Además de una versatilidad que igual le lleva a dirigir una sinfonía de Shostakóvich, que un Don Giovanni o una ópera barroca con instrumentos de época.
Y esto es precisamente lo que ahora ha hecho en Salzburgo, donde ha presentado, en versión semiescenificada, Cástor y Pólux, la “tragedia lírica” en un prólogo y cinco actos en la que Rameau desborda, en 1737, el mundo operístico precedente (Lully y compañía), para generar un lenguaje operístico y teatral novedoso y cercano inédito hasta entonces, senda que ya había emprendido dos años antes, en Las indias galantes.
Aliado con sus formidables coro y orquesta Utopia (conjuntos plurinacionales cohesionados por el idioma universal de la música), un escueto concepto escénico de Peter Sellars (la versión era semiescenificada), una mínima escenografía apoyada en mobiliario modelo IKEA, la magistral iluminación firmada por Henry Rehberg y un calibrado conjunto de cantantes, Currentzis insufla vitalidad, dramatismo, pulso dramático y lógica musical en una versión plena de sentido y sentidos, y pulida al milímetro, fraseo a fraseo, sílaba a sílaba.
Pocas veces se siente tan en consonancia foso y escena: las voces -solistas y coro- y los instrumentos de época, en una función durante la que los instrumentistas subían frecuentemente desde el foso para implicarse en un transcurso escénico en el que Sellars y Currentzis rompen barreras entre lo vocal y lo instrumental. Cantaron maravillosamente flautas y fagotes, tanto como el resto de sus compañeros, incluida una palpitante sección de cuerdas -siempre de pie, salvo los violonchelos, claro- que poco o nada tiene que envidiar a las de las orquestas punteras que frecuentan Salzburgo y su festival.
Como verdaderamente gran maestro, Currentzis es un formidable hacedor de orquesta, y en su haber cuenta con conjuntos como MusicaAeterna o está hoy rameauiana Utopia. Sin batuta y con una gestualidad que dibuja la música con belleza y efectividad que evoca a vacas sagradas como Kleiber o Maazel, el director greco-ruso cuenta e imprime con carácter y sabor dramático la acción mitológica de Cástor y Pólux, para la que ha optado por la versión original de 1737, en la que se narra la historia de dos hermanos (Cástor y Pólux), que, pese a ser gemelos, uno es mortal (Cástor) y el otro inmortal (Pólux).
Ambos aman a la misma mujer, la princesa Telaira, pero ella ama solo a Cástor. Se da la paradoja, encima. de que la ópera comienza con uno de los protagonistas muerto, naturalmente, el mortal Cástor. A partir de ahí, el libretista Jean Philippe Rameau traza una acción muy de la época que mantiene vivo el interés a lo largo de los cinco actos, en los que Cástor, evidentemente, ha resucitado.
El calibrado elenco vocal no presentaba fisuras ni voces que brillaran por encima de otras. Todos se implicaron de veras en la visión “coral” de Currentzis. Destacaron ellas y ellos, pero particularmente por sus cometidos protagonistas, la soprano trinitense Jeanine De Bique, radiante y expresiva Telaira; la mezzo Yulia Vakula (convincente y robusta Febe); el tenor belga Reinoud van Mechelen (Cástor); el francés Marc Mauillon (Pólux); la soprano Claire Antoine en el doble papel de Minerva y Doncella de Hébé; el vocal y también escénicamente consistente bajo-barítono Nicholas Newton en el triple papel de Marte, Júpiter y Un atleta; la prometedora soprano rusa Natalia Smirnova (como sugerente Venus y Una sombra feliz), y el sonriente y luminoso tenor británico Laurence Kilsby, quien atendió los papeles de El Amor, el Gran Sacerdote de Júpiter, y Un atleta.
Al final, tras tres horas de representación, todos disfrutaron de bien ganadas mieles del éxito. Quizá Rameau, en el más allá, haya disfrutado del entusiasmo con el que el público salzburgués acogió y premió, aquí abajo, en la Tierra, su música y a sus leales servidores.
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