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Crítica: Ígor Levit y las habas de Salzburgo

PorBeckmesser

Ago 29, 2025

Ígor Levit y las habas de Salzburgo

FESTIVAL DE SALZBURGO 2025. Recital Ígor Levit (piano). Obras de Schubert (Sonata en Si bemol mayor, D 960), Schumann (Piezas nocturnas, opus 23) y Chopin (Tercera sonata). Lugar: Salzburgo, Grosses Festspielhaus. Entrada: 2.179 espectadores (lleno). Fecha: 27 agosto 2025.

Ígor Levit y las habas de SalzburgoFESTIVAL DE SALZBURGO 2025. Recital Ígor Levit (piano). Obras de Schubert (Sonata en Si bemol mayor, D 960), Schumann (Piezas nocturnas, opus 23) y Chopin (Tercera sonata). Lugar: Salzburgo, Grosses Festspielhaus. Entrada: 2.179 espectadores (lleno). Fecha: 27 agosto 2025.

Ígor Levit tuvo que hacer frente a aplausos a destiempo y algún que otro móvil © SF/Marco Borrelli

En todas partes cuecen habas, dice el adagio popular. El Festival de Salzburgo no es una excepción. El jueves, en el mítico Grosses Festspielhaus, el de Karajan, Böhm, Schwarzkopf, El caballero de la rosa y lo más granado y encopetado del mundo mundial, una marabunta de esmóquines y vestidos enjoyados aplaudió con analfabeto descaro al final de cada movimiento de la postrera Sonata póstuma, en Si bemol mayor, de Schubert. Para colmo, durante el concierto se cruzaron varios teléfonos móviles y alguna que otra conversación en volumen fuera de tono. Fue un bochorno y una prueba del nivel evidente que, apariencias aparte, tiene hoy el público salzburgués.

Todo ocurrió durante el singular recital de Igor Levit, pianista frecuente en Salzburgo, que en esta ocasión ha llegado con un programa de aliento romántico que reunía obras de Schubert, Schumann y Chopin. Su pianismo, singular, personalísimo, de contrastes y rarezas, se apoya en una técnica talentosa que le permite tocar con soltura, desparpajo y particular criterio muy diversos repertorios, desde Bach a Prokófiev y más.

El Schubert de los aplausos a contracorriente con el que abrió el programa fue muy característico de su expansiva manera pianística. El primer tiempo, lento lentísimo, le duró la infinitud de 24 minutos, casi como a Richter en su célebre grabación de 1961, pero con el abismo de que él no es Richter.

Una lentitud caprichosa que en sus manos y excesos, exageraciones y pianisísimos forzados más allá del curso natural de la narrativa schubertiana, convertía en artificioso lo que nuclearmente es sencillez y lisura. A veces, entre la flema impostada, el curso del tempo se disparaba en velocidad y en dinámicas que escapaban por decibelios del marco estético, mientras otras se detenía en pausas expandidas hasta la fractura del natural curso musical.

Fue está la tónica del “Molto moderato” que abre la sonata. Los tres movimientos de esta descuadrada versión duraron en total igual que el primero. 24 minutos de más Schubert y de más de lo mismo. Al final del cuarto movimiento, tras el ardoroso y categórico presto de los compases últimos, aplausos a doquier de un público que aplaude con parejo descriterio un roto que un descosido.

Tras la pausa, llegó lo mejor interpretado del recital, las Piezas nocturnas (Nachtstücke) de Schumann, compositor cuyo apasionado y anárquico talante romántico encaja mejor con el pianismo de Levit. Sus cuatro páginas, acaso más luminosas que “nocturnas” la segunda y tercera, encontraron una versión tan brillante e incandescente como dramática y afligida en las extremas.

Ígor Levit y las habas de SalzburgoFESTIVAL DE SALZBURGO 2025. Recital Ígor Levit (piano). Obras de Schubert (Sonata en Si bemol mayor, D 960), Schumann (Piezas nocturnas, opus 23) y Chopin (Tercera sonata). Lugar: Salzburgo, Grosses Festspielhaus. Entrada: 2.179 espectadores (lleno). Fecha: 27 agosto 2025.

Ígor Levit al piano © SF/Marco Borrelli

Para cerrar, la Tercera sonata de Chopin, dicha con detalles realmente hermosos, pero que en su inconexo conjunto -como antes en Schubert- hacía aguas en su deshilvanada construcción, a base de retazos e impulsos cargados de excelencia, pero que no logran mantener el hilo conductor de principio a fin: de cada movimiento y de la sonata en su unitaria globalidad.

Lo mejor, en cualquier caso, y quizá fue el único momento de genuina emotividad, se produjo en esa suerte de nocturno belcantista que es el lento y “largo” tercer movimiento de la sonata, en el que Levit llevó al cénit la serena y ensoñadora coda final. Tras más aplausos, el recital se coronó fuera de programa tal como se inició: con Schubert, con el regaló único de un impromptu (el tercero de los D 899). Fue acaso en su cantable y bellísima línea melódica donde Ígor Levit volcó lo mejor de su pianismo por libre.

Justo Romero

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