AIDA (G. VERDI)
Aida, reposición a lo grande
Segundo reparto
Anna Netrebko, Ketevan Kemoklidz, Yusif Eyvazov, Artur Ruciński, Jongmin Park, Marta Bauza, Deyan Vatchkov, etc. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Hugo de Ana, dirección escena. Nicola Luisotti, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 25 de octubre de 2022.
Escena de Aida. Anna Netrebko (Aida) y Ketevan Kemoklidze (Amneris) (c) Javier del Real
El Teatro Real ha apostado por abrir temporada con la reposición de “Aida” programada por vez última hace tan solo cuatro años y por vez primera en su tercera temporada de 1998. Casi nadie sabe que para aquella lejana ocasión se pensó en Franco Zeffirelli. Incluso el regista italiano invitó a García Navarro a dirigir una nueva producción del título verdiano en Tokio. Pero, al final, Zeffrelli se quedó plantado siendo sustituido por Hugo de Ana. Otro tema es el problemón que hubo con el vestuario. Algún día contaré cosas como estas en unas memorias del teatro que falta están haciendo.
Para el público “Aida” es sinónimo de la gran ópera por excelencia, de la monumentalidad. Sin embargo, un error. Si prescindimos de su “Marcha triunfal” y la escena del mensajero es fundamentalmente una de las obras más intimistas de Verdi, una ópera centrada en los sentimientos de paternidad, poder y patria de Aida, Amneris, Radamés y Amonasro. Y la partitura, estrenada en El Cairo en 1871 y no para la inauguración del Canal de Suez como en ocasiones se ha escrito, contiene un lenguaje tradicional, pero a la vez exótico, lleno de colorido, delicadezas y modernidad.
Hugo de Ana se centró en la monumentalidad más que en el manejo del drama de los personajes que en ocasiones es desordenado, sin llegar a la espectacularidad de la producción de Ronconi para la Scala de 1985. Mezcla decorados frecuentemente hieráticos, a veces sobrecargados y a veces vacíos, con abuso de proyecciones del antiguo Egipto -perturbadoramente excesivas en la escena del templo- repercutiendo en la pérdida de la intimidad anteriormente apuntada, vestuario brillante, coreografía más que discutible… pero hay gustos para todo. A los críticos parece que nos gustan los registas que se masturban, pero el gran público, el que paga el desaforado precio de 1.200€ por dos localidades se sentirá feliz de ver materializados esos euros en el escenario. Tiene lo que espera de una “Aida”. El teatro quiere dinero y, a estas casi 20 representaciones programadas, se une una peculiar colaboración con la Abu Dhabi Music & Arts Foundation, quizá causa del exceso de la saturación escénica.
Nicola Luisotti es un valor seguro en el repertorio verdiano y orquesta y coro responden a alto nivel bajo su batuta, a la que se le podía pedir un poco más de incisividad en algunos momentos, pero incisividad no significa sonoridad excesiva, algo que está muy de moda y de lo que también se abusó a veces en el Real.
Excelente la intervención de Anna Netrebko –“Netrebko, amiga de Putin” gritaban ucranianos en la plaza”-, con una voz de timbre no demasiado personal, pero bello, con potencia, con capacidad para frasear, ligar, apianar y, en definitiva, cantar y componer Aida. Otra cosa es que uno no pueda dejar de recordar a Leontyne Price en este papel. Superior el aria “O patria mia” del acto tercero, con su exhibición de técnica, a la más temperamental de “Ritorna vincitor”. Emotivo el “Oh patria, quanto mi costi” del duo con Amonasro. Como éste cumplió Artur Ruciński en una buena réplica a la soprano. Merece la carrera que está realizando. Ketevan Kemoklidze, que sustituyó a Sonia Ganassi, algo corta de volumen y graves no logró el gran triunfo que muchas mezzos consiguen en su dúo con Radamés, pero salvó el papel con inteligencia. Adecuada la sacerdotisa, potente y oscuro Ramfis y a muy inferior nivel el Rey. Yusif Eyvazov, marido de la diva, ha ido refinándose. La voz no presenta una calidad o timbre especial, pero tiene algo muy positivo como es el caudal y, sobre todo, que es un auténtico tenor. Correcto sin más el “Celeste Aida”, algo escaso de poesía, pero con el esfuerzo de ensanchar y luego apianar la nota final; potente el “Sacerdote, io resto a voi” e incluso bien resueltas frases delicadas como “Il ciel de’nostri amori” del dúo con Aida.
Al final, público encantado y triunfo general. Gonzalo Alonso

Aida en el Teatro Real. Carlos Álvarez (Amonasro) y Krassimira Stoyanova (Aida) (c) Javier del Real
Primer reparto
Teatro Real de Madrid. 24 Octubre 2022.
Inaugura el Teatro Real la nueva temporada de ópera con esta obra maestra de Giuseppe Verdi, a la que ha acompañado toda la pompa y boato de las celebraciones especiales, incluida la presencia en el palco de los Reyes Felipe y Letizia, recibidos con aplausos por el respetable.
