El libreto es de Alexander Medvedev y versiona una novela de Zofia Posmysz. Un drama candente sobre el encuentro en un transatlántico de lujo, que en los años sesenta se encamina a Brasil, de una víctima superviviente de Auschwitz y su vigilante en el campo de exterminio con escenas muy dramáticas que alternan el escenario del barco y la tremenda prisión que aquí aparece reflejada en las entrañas del barco. La situación se presta a un hondo juego dramático y a una alternancia expresiva entre tiempo actual y tiempo pasado que tensa toda la duración de la obra mientras la verdugo intenta autojustificarse de aquel infierno que permanece presente. Al final no hay perdón ni venganza, solo el deseo de que permanezca el recuerdo, de que nunca se olvide lo que pasó. En realidad, ni siquiera sabemos de cierto si la pasajera era la víctima o solo una proyección de los temores de la verdugo.
Texto punzante y música espléndida que une neoclasicismo realista con expresionismo de gran cuño expresivo, lo que no excluye momentos de un intenso lirismo que emerge por encima de la tragedia. Porque, aunque Shostakovich le influye, no hay en ello nada mimético sino un punto de partida para un desarrollo muy personal y muy cercano al drama pues Weinberg perdió a toda su familia en un campo de exterminio en Polonia.
Buena la idea del Real de optar por la versión que triunfó en Bregenz en 2010, con una puesta en escena vibrante y eficaz de David Poutney y una perfecta escenografía de Johan Engels, vestuario adecuadísimo de Marie Jeanne Lecca y eficaz iluminación de Fabrice Kebour. Todo encaminado a mostrar el potencial dramático de una obra verdaderamente importante donde no se oculta el horror, pero no se cultiva el mal gusto. Musicalmente se contó con un amplio elenco de cantantes de primera categoría. Todos están bien, aunque se puede subrayar la capacidad vocal y expresiva de Amanda Majeski y Daveda Karanas y, entre los hombres, Gyula Orendt y Nikolai Schukoff, aunque todos eran excelentes.
El Coro del Teatro Real, que prepara José Luis Basso, mostró su probada calidad y la Orquesta Sinfónica de Madrid su profesionalidad artística y su entrega. Al frente de todos ellos, una de las mejores directoras de la actualidad, la lituana Mirga Grazinyte-Tila, dotada de una particular energía y fuerza expresiva que no le impide concertar al milímetro y dominar todos los medios que la obra pone en movimiento. Gran versión la suya, pareja con la de Poutney, que permitió que el público pudiera adentrarse en una ópera moderna de gran calidad. Su autor no pudo escucharla, pero su testimonio artístico mereció la pena y va a quedar en el imaginario cultural de una tragedia que bien se puede recordar, pese al horror, con una gran obra de arte. Éxito tan grande como merecido.

Nikolai Schukoff (Walter), Daveda Karanas (Lisa) © Javier del Real | Teatro Real
ABC 02/03/2024
El veredicto de ‘La pasajera’, por Alberto González Lapuente
Los hechos adheridos a esta obra van más allá, pues penetran en la vivencia del Holocausto
La presencia en el Teatro Real de ‘La pasajera’ del muy desconocido Mieczysław Weinberg, es un acontecimiento del que cualquier teatro puede sentirse orgulloso. En una época tan proclive al descubrimiento de músicas olvidadas y a la reformulación de otras conocidas, la llegada del compositor de origen polaco, del que tanto queda por destapar, adquiere una dimensión colosal. (…)
(…) los hechos adheridos a ‘La pasajera’ van más allá, pues penetran en la vivencia del Holocausto. Y lo hace con tal fuerza que incluso en la función de estreno de ayer, habitualmente social, acrítica e inocente, varios segundos de silencio, apenas había terminado la obra y antes de que sonaran los aplausos, pusieron de manifiesto la profunda impresión de lo contemplado.
Proyectos como ‘La pasajera’ están muy lejos de aquel noble deseo ilustrado de deleitar los oídos. Weinberg, como agente final de la obra, no deja espacio a la negociación. (…) Porque lo que se vive en el Real tiene mucho más que ver con el propósito, asimismo culto y realmente trascendente, de conmover el ánimo. Lo logra la directora musical Mirga Gražinytè-Tyla, defensora a ultranza de la música de Weinberg, con una propuesta imponente ante una orquesta que pocas veces suena con semejante tersura. Entre el sonido descerrajado del principio y la suspensión final quedan por medio mil sonoridades dispuestas a apoyar una representación particularmente compacta.
Lo consigue también el director teatral David Pountney, quien vuelve sobre la coproducción que estrenó en Bregenz en 2010 (…) Por centrarlo en las protagonistas, la atormentada intimidad de Lisa tiene en Daveda Karanas a alguien poderoso y particularmente inquietante. Amanda Majeski interpreta a Marta y, salvo alguna esporádica y circunstancial destemplanza en la función de ayer, se impone con una dignidad y convicción muy importantes. (…)

Plano general © Javier del Real | Teatro Real