Obras de Haendel. Orquesta y Coro Musica Aeterna. Solistas. Director: Teodor Currentzis. Auditorio Nacional, Madrid, 17 de octubre de 2025.

Teodor Currentzis y MusicAeterna volvieron a triunfar en Madrid
La Filarmónica ha traído de nuevo a Madrid, ahora a medias con el CNDM, a este singular director acompañado esta vez de sus huestes de Novosibirsk. En esta oportunidad se volvía la vista atrás y se colocaba en atriles un buen muestrario de la música vocal e instrumental de Haendel en un monográfico que ha permitido comprobar de nuevo las cualidades del maestro nacido en Atenas en 1972, pero pronto emigrado a Rusia, país donde se ha fogueado y crecido como músico.
En España, gracias a Ibermúsica, al Teatro Real y a la Filarmónica, lo conocemos bien y lo hemos visto crecer en cierta manera. Sabemos que es amigo de hacer descubiertas, de plantear nuevos acercamientos a las obras, de tratar de hallar las verdades que respecto a ellas les han pasado desapercibidas a otros.
Un adalid de lo auténtico, de lo prístino. Al menos desde su punto de vista, discutible, como todos. Sus amplios brazos controlan y marcan, sugieren y anticipan. Y un buen ejemplo lo hemos tenido en esta nueva actuación madrileña, ahora con sus huestes aclimatadas para el caso, con música barroca en los atriles, manejando instrumentos de época.
El impulso, la administración de dinámicas, el fraseo, bien contorneado, en ocasiones ligeramente amanerado, los fulminantes ataques, la exactitud métrica, la amplitud en pasajes clave, la precisión rítmica conseguidos labraron un concierto tan singular como variado, impetuoso o delicado según el momento.
Con un puñado de composiciones de distinto tipo que nos tuvieron en vilo desde el mismo comienzo con el Preludio de la ópera Theodora al que le siguió un aria del oratorio La resurrezione, Augelleti ruscelleti, que nos puso ya en situación para degustar de inmediato el famoso Himno de la Coronación de Zadok the Priest, que dio paso a otra aria de La resurrezzione, la espeluznante Disserratevi, o porte d’Averno.
Sería largo e innecesario enumerar todas las músicas ofrecidas más las cuatro propinas como agradecimiento de unas palmas que echaban humo de un público fervoroso que casi colmaba el Auditorio y que permaneció silencioso y atento sin pestañear ni aplaudir, excepto en un caso, las interpretaciones. Todas destacables por el vuelo de ciertos fraseos, los contrastes, la afinación y la sonoridad global, intensa o delicada, fogosa o ensoñada.
De esas que levantan del asiento. Poco importaba la innecesaria escenificación, con manejo de luces, movimientos del sensacional coro de 40 voces situado detrás de la no menos sensacional orquesta integrada por diez músicos más. Repetidas elevaciones de brazos y actitudes teatrales.
Una teatralidad innecesaria; como la adoptada por el propio director, paseándose de aquí para allá y pegado a los solistas, dirigiéndolos a un metro de distancia. La verdad es que daba lo mismo porque lo que sonaba era casi perfecto. Y así fue en todo momento a lo largo de las casi dos horas que duró la sesión prolongada bastante más de lo previsto, tras los coros O Love Divine, thou Source of Fame de Theodoray Sing Ye to he Lord, de Israel en Egipto, con los bises, entre ellos la conocida aria de Morgana de Alcina Tornami a vagheggiar cantada espléndidamente por una de las cuatro sopranos concurrentes.
No sabemos si Tatiana Bikmukhametova, Ksenia Dorodova, Diana Nosyreva, Iveta Simonyan o Sofia Tsygankova, todas valiosas, de lo ligero a lo lírico. Excelente asimismo la mezzo Yulia Vakula; y aún mejor el poderoso contratenor Andrey Nemzer.
Arturo Reverter
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