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Argentina

Crítica: Cuadragésimo aniversario de Scherzo, en el Auditorio Nacional

PorBeckmesser

Dic 3, 2025

Cuadragésimo aniversario de Scherzo

… y diez grandes pianistas en el Auditorio Nacional para celebrarlo

Cuadragésimo aniversario de Scherzo… y diez grandes pianistas en el Auditorio Nacional para celebrarlo

Scherzo celebra su aniversario con un concierto de estrellas del piano © Rafa Martín

Bach hace que las hojas de la lechuga crezcan más rápido, según un reciente estudio que se repite sin falta cada dos o tres meses en distintas partes del mundo. La lechuga, al parecer, muestra especial predilección por los conciertos de Brandeburgo, y yo estoy deseando que el próximo estudio nos aclare si mi ensalada, como sospecho, odia El martillo sin dueño. Mientras tanto, y si de música se trata, no duden ustedes en preguntarnos cualquier otra cosa a nosotros o a Scherzo, la revista que estos días cumple cuarenta espléndidos años de vida.

Colecciono Scherzo desde 1997, y aparte lo aprendido de su brillante nómina de críticos, entre los que no viene a cuento destacar ahora a ninguno, recuerdo con especial gratitud una visión constructiva sobre lo que, en la interpretación musical, importa y lo que no, y además, muchos dossieres impagables, los recitales pianísticos del Ciclo de Grandes Intérpretes y algunos artículos de Antonio Muñoz Molina, desde Manhattan, y los de Norman Lebrecht desde Londres, tan informativos como agoreros, siempre corroborando la muerte inminente de la música clásica.

Y estoy seguro de que la comparación apropiada no es de Scherzo con la lechuga, sino, mal que le pese a Lebrecht, de Scherzo con el gato de Schrödinger, que estaba vivo y muerto al mismo tiempo. Porque estoy convencido de que habrá aún durante mucho tiempo revistas musicales que, como Scherzo, continúen nadando, si quizá no en papel, sí en sus respectivas webs.

Y al grano, porque para conmemorar sus primeros cuarenta, Scherzo ha decidido complacerse por todo lo alto, reuniendo a diez de los mejores pianistas del mundo, casi diez amigos que acudieron graciosamente a su llamada, según explicaba Antonio Moral, fundador de la revista, acompañado por Santiago Martín Bermúdez (presidente) y Juan Lucas (actual director) ante los micrófonos de Radio Clásica, justo antes de comenzar esta maratón pianística celebrada en el Auditorio Nacional, en retransmisión ofrecida también a través de la plataforma RTVE Play.

Comenzó la tarde la jovencísima Arielle Beck (París, 2009), que interpretó la Suite inglesa nº 2 en La menor, BWV 807, de J. S. Bach. Beck, que cuenta con el respaldo pianístico de Martha Argerich, matiza mucho y bien. Es el suyo un Bach más cercano al piano que al clave, de sonido delicado y polifonía transparente. Gusta y a veces recuerda a A. Schiff. Una delicadísima Sarabanda dio la medida de su espléndido futuro.

Juan Floristán fue el único español en una velada internacional © Rafa Martín

Pierre-Laurent Aimard (Lyon, 1957), aportó su experiencia de años en el Ensemble InterContemporain e interpretó las 12 Notations pour piano de P. Boulez. Aimard, de sonido poderoso y gran rango dinámico, cosechó importantes aplausos, deslumbrando con su técnica en estos difíciles números, entre los que podrían destacarse el 4 (Rythmique) y el 10 (Mécanique et trés sec).

Till Fellner (Viena, 1972) abordó la Sonata nº 27 en Mi menor, op. 90, de L. Beethoven. Su sonido, no especialmente grande, pero sí rico en colores, lució especialmente en el valorado segundo movimiento de esta gran sonata, ejemplo de expresividad clásica. Precioso su diseño melódico, fraseado al milímetro.

Paul Lewis (Liverpool, 1972) ofreció los 3 Intermezzi, op. 117 de J. Brahms. Siguiendo las huellas de su maestro Brendel, y apoyado en un sonido hermoso, bien proyectado, pero nunca forzado, ofreció unos Intermezzi de tempi sano, sin obsesiones enfermizas, sin afectación, bien cantados y mejor equilibrados.

