Analisis de la Temporada 2024/2025 del Teatro Real
Se ha anunciado ya el contenido de la vigésimo octava temporada del Teatro Real desde su reinauguración como sede operística en 1997. Hay sin duda en ella grandes títulos, producciones de relieve, artistas de primera. Faltaría más considerando el presupuesto del que goza contando aportaciones públicas y privadas que han hecho que en los últimos tiempos, en virtud también de lo que parece una buena gestión artística y económica, la entidad se haya situado en un lugar destacado en el ranking mundial.
Desde su reapertura ha pasado por diversas manos, al hilo en ocasiones de los vaivenes políticos y gubernamentales. El equipo que lleva ahora las riendas ha dado por lo común pruebas de saber bandearse bajo la presidencia de Gregorio Marañón, que ocupa ese puesto desde hace lustros. Y ha capeado la tempestad de la pandemia erigiéndose en esos años difíciles en adalid y valiente defensor del género, abriendo sus puertas cuando la mayoría de los coliseos las habían cerrado.
Tócanos hoy aquí estudiar, valorar y comentar la próxima temporada, que tiene sus valores y alberga muy interesantes acontecimientos; como los han tenido las anteriores. Aunque detectamos en estos últimos tiempos unos planteamientos distintos, puede que mejores y más interesantes para algunos, a los que la actual dirección artística, en colaboración con la gerencial, habían planificado en sus primeros años de actividad. Para nosotros lo que debe prevalecer es el equilibrio, la coherencia, la novedad, la nueva creación, la presencia de nuestros artistas y, esto es fundamental, la defensa de nuestro patrimonio. Que sigue bastante abandonado en el Teatro. Títulos como Circe de Chapí, La Celestina de Pedrell o, recientemente, Gala Placidia de Pahissa han sido recuperados honrosamente en el Teatro de la Zarzuela, que no dispone de los medios escénicos necesarios.
En líneas generales, con salvedades, el Real ha venido surcando los mares con fortuna y con alternancias diversas desde su reapertura como coliseo operístico, con Juan Cambreleng a la cabeza, y después, con Emilio Sagi y Antonio Moral como responsables artísticos. Esa línea se quebró en 2010 con la llegada de Gérard Mortier, que diseñó unas temporadas interesantísimas, aunque desequilibradas, faltas de coherencia; y de espaldas a lo español, tanto en lo que respecta a títulos como a artistas. Pero le debemos auténticos acontecimientos y espectáculos memorables; como aquel San Francisco de Asís en el Madrid Arena; que, eso sí, costó varios riñones.
Joan Matabosch tomo el relevó en 2014 tras la retirada del belga por enfermedad. De ella murió ese mismo año. Siguiendo en parte su línea el crítico y gestor catalán supo organizar las cosas de otra manera y, pasadas algunas borrascas, en combinación con el gerente, Ignacio García-Belenguer, situar al Real en una buena posición, con las cuentas se dice que saneadas. Aplausos merece la gestión, desarrollada sobre aceptables mimbres y con una visión artística bien orientada, bien que con una escasa atención, hay que insistir, salvo contadas excepciones, al patrimonio hispano. Se han ido recuperando abonados. Se dice que 500 se fueron en la era Mortier.
La próxima temporada no nos parece que posea ese perseguido equilibrio programador, lo que no supone, hay que insistir, que las líneas generales no estén bien perfiladas o que no haya cosas de mucho interés. Acabamos de aplaudir en la temporada actual las producciones de dos óperas capitales del siglo XX, Lear de Reimann y La pasajera de Weinberg. La que viene, que motiva estas líneas también las tiene, pero incide en algunos de los aspectos que nos gustan menos. Hagamos un repaso por encima.
Se anuncian diecinueve títulos, dos de ellos haciendo doblete. Ocho, o sea, casi la mitad, pertenecen al periodo barroco, y cuatro de ellos son del mismo autor, Haendel, lo que es quizá excesivo. Son los siguientes: Teodora, Alcina, Jeptha y Tamerlano. Los restantes se titulan David et Jonathas de Charpentier (compositor que repite tras su Medea de la presente temporada), Las Indias galantes de Rameau, L’Uomo femmina de Galuppi y La Merope de Tarradellas (recordamos una antigua producción, años ha, en el Teatro de la Zarzuela).
De Mozart tenemos la poco representada Mitridate, Re di Ponto e Idomeneo (se puso no hace mucho en la producción de Carsen, en este caso se hace semiescenificada). El repertorio que podríamos calificar de romántico se cubre con tres Verdi (I lombardi alla prima crociata, Attila y La traviata) y un Donizetti, Maria Stuarda. Hay dos óperas rusas, Eugenio Onegin de Chaikovski y El cuento del zar Saltan de Rimski-Korsakov. La estética verista está presente con Adriana Lecouvreur de Cilea y la un tanto sui generis La vida breve de Falla. Nos queda la nueva creación, que es Tejas verdes de Jesús Torres (de quien se estrenó ya hace tres años la excelente Tránsito), que se da la mano en la misma sesión con la citada obra de Falla. Se recurre de nuevo a las versiones de concierto, ocho de ellas liquidadas en una sola sesión, de tal forma que la difusión es muy pobre. Las semiescenificadas son dos. Importante es que nueve no se hayan puesto hasta ahora en el Teatro, lo que abre perspectivas.
