Más que una Carmen, la Carmen
Carmen, de Georges Bizet. Sofija Petrović, Oreste Cosimo, Jean-Fernand Setti, María José Moreno, Susana García, Irene Zas , Jacobo Rubianes, Gabriel Alonso, Eduardo Pomares Sainz, Laura Alonso, Manu Fernández. Orquesta Sinfónica de Galicia. Coro infantil y juvenil Cantabile. Director musical, Gianluca Martinengui. Dirección de escena, Calixto Bieito. Producción Gran Teatre del Liceu (1999). A Coruña, Palacio de la Ópera (lleno), 5 de septiembre de 2025.
Escena. Foto AAOC, Alfonso Rego
Porque la “Carmen” de Bieito es quizás la mejor versión posible de la ópera de Bizet y porque Sofija Petrović hace palidecer a cuantas Carmen han sido en estos escenarios, fue una excelente idea abrir la Temporada Lírica de Amigos de la Ópera con la producción del Liceu de Barcelona de 1999, aprovechando el sesquicentenario del estreno absoluto de la obra y las bodas de plata, ya pasados, de la puesta de Bieito. Puesta cuya representación en decenas de teatros entre los que se encuentran buena parte de los más importantes del mundo, la han convertido en un verdadero clásico de nuestros días.
Una versión dura, muy basada en la vida real y los instintos más primarios del ser humano; que a veces hacen de él un ente más feroz que las bestias salvajes. Así en el poderoso ensañándose con el más débil y ridiculizándolo ante sus compañeros; en el castigo de un soldado, obligado a correr en círculo, cargado con su arma, en calzoncillos y a paso ligero hasta caer exhausto y bañado en sudor. Escena que con variantes como la vestimenta y la temperatura sufrió más de una vez un compañero de armas de este cronista en el CIR nº 1 en el invierno de 1967.
En la puesta en escena de A Coruña faltan algunos elementos de la original, como algunas escenas explícitamente sexuales o el reparto de comida con cazos, por parte de algunos legionarios, a los niños que agitan cacerolas por encima de sus cabezas. Este reparto de comida se pudo ver en el Real o en La Fenice, pero no en A Coruña. Es como en una reproducción de lo que sucede a diario en Gaza y vemos a diario en nuestros televisores. El arte y la realidad coinciden en lo peor del ser humano sin poder distinguir ya cuál imita y cuál es imitado
Imágenes que molestan tanto a algunos, que les hacen cambiar de canal para no malbaratar su cena o comida o suprimirlo de una puesta en escena para que no se estropee una agradable velada lírica. Se conserva la mujer colgada junto a la bandera al finalizar el primer acto, que bien puede encarnar, literalmente, la hipocresía del patriotismo de los soldados, cuya verdadera patria no es la representada por la bandera, sino su ansia de poder frente al otro, frente a la otra, la mujer como objeto de deseo y de abuso.
Y de tantos otros, no necesariamente legionarios ¿Se acuerdan a estas alturas mis lectores de aquella patria que Rilke situaba en la infancia? Y es que cuando se combinan en escena bandera, soldados, mujeres, niños y pobreza, cualquier decisión escénica es política. A gusto de algunos y para disgusto de otros. Como la vida misma. Especialmente impactantes, por su simbolismo o plasticidad algunas escenas, como la de la noche en el campamento de gitanos y contrabandistas, entre poligonera y de cementerio de coches, con un impactante simbolismo de decadencia social y ruina.
El movimiento en escena de hasta cuatro destartalados Mercedes de gran tamaño, como los que hemos visto tantas veces cruzar España en verano en la Operación Paso del Estrecho (Operación “Marhaba”, Bienvenida en su denominación marroquí), es como un ballet nocturno de monstruos gigantes en el monte. ¡Bravo! Enorme también la plasticidad de los grupos a la llegada de la cuadrilla frente al habitual y manido desfile de esta entre vítores.
