14 de octubre de 2024

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Comentarios en la prensa: ‘Lear’ en el Teatro Real

Lear de A. Reimann. Bo Skovhus, Erika Sunnegårdh, Susanne Elmark, Ángeles Blancas, Torben Jürgens, Derek Welton, Michael Colvin, Kor-Jan Dusseljee, Lauri Vasar, Andrew Watts, Andreas Conrad y Ernst Alisch. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Asher Fisch. Dirección escénica: Calixto Bieito.

El Teatro Real da la bienvenida al año con el estreno en España de Lear, ópera compuesta por Aribert Reimann en 1978 y basada en la obra homónima de Shakespeare. Bajo la dirección escénica de Calixto Bieito, la producción ofrecida fue concebida para la Ópera de París, y estrenada en 2016 en la capital francesa.

Los críticos de los diarios nacionales, cuya opinión puede leer a continuación, difieren en sus observaciones acerca de esta ópera, comparada por Jorge Fernández Guerra con Electra (Strauss), Wozzeck (Berg) y Die Soldaten (Zimmermann). La música de Reimann, dominada por «grandes frisos sonoros en modo cluster», con un uso lírico de una «dodecafonía ajada por el paso de los años», se valora por su carácter expresivo, aun reconociendo, como indica Gonzalo Alonso, la abrumadora «contundencia de acordes y la atronadora sonoridad hasta marear los oídos».

La producción, firmada por Bieito, recibe a su vez críticas variadas. Por un lado, se admira su sobriedad, «sin cargar las tintas de lo tremebundo», dice Álvaro del Amo, resultando, no obstante, llamativo para todos el desnudo integral de un hombre «sin significado comprensible».

Comentarios en la prensa: 'Lear' en el Teatro Real

Plano general de la producción © Javier del Real | Teatro Real

EL PAÍS 27/01/2024

‘Lear’, la ópera con la que nadie contaba, por Jorge Fernández Guerra

A España llega tarde, con un plus añadido de cinco años por la pandemia. Pero aquí está, y con nombres de postín en la producción

[…] Lear nace de dos imposibilidades, la propia obra shakesperiana con la que nadie se había atrevido en el terreno operístico y una estrategia musical que ya se encontraba bastante amortizada cuando Lear vio su estreno, en Múnich en 1978. […]

Sin embargo, Aribert Reimann […] se tiró a la piscina y acertó; pocas cosas hay más tenebrosas que los clusters orquestales para reflejar la permanente tensión que atraviesa la historia de El rey Lear, y pocas cosas hay más acertadas para expresar algo de lirismo que esa dodecafonía ajada por el paso de los años. […]

En España, llega tarde, faltaría más, con un plus añadido de cinco años por la pandemia. Pero aquí está, y con nombres de postín en la producción, empezando por uno de las barítonos más célebres y carismáticos de nuestra época, el sueco Bo Skovhus, que se planta en escena con una sabiduría dramática a la altura de su recorrido musical, un lujo que justifica toda la producción; […] También hubiera sido poco justificable perderse una producción a cargo del director escénico español Calixto Bieito, que […] consigue transmitir su sello sin que su capítulo de excesos arrastre a El rey Lear. […] Hay algún detalle tonto, como el señor desnudo que se queda unos minutos en escena mirando al público sin saber por qué, pero también momentos exquisitos, como esa evocación de Miguel Ángel con la imagen de la Pietà […].

Y queda la parte musical, la dificilísima partitura es llevada [por] Asher Fisch, el genial director orquestal que sembró la rueda de prensa con afirmaciones deslumbrantes […] cuando dijo algo que es pieza clave de esta partitura: “Si no fuera una ópera, el público no la aguantaría”. […] Incluso este Lear, que es una ópera que te atrapa, llevó a parte del público del estreno a no volver a sus asientos en el segundo acto.

[…] La producción de este Lear es deslumbrante y todos los artistas que intervienen están a la altura. Desde el trío de mujeres que representan a las hijas del rey, con una Cordelia magnífica, Susanne Elmark, hasta un reparto de protagonistas del que es difícil destacar algunos sobre los demás, al menos en lo vocal y musical. […] Pero es obligado destacar a Andrew Watts como Edgar, que borda un papel en el que canta como tenor cuando es un personaje normal y como contratenor cuando se disfraza para escapar de las iras de su abominable hermano.

[…]

Y, como es casi evidente, la orquesta y el coro responden a las exigencias […] de manera encomiable, con unos tutti orquestales que hacen temblar los cimientos de la venerable casa.

En suma, si hablamos de prestaciones artísticas, esta producción de Reimann es realmente antológica, pero si a alguien le molestan los ruidos, todos, los sonoros tanto como los sociales, los emocionales y los históricos, que se lo piense; esto es Shakespeare. Pero, eso sí, con la condimentación operística de un Reimann que supo encontrar y mezclar los ingredientes justos para que esto sea también una ópera. La que no llegaba y ya casi nadie esperaba.

