PIANISMO EXPANSIVO Y DINÁMICO
Obras de Beethoven, Schumann, Rachmaninov, Johann Strauss. Nelson Goerner, piano. Ciclo de Grandes intérpretes de la Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, 7 de junio de 2025.
El pianista Nelson Goerner
La última vez que hemos visto a Nelson Goerner (1969) en Madrid ha sido en compañía de su veterana compatriota Martha Argerich. Ambos nos ofrecieron un espléndido concierto a cuatro manos o a dos pianos. El menudo y calvorota teclista no es un poeta, pero nos ha sorprendido gratamente por su agilidad, su fácil digitación, su sentido del ritmo, su vigor, su concentración.
Primero en la interpretación muy ajustada, algo fría, de esa sorprendente y poco conocida Sonata de madurez de Beethoven cual es la nº 28, con la que se inicia el tercer periodo creador del músico. Las manos corretonas pero seguras de Goerner diseccionaron bien ese curioso final en el que se dan la mano la sonata y la fuga.
También lo hicieron en el desarrollo de las veinte piezas que integran el maravilloso Carnaval op. 9 de Schumann, tocado a toda mecha, bien diseñado y analizado, modelado a conciencia. Habríamos deseado un colorido más variado, más rico, una expresión más cálida, una diferenciación entre número y número más reconocible. Pero hay que aplaudir la honestidad del pianista, su entrega y su claridad de pulsación, con muy pocos fallos. Consiguió que nos metiéramos en la intrincada problemática y en las accidentadas visiones. Estupenda construcción de “Pantalon y Colombina”, gracia adecuada en el “Vals allemande” y en el “Intermezzo: Paganini”. En general, pues, una recreación de altura, con las limitaciones apuntadas.
Lo mejor vino al final, con los 10 Preludios op. 23 de Rachmaninov, que siguen sin duda, a su manera la estela de Chopin, claro inspirador, aunque el compositor ruso va en realidad por otras sendas al dar una dimensión desusada a cada uno de ellos y establecer un orden tonal más libre. Algo que capta perfectamente Goerner. En el nº 2, en Si bemol mayor, realizó una auténtica exhibición: ataques fulgurantes, octavas de impresión, vertiginosas roulades. Los demás fueron expuestos también con convicción no exenta de elegancia en los escritos en menor, como el nº 9. El pianista se encontró parece ser que en su salsa. Su juego fue admirablemente variado y caluroso.
Tras este grupo de obras, Goerner tocó a placer, con convicción y dedos, un arreglo del Danubio azul de Johann Strauss II debido a Adolf Schuz-Evler (1852-1905). Fue una verdadera exhibición: el artista tocó arrebatadamente esas cascadas algo exteriores de notas y enfervorizó al respetable. Obra sin duda de una brillantez desmedida.
Naturalmente, el público -que no llegaba a medio llenar el recinto- pidió propinas. Goerner concedió tres: Nocturno nº 20 de Chopin, tocado con calma y acentos justos; otro Preludio de Rachmaninov y la Rapsodia nº 6 de Liszt, tocada esta a velocidad supersónica, y que el propio pianista anunció (costumbre que deberían adoptar todos) pusieron punto final a la velada. Programa de mano, como ya es habitual, necesitado de móvil.
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