Florian Boesch, un canto del cisne
El canto del cisne de Schubert. Florian Boesch, barítono y Malcolm Martinou, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 13 de mayo de 2024.
Schubert, con 31 años pero a punto de morir, dijo adiós con El canto del cisne, el ciclo de trece canciones que escribió en 1828 sobre versos de Ludwig Rellstab y Heinrich Heine, al que se incorpora La paloma mensajera, sobre texto de Johann Gabriel Seidl, añadida por el editor en la primera edición del ciclo, aunque Schubert nunca la pensó para él.
Si bien la edición respeta el orden del manuscrito de Schubert, la propuesta presente ofrece otro itinerario de lectura, con los siete textos de Rellstab primero, los seis de Heine luego y, como propina, el añadido de Seidl. A lo largo de estas catorce canciones nos paseamos por el dolor y la ilusión, la nostalgia, la desazón y el temor, a los que se unen en ocasiones una inesperada luminosidad y felicidad.
Boesch es uno de los cantantes más representativos del panorama liderístico actual y ha participado en numerosas ocasiones en el Ciclo de Lied del CNDM, así como en el Teatro Real. Además de actuar habitualmente en prestigiosos espacios como el Wigmore Hall de Londres, el Musikverein de Viena o la Philharmonie de Colonia, ha trabajado con las principales orquestas del mundo, como las Filarmónicas de Viena y Berlín, entre otras.
Estamos ante un barítono más bien lírico, de variado color y timbre agradable, con el centro y la zona grave mejor que la aguda, un punto fina y abierta. Su arte le viene de familia: su abuela fue la soprano lírico-ligera Ruthilde Boesch –maestra de Gruberova y Cantarero- y su padre el barítono Christian Boesch.
Boesch supo narrar y sumergir a la audiencia en las historias que cuenta cada lied. Supo emocionarse y emocionar, porque cada sílaba y cada palabra, cada nota y cada modulación, adquirían sentido y relieve. Ello compensa la falta de mayor redondez, de plenitud baritonal, pero, al paso del tiempo ha ido ganando en expresividad, y comunicatividad, matizando con habilidad al interpretar actoralmente cada lied. No duda en utilizar el falsete y el “falsettone”, como en “Ständchen”, al que quizá le faltó algo de vuelo entre tanto detallismo.
Donde más se lució y transmitió fue en los pasajes dramáticos, empezando por “In der Ferne” y ya siguiendo en la desesperación de “Aufenthalt” o en los presentimientos del guerrero en “Kriegers Ahnung”, para el colofón de “Der Doppelgänger” y el dramático comienzo y final de “El Atlas”, siempre magistralmente acompañado por Malcolm Martinou, antes de recobrar la paz con la propina de “La paloma mensajera”.
Apunte final: ¡qué pena la pérdida de los programas de mano del ciclo en los que venían los textos e incluso la historia de éste! Por favor, ¡que vuelvan!
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