Christian Zacharias (alemán, nacido en Jamshedpur, India, 1950), también director de orquesta y muy conocido de los aficionados españoles, regaló, casi sin solución de continuidad, la Sonata en Do menor, K 158 de D. Scarlatti; la Improvisation 15 de F. Poulenc; Les ombres errantes de F. Couperin y la Sonata en Do mayor Hob. XVI:48 de J. Haydn.

No fue uno de los menores placeres de la noche comprobar hasta qué punto un mismo piano puede sonar diferente en manos de diez artistas de esta talla: Zacharias desgranó fraseos casi españoles en Poulenc, y momentos muy Barricades Mystérieuses, por sus secuencias armónicas características, en Couperin. Un Haydn elegante y refinado, muy gustoso, arrancó del público la mayor ovación de la noche hasta el momento.

Abrió la segunda parte de esta maratón pianística la jovencísima y muy vigorosa Alexandra Dovgan (Moscú 2007), residente, junto a su mentor Sokolov, en la Costa del Sol española. Un gran sonido realzó su Preludio, coral y fuga, op. 21, de C. Franck, en el que destacaron los densos acordes arpegiados con arriesgados cruces de la mano izquierda en el motivo de la Redención. Dovgan se ganó varios bravos del público y una gran ovación.

Juan Floristán (Sevilla, 1993, único español del grupo) ofreció la Fantasía Baetica de M. de Falla y la Alborada del gracioso, de M. Ravel. De azul turquesa y negro, bailando con los pies y con el alma, Floristán llenó la sala de colores frigios y centelleantes figuraciones ravelianas. Dos obras difíciles, para un pianista que parece encontrar en ellas su lenguaje natural. Un Ricardo Viñes sevillano.

Yulianna Avdeeva (Moscú, 1985), instalada en la primera fila de los virtuosos actuales tras su triunfo en el Concurso Chopin de 2010, alejada de divismos, ofreció una Fantasía en Fa menor, op. 49, de Chopin, con un fraseo equilibrado y pleno de delicados matices, casi arruinada por la tos persistente de algún espectador inoportuno. Terminó su actuación con el Vals en La bemol mayor, op. 42 del mismo autor, en versión sumamente personal, tanto de tempo como de construcción, alejada de la brillantez con la que habitualmente se presenta en favor de una visión personalísima, casi introspectiva de la pieza.

Elisabeth Leonskaja © Rafa Martín

Dado lo avanzado de la hora, mucha gente abandonó la sala tras la actuación de Avdeeva. Se perdieron la sensacional actuación de Alexei Volodin (San Petersburgo, 1977), que sentó sus reales con el Nocturno en Fa sostenido mayor, op. 15 nº 2, de Chopin, breve pero magnífico, con abismales silencios intercalados. Volodin se metió al público en el bolsillo con la Sonata nº 7 en Si bemol mayor, op. 83, de Prokofiev. Su gran sonido se mostró ideal para esta obra angulosa, llena de color, con un gran trabajo del pedal en pasajes percusivos. Se lució en el bellísimo segundo movimiento y especialmente en el tercero, de energía demoníaca, agradecido con una de las mayores ovaciones de la noche.

Cerró esta maratón del exceso pianístico Elisabeth Leonskaja (Tiflis, 1945, residente en Viena), una artista, a sus ochenta vigorosos años, muy admirada en nuestro país. No es el suyo un gran sonido, al estilo de Volodin, por ejemplo, pero sí un prodigio de color y buen fraseo. Su Fantasía Wanderer (op. 15. D 760, Schubert) destacó por su lirismo en el segundo movimiento, y la pose casi hierática de Leonskaja no fue obstáculo para el despliegue de una arrolladora vitalidad en la magnífica sección final de la obra, en formidable contrapunto imitativo.

El público, ya pasadas las 22,30 horas de la noche, agradeció su actuación con una gran ovación, que se hizo extensiva a todos los pianistas cuando salieron a escena. Entre ellos, Antonio Moral, obligado a subir al escenario para agradecer los aplausos en nombre de Scherzo, con un Aimard de excelente humor, improvisando al piano, quién lo diría, Cumpleaños feliz.

Emilio Fernández Álvarez

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