Nadine Sierra, triunfa como Traviata en el Liceo
Obra: «La Traviata», de Giuseppe Verdi. Intérpretes: Nadine Sierra, Javier Camarena, Artur Rucinski, Gemma Coma-Alabert, Patricia Calvache, Albert Casals, Josep-Ramon Olivé, Pau Armengol, Gerard Farreras, Carlos Cremades, Jose Luis Casanova, Pau Bordas. Coro del Gran Teatre del Liceu. Director del coro: Pablo Assante. Orquestra Simfonica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Ciacomo Sagripanti. Dirección de escena: David McVicar. 17-I-2025
La soprano estadounidense, de ascendencia portuguesa y puertorriqueña, Nadine Sierra protagonizó una de las veladas históricas del Gran Teatre del Liceu. Hacía décadas que no aparecía una cantante capaz de transmitir al público de Barcelona la excelencia en un personaje tan difícil y a la vez tan conocido como el de Violetta Valéry de «La Traviata» de Giuseppe Verdi.
Se reponía la coproducción del Liceu con la Scottish Opera, el Teatro Real y la Welsh National Opera de David McVicar que estuvo a cargo de Leo Castaldi. Una reposición muy mejorada en cuanto a la dirección de actores seguramente también fruto de la excelente actuación de la soprano estadounidense. Sierra recreó el personaje con grandes dotes actorales, contó para ello con su destacada presencia escénica, juvenil, elegante, bella, acaparando en todo momento el escenario gracias a una actuación llena de detalles, como una Violetta juvenil, sensible, enamorada, llena de vida, a la vez que terriblemente enferma. Una lectura actoral enriquecida por una interpretación canora de primer nivel, la mejor Violetta escuchada en el Liceu en años y seguramente consagrada como la mejor intérprete del personaje en la actualidad. Nada menos. Un primer acto memorable desde las primeras frases, con una dicción perfecta, una emisión exquisita en todo el registro, unos recursos y técnica canora pluscuamperfectos que fue dosificando con excelencia hasta cerrar el mismo con su aria y cabaletta «È strano! È strano… Sempre libera degg’io» en la que demostró toda la excelencia de los recursos canoros, exquisitos agudos en piano, agilidades y unos silencios llenos de intención y emoción. Un segundo acto de gran nivel expresivo y un tercero rico en detalles y convincentes recursos vocales, por supuesto en «Addio, del passato bei sogni ridenti», pero especialmente emotiva en «Gran Dio! Morir sì giovane». Una velada de las que marcan época en la que tuvo un gran papel el exquisito director musical italiano Giacomo Sagripanti, quien ofreció una gran lectura de la ópera de Verdi, llena de detalles y muy especialmente hacia los solistas, permitiendo a la soprano que se recrease con el personaje, dejándole el espacio necesario; se notaba que ya habían trabajado juntos hace un año en la Ópera de París.
El gran tenor mexicano Javier Camarena, fue otro de los puntales de la velada, componiendo una emotiva pareja de jóvenes enamorados, con buena química entre ellos, destacando además con esa voz bellísima y luminosa que nos tiene acostumbrados en sus numerosas actuaciones en Barcelona. Una interpretación con un maravilloso registro agudo, llena de vitalidad y entusiasmo, que sobresalió en sus arias y empastó con gran eficacia en los diversos dúos y números de conjunto con la soprano y el resto de intérpretes. No deja de sorprender la belleza y transparencia de su interpretación de «De’ miei bollenti spiriti» o el intenso dúo y final del segundo acto «Mi chiamaste? Che bramate?». A pesar de que tuvo que cancelar su participación en el ensayo general, que se notó algún problema en el registro grave al inicio de la velada y algún despiste en la escena final de la ópera, no empañaron una gran actuación en esta memorable función de «La Traviata».
Otro personaje destacado de la función fue el Germont padre del barítono polaco Artur Rucinski, quién ofreció una de sus mejores actuaciones en el Liceu, en un segundo acto lleno de emotividad tanto en el aria «Pura siccome un angelo» ante Violetta como en la elegante y sentida «Di Provenza il mar, il suol» dirigida a su hijo Alfredo.
Una velada de las que se recuerdan numerosos detalles escénicos y canoros, gracias a un resto de elenco muy solvente, destacando la Flora de Gemma Coma-Alabert y la Annina de Patricia Calvache, una muy cuidada labor del Coro del Liceu dirigido por Pablo Assante y una elegante y picante coreografía de Andrew George repuesta con eficacia por Claudia Agüero. Todo ello enriquecido por la labor del director musical y una eficaz escenografía y exquisito vestuario en negro y blanco de Tanya McCallin, presidida por esa gran lápida de mármol negro que cubre el escenario, y cuyo nombre no se lee desde la platea, que posibilita que toda la función sea un «flashback» en el que Alfredo rememora su experiencia vital junto a Violetta. Fernando Sans
Publicado en La Razón 18/01/2025
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