Comentarios en la prensa: 'Lear' en el Teatro Real

Bo Skovhus (El rey Lear), Ernst Alisch (Bufón) © Javier del Real | Teatro Real

EL MUNDO 27/01/2024

Lear en el Teatro Real: Todos contra todos, por Álvaro del Amo

Calixto Bieito ofrece una visión sobria de plástica severa, sin cargar las tintas de lo tremebundo, tal vez preocupado porque el espectador no resulte herido en exceso por la magnitud del dolor

La ópera de Aribert Reimann (Berlin, 1938) sobre la tragedia de Shakespeare, vuelve felizmente tras ser suspendida por la pandemia. El moderno operista, que ya se había servido de grandes autores (Eurípides, Strindberg, Kafka, Maeterlinck) para sus obras ha logrado el triunfo de convertir en ópera la terrible historia, un empeño que otros, como Verdi, no se atrevieron a realizar. No es extraño, pues se trata de uno de los aldabonazos más negros, desesperados y tremebundos con que la literatura se ha enfrentado nada menos que con la condición humana, representada por una batalla desigual entre la estupidez de unos, que deriva en pura y destructiva maldad, frente a la lucidez y la rectitud de otros, que no disponen de armas suficientes para contener la lava letal.

Lear, padre ególatra que repudia a la hija idolatrada por no competir con sus hermanas en la pugna por darle coba, encuentra en Gloucester, el padre crédulo que da crédito a las insidias del perverso bastardo, el cómplice ideal. Ambos desencadenan una devastadora tormenta, metafórica y real, de odio y devastación, rematada en la doble muerte de Lear y Cordelia, desenlace de una tragedia sin el alivio de la catarsis.

La música de Reimann alterna la exasperación (metales furiosos y contundente percusión) con un remanso reflexivo que sin el predominio de la cuerda describe con hondura. Fiel al estilo del compositor, el libretista Claus H. Henneberg ha sintetizado magistralmente la procelosa peripecia en un círculo compacto para acoger el péndulo de una música azotada por la inclemencia de las pasiones en liza; la traición frente a la fidelidad resume el duelo entre fraternidad y fratricidio, la venganza arrasando el débil impulso del perdón.

Calixto Bieito, el director de escena, parece encontrar aquí un ámbito especialmente propicio para su imaginación, como demostró en un antiguo montaje teatral con el actor José María Pou, rey Lear desnudo y aterido, literalmente vapuleado por la tempestad. En la producción, que llega de la Ópera de París, Bieito ofrece una visión sobria de plástica severa, sin cargar las tintas de lo tremebundo, tal vez preocupado porque el espectador no resulte herido en exceso por la magnitud del dolor y el daño de los seres de ficción, nuestros contemporáneos. De la descripción del horror se encarga la música poderosa de Reimann, bárbaro esplendor magníficamente ejecutado por la orquesta del Teatro Real bajo la batuta de Asher Fisch. Excelente asimismo el reparto en continua tensión entre los dos polos, Lear (Bo Svovhus) y Cordelia (Susanne Elmark).

Parábola, metáfora o alegato sobre el odio (fratricida, parricida, guerra sin cuartel entre naciones y grupos sociales) que llega extraña y oportunamente en un momento en el que proliferan los tristes y lamentables ejemplos de tal oscuridad; fuera de aquí, pero también entre nosotros, bien provistos, por desgracia, de gobernantes especializados en la resurrección del rencor, el vecino un súbito e inesperado enemigo, utilizando el pasado como absurda arma arrojadiza, el presente habitado por el desconcierto, la indiferencia y la mentira. El público del estreno siguió la intensa representación se diría que sin pestañear, como bien merecía una magnífica velada operística de la obra contemporánea con casi medio siglo de vida. ¿Veremos más obras del compositor? La primera entrega ha resultado un éxito.

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Ernst Alisch (Bufón), Bo Skovhus (El rey Lear), Ángeles Blancas (Goneril), Michael Colvin (El duque de Cornualles) © Javier del Real | Teatro Real

ABC 28/01/2024

«La plaga de este tiempo: locos guiando a ciegos», por Karina Sainz Borgo

Bajo la bóveda del Teatro Real, una tragedia vuelve a ocurrir, cuatrocientos años después de haber sido escrita. Apenas ha envejecido desde que William Shakespeare la publicara, en 1605. […]

En esta versión operística de la tragedia compuesta por Aribert Reimann en los años setenta, y ahora dirigida por Calixto Bieito para el coliseo madrileño, Lear arroja trozos de pan, que sus dos herederas mayores devoran sin pudor. Cordelia, en cambio, permanece inmóvil y guarda silencio. Cegado por la cólera, Lear aparta a su hija pequeña y reparte el reino entre las otras dos. Es ahí cuando se desata una tormenta musical y escénica que ilustra la lucha por el poder. Padres, hijos y hermanos se matarán por el trono.

