28 de noviembre de 2024

Radio Clásica

Argentina

Critica: La Séptima sinfonía de Brahms con Liebreich

“La Séptima sinfonía de Brahms” con Liebreich

 

Alexander Liebreich

ORQUESTRA DE VALÈNCIA. Alexander Liebreich (director). Programa: Obras de Ligeti (Ramificaciones, para orquesta de cuerda) y Bruckner (Séptima sinfonía). ­Lu­gar: València,  Palau de les Arts. Entrada:Alrededor de 1.300 personas. Fecha: Jueves, 12 enero 2023.

Fue un concierto de más a menos, decreciente, con un comienzo en alto en el que la Orquestra de València y su titular, Alexander Liebreich, bordaron una pulida y emotiva versión de Ramificaciones, breve gran obra maestra del Ligeti de finales de los sesenta. Las cuerdas de la cdnturia valenciana se superaron a sí mismas para escucharse entre sí, regodearse en la esencializada magia camerística del genio ya centenario (Ligeti nació en 1923; murió en 2006), y emocionarse bajo la meticulosa y precisa dirección del mejor Alexander Liebreich. Fue una versión sobresaliente acreedora de máximo aplauso. Precisamente el que se brindó un público variopinto que casi colmó el espacioso aforo del Auditori del Palau de les Arts. Éxito.

Luego, casi sin intermedio, con apenas una parada técnica para recomponer el escenario, llegó la monumental Séptima sinfonía de Bruckner (bueno… “Séptima de Brahms”, según el -no solo por esto- disparatado programa de mano), en una descuadrada versión con dos prometedores movimientos iniciales, y un tercer y cuarto tiempos en el que, quizá por cansancio, acaso por falta de concentración, tal vez por estar aún próximo el relajado periodo vacacional, el robusto monumento sinfónico se desmoronó. Aparecieron fallos instrumentales antes inéditos, y las ardorosas  hechuras y tensiones brucknerianas se reblandecieron. Dinámicas y métricas dejaron de conmover para transformarse en tibia corrección y relajada buena letra, vulnerada por episódicos deslices, imprecisiones instrumentales y descuadres de conjunto.

Tras un lento segundo movimiento en el que atriles y podio rozaron el cielo (bravo las tubetas wagnerianas; también las trompas), el rítmico Scherzo perdió brío y énfasis, con una trompeta quizá molesta consigo misma por una accidental pero llamativa nota falsa. Faltó tensión y pulso rítmico. A los pianísimos les faltó misterio y sobraron algunos decibelios, y los fortísimos estuvieron ayunos de densidad, empaque, retención y grandiosidad. Alguien apuntó, después del concierto, que el asunto es que “en los dos últimos movimientos la sinfonía se distancia de las supremas excelencias iniciales”. No lo creo. Más bien habría que atribuir el decaimiento a motivos de agotamiento y consecuente falta de concentración.

Dicho esto, hay que matizar, en todo caso, que este Bruckner desigual, llegado en tiempo álgido de asentamiento, crecimiento y recuperación de amor propio, hay que inscribirlo como uno de los mejores escuchados a la Orquestra de València. En la línea de los liderados en su día por Jesús López Cobos (Cuarta sinfonía, versión original; 1997) o Pablo Heras Casado (Tercera sinfonía; 2019). Pero, más allá de esta Séptima de Bruckner atribuida a Brahms en forma de gazapo, en la memoria quedará, sobre todo, el imborrable Ligeti inicial. Un Ligeti de voltaje equiparable incluso al que la misma orquesta ofreció en marzo de 1997, cuando estrenó en España el dificílísimo Concierto para violín del creador de El Gran macabro, con Frank Peter Zimmermann como solista y la batuta invitada de Jan Latham Koenig. Entonces y hoy, la Orquestra de València se revela como pivote imprescindible de la vida cultural de la Comunitat Valenciana. Justo Romero.

Publicado en el diario Levante el 14 de enero de 2023.

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