Todo ello acusa un desequilibrio cierto. Y supone que autores fundamentales del repertorio se quedan fuera: Rossini, Bellini, Puccini, Wagner y Strauss sin ir más lejos. Algo raro. Las abundantes novedades no mitigan esas ausencias. Aunque puedan venir parcialmente enjugadas por la presencia de buenas voces, algunas son astros refulgentes en el actual firmamento. Entre las sopranos, mencionemos a Ermonella Jaho (Adriana Lecouvreur), Lisete Oropesa, Nadine Sierra, Kateryna Kasper (un reciente descubrimiento), Sondra Radvanovsky, Anna Pirozzi, Adriana González…
De las mezzos destacamos a Joyce DiDonato, Elina Garança, Ekaterina Semenchuk y Emily D’Angelo. Tenores: Emiliano González Toro (lírico-ligero con cuerpo, experto en barroco que aquí canta Idomeneo, una buena prueba), Michael Spyres, Michael Fabiano, Juan Diego Flórez… Hay algún buen barítono: Artur Rucinski, Luca Salsi, Iuri Samoylov… En la cuerda de bajo destacamos al habitual Roberto Tagliavini, a Maxim Kuzmin-Karavaev y, en especial a Christian van Horn (Attila).
Hemos de celebrar que cada vez haya más voces españolas. Grosso modo unas cuarenta, lo que no está mal, pero podría estar mejor. De ellas cantan papeles más o menos protagonistas trece, lo que no es mucho: Manel Esteve (Michonnet de Adriana Lecouvreur), Silvia Tro Santafé (Elisabetta de Maria Stuarda), Yolanda Auyanet (María, de la misma ópera), Ismael Jordi y Airam Hernández (se alternan en el Roberto de este título), Sara Blanch y Ruth Iniesta en Aspasia, Vanessa Goicoechea en Sifare y Sabina Puértolas en Ismene, personajes todos de la misma ópera: Mitridate. Ana Quintans interpreta cuatro personajes en Las Indias galantes. Y la soprano lírico-ligera Natalia Labourdette protagoniza el estreno de Torres.
La creciente Miren Urbieta-Vega (estupenda su Liù de hace unos meses) se mete en la piel de Viclinda de I Lombardi. Por su parte Xavier Anduaga canta el Alfredo de Traviata, que nos parece en exceso lírico para él, que sigue siendo un lírico-ligero; en crecimiento, eso sí. Por último señalamos la presencia de la joven y emprendedora soprano Natalia Labourdette en el estreno de Torres. En La vida breve encontramos al barítono Gerardo Bullón cantando el papelito de Manuel. Algo raro cuando encarnó con éxito hace poco en el Teatro de la Zarzuela al Puck de Las golondrinas de Usandizaga. Y ha cantado hace muy poco Scarpia en Stuttgart…
En lo escénico destacamos la célebre y metafórica producción salzburguesa de La traviata de Willy Decker que no pudo llevarse al Real en 2020 por la pandemia. Esperamos con interés las ideadas para otros Teatros por David McVicar de Adriana Lecouvreur y de Maria Stuarda y con curiosidad la de Eugenio Onegin de Chaikovski del siempre agudo Cristof Loy, reciente triunfador con su discutible montaje de La voz humana de Poulenc y La espera de Schoenberg. Y muy alerta la del imaginativo y fantasioso Rafael R. Villalobos de La vida breve y Tejas verdes. Y veremos qué nos ofrece Claus Guth en Mitridate y Cherniakov en el Zar Saltán.
Hay algunas batutas muy competentes. Por supuesto la del primer director invitado Nicola Luisotti, que casi nunca falla y que se instalará en el foso para dirigir Adriana Lecouvreur (una función correrá a cargo del solvente español Andrés Salado) y Attila. El todavía director del Teatro, Ivor Bolton, llevará las riendas de Thedora y de Mitrídate. Y hemos de citar otros nombres españoles de real solvencia: José Miguel Pérez Sierra (Maria Stuarda), Gustavo Gimeno, futuro titular del Teatro (Onegin) y Jordi Francés, habitual en la música contemporánea (doblete Falla/Torres). Karel Mark Chichon dirigirá la ópera de Rimski y René Jacobs Idomeneo. Alcina estará en las buenas manos de Francesco Corti.
Habría que hablar aquí de las otras muchas actividades que ofrece y despliega con inteligencia el Teatro: ballet, conciertos vocales (Anna Netrebko y su marido, Yusif Eyvazov, Juan Diego Flórez, Sandra Radvanovsky y Piotr Beczala, Ludovic Tézier, Asmik Gregorian, Michael Volle, Sabine Deveilhe…). Como de los programas de formación, las representaciones, algunas infantiles, en el Teatrito del Retiro, las conferencias y cursos. Todo un mundo. Pero no hay ya espacio. Arturo Reverter
Händel triunfa en la próxima temporada del Teatro Real
La próxima temporada del Teatro Real
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