Bendito Calixto Bieito, bendito Alfons Flores y su minimalismo escénico, casi vacío, que nos libra, al menos por ahora, del tradicional “horror vacui” tantas veces dominante en la temporada de AA.O. de A Coruña. Y que permite un movimiento de actores y cantantes realmente teatral. Gran trabajo de Lucía Astigarraga con el Coro Gaos, el Coro Infantil y Juvenil Cantabile y todos los figurantes; bravo a todos ellos.
Especialmente al que hizo el papel de maletilla toreando desnudo a la luz de la Luna Algo que, antes de que las escuelas de tauromaquia -abonadas y regadas con subvenciones oficiales- proliferaran como hongos, era práctica habitual entre los también llamados “capas” en los ambientes taurinos.
Musicalmente, la noche no arrancó con el vigor que cabe esperar en la obertura de Bizet. Un tempo bastante lento y una gran falta de energía interior. A lo largo de la noche se repetiría esto junto a un exceso de decibelios; algo quizás parecido a lo que en economía se llama estanflación, estancamiento (aquí, de fuerza interior) con inflación (de volumen).
Esto se repitió a lo largo de la representación y solo se salvó en los momentos más camerísticos gracias a la calidad de los solistas de la Sinfónica. Walker Moore a la flauta, Villa al oboe, Landelle al arpa, el clarinete de Marín o el fagot de Harriswangler pusieron técnica, emotividad y expresión al servicio de la partitura. El Coro Gaos y el Coro Infantil y Juvenil Cantabile brillaron en voz y movimiento escénico.
Y el canto, naturalmente; el canto. Desde su aparición en escena Sofija Petrović fue Carmen. La mezzo croata tiene una voz clara, potente y muy bien proyectada, con buen brillo y un excelente dramatismo -en el sentido de capacidad teatral-, muy matizado y con más que suficientes, pero no exagerados, contrastes expresivos entre tragedia y empoderamiento o desafío; es como una gran fuerza desarrollada sin esfuerzo, la naturalidad hecha cantante Además, su imponente presencia escénica, con excelente gestualidad facial y corporal, hace difícil a partir de esta noche imaginarse a otra cantante en este papel. Tal cual.
El Don José de Oreste Cosimo se portó según lo que se espera de sus distintos momentos: una cierta “mamitis” nostálgica en la visita de Micaela, dureza cuartelera y desesperación frente al rechazo final de Carmen. Un maltratador de libro, vamos, que no se libraría en la actualidad del grillete localizador con GPS. Vocalmente se produce algo engolado en agudos, pero con sobreagudos limpios y vibrantes. Fue a más en sus intervenciones a lo largo de la noche.
María José Moreno es una cantante y actriz de gran categoría. Alguien capaz de expresar en rostro, cuerpo ¡y voz! toda la carga dramática de un personaje. Su Micaela fue la acobardada paisaniña inicial, fiel emisaria de la madre de José y lejana enamorada de éste. Pero, asimismo, escondiéndose, la muchacha que es capaz de vencer valientemente su miedo en el campamento nocturno. Valiente no es quien no tiene nunca miedo, sino quien es capaz de vencerlo. Vocalmente, Moreno lució su voz, fresca y madura, y la empleó con fortuna de sonido y expresión, lo que se tradujo en una de las mayores ovaciones al final de la representación.
El Escamillo de Jean-Fernand Setti tiene presencia escénica, exceso de talla -y de tiro- para un torero de a pie, pareciendo más el picador del origina de Mérimée. Gran voz, muy bien aplicada al personaje y soberbia actuación escénica, especialmente en el duelo de palabra y a navaja con Don José.
De los demás personajes destacó por voz y actuación la Mercedes de Irene Zas. El resto de comprimarios, cumplió con holgura sus papeles, con una gran entrega y profesionalidad. Julián Carrillo Sanz
Amigos de la Opera de A Coruña
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