[…] Una nube trágica se cierne sobre quienes porfían: Lear, que deambula en el destierro, y Gloucester, cuyos ojos acaban mutilados. Ambos padecen la intemperie: el rey con sus sirvientes, y Gloucester, ciego, guiado por alguien que se hace pasar por loco. En la tragedia original traducida por Andreu Jaume, Gloucester dice: «La plaga de este tiempo: locos guiando a ciegos».

Si el Lear de Shakespeare interpela las bajas pasiones, es porque algo en la oscuridad y la neblina humanas acaba envenenando cualquier reino, por doméstico o inmenso que sea. La música poderosa de Reimann, cuya adaptación lírica se representa por primera vez en España, demuestra que ninguna atrocidad prescribe y que, aún hoy, los locos guían a los ciegos. Junto con ‘Medea’, de Cherubini, y el ‘Rigoletto’, de Verdi (escenificado por Miguel del Arco), con ésta va la tercera tragedia con la que el Teatro Real sacude los Caños del Peral. ¡Y de qué forma!

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Erika Sunnegårdh (Regan), Bo Skovhus (El rey Lear)

LA RAZÓN 27/01/2024

«Lear», violencia en escena y foso, por Gonzalo Alonso

La producción de Bieito, que considera la ópera como una especie de Capilla Sixtina, evoca el camino de redención del rey como una suerte de vía crucis

El gran barítono Dietrich Fischer-Dieskau propuso al compositor realizar una ópera a partir de la obra homónima de William Shakespeare, sobre la que ya habían trabajado varios compositores, como Berlioz, que compuso una obertura a, Debussy y otros, como Verdi, que siempre estuvo traumatizado por el drama o Benjamin Britten que rechazó la idea de convertirla en ópera. Reimann contó con un libreto de Claus Hennberg y se estrenó en la Bayerische Staatoper el 9 de julio de 1978 con dirección de Gerd Albrecht y el propio Fischer-Dieskau en el papel principal. Tuve la suerte de estar allí.

Estuvo programada para su estreno en el Real en España para abril del 2020, pero la pandemia lo impidió. Por cierto, de aquellas temporalmente canceladas quedan “La Pasajera” que veremos pronto e “Iris” en concierto, que tardará más. “Lear” llegó ahora al Teatro Real en la producción concebida por Calixto Bieito para la Ópera de París en 2016, que fue repuesta en 2019, y presentada en el Maggio Musicale Fiorentino en 2020.

La producción de Bieito, que considera la ópera como una especie de Capilla Sixtina, evoca el camino de redención del rey como una suerte de vía crucis situada en un espacio conceptual abierto, una especie de palacio definido por una veintena de lamas de madera paralelas, inicialmente verticales y que luego van girando hasta posarse en el suelo, con una iconografía simbólica, que va del barroco italiano al expresionismo centroeuropeo. La violencia, que siempre es importante en Shakespeare, discurre junto a la codicia a cámara lenta. No es una ópera que se pueda hacer en concierto, su música, nada fácil para el espectador, requiere el complemento de imágenes que le ayuden a su compresión e imágenes es lo que diseña Bieito, con toques en los que sugiere algunas pinturas muy conocidas. Así una de las escenas de Cordelia nos lleva indefectiblemente a “La Piedad” de Miguel Ángel o la decadencia de Lear en un lienzo blanco, evoca al “Lamento sobre Cristo muerto” de Andrea Mantegna. Aunque Bieito ha estado en algunos ensayos, la reposición corre a cargo de Yves Lenoir. Funciona, aunque es imposible olvidar la regia creada por Ponnelle en 1978 y Bieito no puede evitar caer en sus constantes como el desnudo integral de un hombre sin significado comprensible.

La orquesta es enorme, con una percusión avasalladora que por momentos aplasta los oídos. Se han tenido que eliminar tres filas de butacas para ampliar el foso. En el estreno muniqués, la percusión e incluso arpas se colocaban por palcos porque no cabían en el foso. Asher Fisch, que ya le tuvo el Real en “Capriccio” de Richard Strauss en 2019, domina toda esta complejidad con eficacia y eficiencia, pero al final abruman la contundencia de acordes y la atronadora sonoridad hasta marear los oídos. “Lear” está así escrito, con muy contados remansos líricos donde descansar los tímpanos.

En esta ópera todos los intérpretes son protagonistas y por ello han de están muy bien elegidos. Lo están en el Real. Han de dominar el idioma, ya que más que cantar se recita. Una española, Ángeles Blancas, figura en el reparto como Goneril y muestra esa clase de artista que la ha hecho merecedora del premio a la mejor cantante femenina de la pasada temporada en los Premios Opera XXI. Todos magníficos, pero al Lear de Bo Skovhus se le exige mucho más y él realiza toda una creación, tanto vocal como escénica, de un enorme mérito.

El público asistió en un silencio temeroso y buena parte de él se fue en el descanso. ¡Qué contraste, en todos los sentidos, entre “Lear” y “La rosa del azafrán” que se ofrece en la Zarzuela! Elijan ustedes.

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