Para ocasión tan especial el Teatro Real ha decidido ofrecer la conocida producción de Hugo de Ana que se estrenara aquí en el año 1998 y se repuso en el año 2018. La producción responde a su concepto tradicional de las producciones escénicas: escenografía grande, vestuario brillante y escasa dirección escénica. En este caso es como si nos hubieran trasladado a la Arena de Verona, donde tantas veces ha ofrecido producciones el argentino
Hugo de Ana ha revisado la producción original estableciendo bastantes cambios, entre los que destaca el gran uso que hace de proyecciones de imágenes que en parte sirven de pura escenografía. Por supuesto, estamos en el más puro Egipto, con un obelisco en el acto I, viéndose unas pirámides en una tela al fondo. La Marcha Triunfal se desarrolla en una especie de teatro romano con gradas, donde se coloca el coro.
Como de costumbre, tanto escenografía como vestuario son obra de Hugo de Ana, mientras que la buena iluminación se debe a Vinicio Cheli. Hay una gran presencia de coreografía en los dos primeros actos, con numerosos bailarines de ambos sexos y su actuación me ha resultado poco convincente.
Como hace 4 años, la dirección musical corrió a cargo del italiano Nicola Luisotti, cuya lectura ha tenido dos partes muy diferenciadas en mi opinión. La primera parte, que cubre los dos primeros actos de la ópera, me resultó plana y hasta ruidosa, por debajo de lo que siempre espero de este destacado maestro y especialmente en óperas de Verdi. Afortunadamente, las cosas mejoraron notablemente en los dos últimos actos, donde pudimos nuevamente disfrutar de la lectura del maestro italiano, ya que hubo emoción, lo que eché en falta en la primera parte. A sus órdenes tuvieron buenas actuaciones la Orquesta y el Coro del Teatro Real.
Se han programado hasta 4 repartos distintos para las representaciones programadas, siendo el primer reparto el que ha cubierto la representación que nos ocupa, aunque en la de mañana, y por mor de sustituciones, será la protagonista nada menos que Anna Netrebko.
Aida ha sido interpretada por la soprano búlgara Krassimira Stoyanova, que, si no me equivoco, hacía su debut en el Teatro Real. Su actuación ha sido francamente buena, con una voz adecuada, de destacada belleza y estamos ante una notable cantante. En mi opinión le hace falta algo más de personalidad en su canto para ser una verdadera estrella.
Radamés fue interpretado por el tenor polaco Piotr Beczala, que es indudablemente uno de los más destacados de la actualidad. Una vez más ha ofrecido su bella voz y su gran calidad como cantante al servicio del personaje, donde ofreció lo mejor para mi gusto en los dos últimos actos. Como al mejor escribano se le cae un borrón, algo de este tipo ha ocurrido con él. Me estoy refiriendo a su interpretación de la siempre esperada aria Celeste Aida, en la que siempre espero que su intérprete termine en pianísimo, como está escrito, y que muy pocos lo hacen. Si hace unos días era Francesco Meli en Londres el que terminaba en un claro falsete, ahora Beczala lo ha hecho en un agudo en forte. Esperaba lo mejor de Beczala y me sorprendió.
Amneris era la mezzo soprano americana Jamie Barton, que volvía al Teatro Real tras su magnífica Favorita de hace 5 años. Tuvo una destacada actuación como la hija del Faraón una vez pasada la primera escena, donde me quedé sorprendido por el hecho de que su voz resultaba casi inaudible. Afortunadamente, las cosas cambiaron y se normalizaron a continuación y pudimos disfrutar de su bella y amplia voz, dando un buen personaje.
Amonasro fue interpretado por el barítono malagueño Carlos Álvarez, que no deja de ser un lujo para un personaje, que, aun teniendo importancia, no es uno de los protagonistas importantes de la ópera. Lo hizo bien, aunque me pareció que su voz no tenía la amplitud de otras veces.
Buena la actuación del bajo ruso Alexander Vinogradov como el Gran Sacerdote Ramfis. Voz amplia y bella, bien manejada, dando sentido a sus frases.
El Rey o Farón era Deyan Vatchkov, cuya prestación me resultó claramente decepcionante y por debajo de lo exigible en un coliseo de esta importancia. Ni sombra de lo que fue y eso que no ha envejecido.
En los personajes de contorno hay que señalar la buena voz de Fabián Lara en la parte del Mensajero y la actuación en interno de la soprano Marta Bauza como Sacerdotisa.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y 15 minutos, incluyendo un largo intermedio, cuya duración fue de nada menos que 38 minutos, en lugar de los 25 que anunciaba el programa.
Duración musical de 2 horas y 28 minutos. Seis minutos de aplausos, en los que los más intensos fueron para los 3 protagonistas principales y para Nicola Luisotti.
El Teatro Real prácticamente había agotado las localidades en los pisos inferiores, ofreciendo en cambio huecos notables en el piso más alto. Siendo función inaugural, los precios eran desorbitados, costando la localidad más cara 632 euros, habiendo butacas de platea desde 518 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 69 euros. Jose M. Irurzun
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